El hogar está donde está el corazón.

Un lugar para ser uno mismo, desmelenarse y bajar la guardia. Pero, como siempre, Charlotte no daba con su sitio. Hawthorne Manor estaba bien para alojarse, pero no era un lugar donde ella pudiera «vivir». Y ahora, lo que necesitaba era encontrar un hogar para su corazón más que para su alma. Quizá Charlotte ya no tenía un corazón que latiera, pero era evidente que seguía teniendo corazón.