El arreglo para vientos y timbales del Love Will Tear Us Apart de Joy Division asaltó las clases de primera hora mientras la banda de música de Hawthorne High daba vueltas al edificio. Charlotte estaba muy por encima de todo ello, posada en una cornisa de piedra sobre la entrada. Al cabo de un rato divisó a Scarlet, que se aproximaba al edificio. Se apareció delante de ella y le dio un susto de muerte.
—Mira, sé que ya no somos amigas —dijo Charlotte sin rodeos—, pero ¿qué te parecería ser «amienemigas»?
Scarlet se sacó los auriculares, pausó su iPod y cruzó los brazos con fuerza, en un gesto que Charlotte interpretó como levemente abierto a la conversación.
—A ver, qué… —la retó Scarlet, otorgándole un segundo para plantear su argumento.
—Tal y como están las cosas, no puedes ni vengarte de tu hermana ni ir al baile… a no ser que encuentren un sitio nuevo —explicó Charlotte.
—Bueno, eso parece bastante poco probable —atajó Scarlet—, así que yo no dejaría que esos encogidos organitos tuyos se emocionaran demasiado.
Había sido una ingenuidad pensar que vengarse de Petula sería motivación suficiente para Scarlet, pero lo que Scarlet no podía reconocerle a Charlotte ni reconocerse del todo a sí misma era lo entusiasmada que estaba ante la perspectiva de ir al baile con Damen.
—¿Y si se celebra en Hawthorne Manor? —espetó Charlotte antes de que Scarlet tuviera tiempo de encajarse de nuevo los auriculares y marcharse para clase.
—Tu propuesta tiene dos graves problemas. Uno: «la señorita rigor mortis hormonas alteradas» —dijo Scarlet.
—Tú deja que yo me ocupe de Prue. Si accedes a que te posea el día del baile, yo buscaré la manera de echarlos a todos de casa —replicó Charlotte.
—… y dos: ¿cómo diablos vas a conseguir que la Comisión de Fiestas acceda si la casa está a punto de ser condenada? —preguntó Scarlet.
—No lo haré yo —contestó Charlotte—. Lo harás tú.
* * *
Esa noche, Scarlet se coló tan tranquila en la reunión de la Comisión de Fiestas y se dirigió a los asistentes.
—Ya sé dónde podemos celebrar el baile —dijo sin perder un segundo.
En la sala reinó el silencio y cuantos allí había apoyaron sus respectivos refrescos, intrigados por lo que Scarlet tenía que contar.
—Ya hemos mirado en el cementerio y está reservado… Hay un montonazo de gente que se muere por entrar —gritó un graciosillo desde el fondo de la sala. Una chica popular le tiró del brazo para que cerrara la boca, y Scarlet continuó, sorprendida por el respeto que al parecer se había ganado.
—¿Dónde? —preguntó la chica.
* * *
Entre tanto, Charlotte asistía también a una reunión en la Residencia Muerta.
—¿Que celebremos aquí el baile? ¿Y cómo va eso a salvar la casa? —preguntó Metal Mike.
—Si desalojamos la casa y permitimos que los chicos vivos celebren aquí su baile, las autoridades comprobarán que es segura y no la demolerán —respondió Charlotte con confianza—. Es más, verán que se le pueden dar otros usos al edificio —añadió, y aguardó inquieta la reacción de los demás, temiéndose lo peor y deseando lo mejor.
* * *
Scarlet exponía simultáneamente su propuesta en la otra punta de la ciudad.
—Es lo bastante grande. Está vacía… —dijo Scarlet—… o casi.
Lucinda, la profesora titular responsable del grupo de animadoras de Hawthorne High, se levantó inmediatamente para apoyar la propuesta de Scarlet. Era igualita que Dolly Parton, sin su talento, con una fabulosa pelambrera blanca, el rostro supermaquillado y unas larguísimas uñas pintadas de rojo chabacano.
—Bueno, hay cierta persona en el centro de la ciudad que me debe un favor… Estoy convencida de que podemos conseguir que nos den el visto bueno para utilizar la casa por una noche —dijo, guiñándole un ojo a Scarlet.
A Scarlet le alivió comprobar que tenía a alguien de su lado.
—Incluso podríamos montar una atracción tipo casa encantada para reunir fondos con los que costear la reparación de los daños del gimnasio —dijo Scarlet, cuyas ideas cabalgaban ya desenfrenadas sobre sus pies enfundados en medias de rejilla y botas de punta de acero.
—Suena como guay eso de celebrar el baile en un tétrico caserón abandonado —añadió la chica popular, dando por sellado el plan en un giro insospechado.
* * *
—Entonces, estamos de acuerdo. Dejamos que los vivos celebren aquí su baile —dijo Piccolo Pam guiñándole un ojo a Charlotte—. Además, ¿qué podemos perder?
A Charlotte le costaba creer que, con todo lo que había hecho, Pam la apoyara todavía.
—¿Habrá alfombra roja? —preguntó CoCo, completamente deslumbrada.
Todos rebosaban de entusiasmo, salvo Prue, que estaba más que furiosa por que Charlotte hubiese conseguido que se aceptara su plan.
Charlotte fue recibiendo la enhorabuena de todos conforme salían de la sala. Era su momento de gloria, y de qué modo. Estaba radiante hasta que apareció Prue al final de la fila.
—Sé que crees que estás predestinada a ir al baile —dijo Prue con tono provocador—. Encaja a la perfección con esa egoísta agendita tuya.
—¿De qué hablas? —preguntó Charlotte, abochornada.
—Puede que a los demás sí, pero a mí no me engañas —proclamó Prue—. Salvar la casa por el bien de todos nosotros te trae al fresco.
—¿Qué pasa? Acabas de estar en la reunión —replicó Charlotte—. He dado con la solución. Lo que te ocurre es que estás celosa porque soy yo la Elegida y no tú —dijo Charlotte ingenuamente.
Prue hizo una pausa para conseguir el efecto deseado antes de responder.
—Lo que eres es una atorada, ¿o se te ha olvidado?
* * *
Scarlet y Charlotte no perdieron el tiempo por temor a que cualquiera de las partes cambiara de opinión e inmediatamente se pusieron a arrear al personal para hacer todos los preparativos de cara al baile.
Las brigadas de limpieza asignadas por la Comisión de Fiestas de Hawthorne se partieron los cuernos para dejar presentable la vieja casa. Barrieron los restos de azulejos y yeso caídos del techo y los retiraron en carretillas. Fregotearon los suelos, aspiraron el polvo, repararon muebles y lámparas y enceraron las maderas.
La futura casa encantada no tardó en cobrar vida. Ajenos a las fantasmales presencias que los rodeaban, los chicos vivos pulverizaron tela de araña sintética por las esquinas y en el umbral de las puertas, vertieron chorreones de sirope de fresa y tinte rojo por las paredes, tendieron los rieles y el trayecto algo enclenques de la «atracción» de la casa encantada y trajeron una buena provisión de hielo seco para las máquinas de humo. La decoración de los chicos muertos era algo más… auténtica.
Rotting Rita escupió arañas auténticas por la boca para poblar las telas de araña. Kim aplastó la herida de la cabeza contra otra pared y la hizo rodar, dejando una sangrienta huella violácea enmarcada por materia orgánica. Hecho esto, dio un paso atrás y admiró su obra como quien contempla una pintura renacentista de valor incalculable. La cosa se animaba.
Scarlet estaba montando la cabina del pincha y hacía pruebas de sonido, alternando entre su leal iPod y los dos mezcladores de cd. Llevaba los auriculares puestos y estaba totalmente concentrada, sopesando cada selección como si le fuera la vida en ello.
—Tengo que hablar contigo —dijo Charlotte, emitiendo la voz a través del iPod de Scarlet.
Sobresaltada, Scarlet se arrancó los auriculares y se encontró con la inquietante presencia de Charlotte a su espalda.
—¿Es que no puedes darme un golpecito en el hombro como una persona normal? —preguntó Scarlet—. Ya sé lo que vas a decir. No te preocupes; tendrás tu turno.
—Bueno, el caso es que tengo que ser yo la que baile con él a medianoche por lo del beso —dijo Charlotte.
—Pero ¿quién te crees que eres? ¿Cenimuerta? —preguntó Scarlet—. Eso no es más que un cuento. Una chorrada.
—No es una chorrada. El profesor Brain me lo ha explicado —contestó Charlotte a la vez que resonaban en su mente las mordaces palabras de Prue—. Scarlet, soy la Elegida.
—¿Que eres la Elegida? —preguntó Scarlet, desconfiando todavía de los motivos de Charlotte.
—Sí, por una vez, lo soy de verdad —Charlotte procedió a ofrecerle una explicación atropellada—. Ese beso, el hecho de que puedas verme y todo lo demás demuestran que Damen es mi asunto sin resolver. Que ese beso supondrá la resolución no sólo para mí sino para todos los chicos muertos —dijo Charlotte—. Él es mi destino y tú mi única esperanza.
Scarlet la miró inexpresiva mientras Charlotte continuaba con su explicación.
—Scarlet, puede que no me creas, pero sí que crees en mí, ¿verdad? —preguntó Charlotte, tratando de recuperar aunque fuera una minúscula porción de la confianza perdida.
—Seguro, claro que sí, es sólo un beso, ¿no? —se avino Scarlet, recordándose que lo que para ella era sólo una noche era una eternidad para Charlotte.
* * *
Mientras todos aunaban esfuerzos con los preparativos para el baile en Hawthorne Manor, Petula y las Wendys aunaban los suyos para arruinarlo. Del dormitorio de Petula no brotaban maliciosos cotilleos. Estaban muy serias ellas, y era evidente que Petula empezaba a desquiciarse un tanto.
—Bueno, ¿qué os parece, chicas? —preguntó Petula volviéndose hacia ellas, mientras se aplicaba pintalabios carmesí de Scarlet, el que le había arrebatado al director Styx, y juntaba los labios para separarlos al instante con un chasquido.
—Estás igualita que Marilyn —dijo Wendy Anderson, asombrada—. Que Marilyn Manson, ¡claro está!
Las Wendys estallaron en carcajadas ante el aspecto de Petula.
—Eres tan graciosa, Petula —se rió Wendy Thomas.
—¿Ah, sí? ¿Conque te parezco graciosa? —dijo Petula con un estudiado gesto de impasibilidad—. ¿Graciosa como qué?
—Ya sabes, graciosa, como graciosa, ja, ja —dijo Wendy con nerviosismo.
—¿Te refieres a graciosa como un chiste? —preguntó Petula con ojos desorbitados—. ¿Como que estoy aquí para divertirte?
El ambiente en la habitación se tornó muy pero que muy serio.
—Es broma —dijo Petula a la vez que se le pasaba la psicosis al momento.
Las Wendys se miraron entre ellas, suspiraron y volvieron a entregarse ansiosamente a urdir la venganza de Petula.
—Venga, chicas, pensad —dijo Wendy Thomas.
—Quiero que el castigo se adecue al crimen —dijo Petula entre sus perlados dientes blanqueados.
—Bueno, pues entonces tendrá que ser en el baile —razonó Wendy Anderson—. Claro que allí va a ser difícil acceder a ella.
Petula se quedó pensativa un minuto y la interrumpió.
—¿Qué es lo peor de lo peor que se le puede hacer a una chica gótica delante de todo el instituto? —preguntó Petula.
—Podemos echarle encima un cubo de sangre —sugirió Wendy Anderson.
—Eso está muy visto, Wendy. Además, seguro que le encantaba —dijo Petula—. Pero puede que no andes desencaminada…
* * *
Scarlet decidió hacer otra intentona para investigar a Prue. Había llegado a la conclusión de que el saber es poder y quería estar preparada. Volvió a teclear «Prue», si bien en esta ocasión armada con la contraseña —«listoparaimprimir»— de su supervisor de prensa, el profesor Filosa, la cual había «obtenido» del cajón de su mesa.
Con ella tendría mayor acceso a la base de datos y a los archivos online del instituto. Esperó y esperó a que se completara la búsqueda avanzada. Finalmente, el enlace a un único artículo apareció en la pantalla.
«Atropello y fuga de Hawthorne declarado accidental», rezaba el titular. Scarlet se desplazó hacia abajo en el texto, con la mano temblorosa y la certeza de que por fin había dado con lo que buscaba.
UN JUEZ DE LOS JUZGADOS DEL DISTRITO DICTAMINÓ HOY QUE LA MUERTE POR ATROPELLO Y FUGA DE LA ALUMNA DEL INSTITUTO REGIONAL DE HAWTHORNE, PRUDENCE SHELLEY, DE DIECISIETE AÑOS ,FUE ACCIDENTAL . SHELLEY SE DIRIGÍA EN COMPAÑÍA DE LA ESTRELLA DE ATLETISMO RANDOLF HEARST AL BAILE ANUAL DE LA VENDIMIA CUANDO ,SEGÚN DECLARACIONES DE ÉSTE,ELLA LE PIDIÓ QUE LA DEJARA APEARSE DEL COCHE. ÉSA FUE LA ÚLTIMA VEZ QUE SE LA VIO CON VIDA . TRAS DOS DÍAS DE BÚSQUEDA, UN REPARTIDOR DE LECHE HALLÓ SU CUERPO EN UNA CUNETA .
—Prudence —dijo Scarlet dándose una palmada en la frente.
LA POLICÍA, QUE DESDE EL PRIMER MOMENTO SOSPECHÓ QUE HEARST OCULTABA INFORMACIÓN RELATIVA A LA MUERTE, PROCEDIÓ A ACUSARLE DE HOMICIDIO IMPRUDENTE CON VEHÍCULO A MOTOR, PERO POR FIN NO SE PUDO PROBAR LA IMPUTACIÓN ANTE EL JUEZ. NO HUBO OTROS SOSPECHOSOS.
EN DECLARACIONES EN EXCLUSIVA PARA NUESTRO PERIÓDICO, EL FISCAL HA AFIRMADO: «DADA LA NATURALEZA DE LAS HERIDAS QUE PRESENTABA EL CUERPO, NADIE VA A CONVENCERME JAMÁS DE QUE ESTO FUE UN SIMPLE ATROPELLO Y FUGA».
SUS AFLIGIDOS PADRES HAN COMENTADO A SU VEZ: «LA ADVERTIMOS DE QUE NO ANDARA CON ESOS NIÑOS RICOS. QUE ESO SÓLO LE IBA A TRAER PROBLEMAS. PERO NO NOS HIZO CASO. NUNCA PRESTABA ATENCIÓN A LO QUE LE DECÍAMOS».
—Qué horror —dijo Scarlet—. Encima van sus padres y le echan a ella la culpa.
HEARST PIENSA RETOMAR SUS ESTUDIOS EN LA UNIVERSIDAD, DONDE SE ENCUENTRA REALIZANDO UN MASTER EN FINANZAS. NO HA QUERIDO HACER COMENTARIOS SOBRE EL AUTO, PERO SU ABOGADO, RUFUS BENCH, HA DECLARADO QUE HEARST SE SENTÍA «ALIVIADO».
Se quedó mirando la pantalla fijamente durante un buen rato, reflexionando sobre el trágico episodio. Scarlet tenía por fin sus respuestas… y su munición.
* * *
En Hawthorne High, Prue, a solas entre el mar de trastos del aula de Muertología, arañaba con las uñas la pizarra de arriba abajo, una y otra vez, echando humo todavía por el asunto de la violación del código y la cagada de Charlotte.
—Ya sé, ahuyentemos a los compradores —espetó burlonamente con tono nasal, culpándose tanto a sí misma como a Charlotte de las terribles consecuencias de «la casa encantada» original.
Esta panzada de autocompasión no era propia de Prue, pero estaba convencida de que con la nueva estrategia de celebrar el baile en la casa a fin de conservarla, y el asunto aquel del Beso de Medianoche, Charlotte los había arrastrado peligrosamente cerca del Olvido. Es más, se sentía por completo, o casi, incapaz de hacer nada para detenerlo.
—Asustarlos —dijo en voz alta, levantando los brazos en el aire estancado—. Vaya estupid… —hizo una pausa a mitad de la frase y guardó silencio—. Brain tiene razón —se dijo tajantemente a sí misma a la vez que contemplaba la mesa y silla vacías del profesor—. Voy a tener que encontrar otra manera de hacerla entrar en razón.
»No hay mucho que yo pueda hacerle —teorizó Prue—. Pero los demás… —dijo, esta vez con la convicción de un auténtico creyente.