Lo mismo es un efecto colateral de la posesión —rumiaba Scarlet en el pasillo de camino a su taquilla. «¿Podía ser que le empezara a gustar Damen Dylan como… persona?», se atrevió a pensar. «¿Como tío?» En un desesperado intento por ahogar los desagradables pensamientos que rondaban por su cabeza, buscó consuelo nuevamente en el control del volumen de su iPod, haciendo girar la ruedecilla hasta un nivel capaz de hacerle saltar a uno los tímpanos, tan alto que quienes se encontraban medio pasillo más adelante pudieron reconocer su lista de reproducción.

Mientras se dirigía a la taquilla ataviada con una descolorida camiseta vintage de Suicide y cargando con una mochila de los Plasmatics, escrutó el pasillo en busca de Charlotte, cuya ausencia ya se hacía notar, pero sólo divisó a Damen, que esperaba apoyado contra una taquilla contigua.

—Qué tal —dijo él nada más verla.

Damen escarbó en el interior de su mochila y extrajo de debajo de su abrigo un cd pirateado de Green Day.

—Anoche grabé esto para ti. Se me ocurrió que a lo mejor te molaba —le dijo tendiéndole el cd.

—Gracias —murmuró ella, sin esforzarse demasiado en ocultar su ambivalencia.

Su tibia respuesta sugirió a Damen que se equivocaba.

Ella abrió su taquilla, examinó detenidamente el portacedés personalizado que guardaba en la parte inferior y escogió uno para él.

—¿Los Dead Kennedys? —preguntó Damen.

—Nunca mejor dicho —contestó Scarlet.

Fresh Fruit for Rotting Vegetables —dijo Damen leyendo el título en voz alta—. Qué considerado de tu parte.

Mientras se encontraban sumidos en su discusión musical, un reducido grupo de jugadores de fútbol se los quedaron mirando, y luego unas chicas se percataron de cómo éstos se fijaban en Scarlet.

—La gente me está mirando con cara rara —le dijo Scarlet a Damen mientras las chicas la miraban de arriba abajo.

—¿Y eso es una novedad? —preguntó él, impresionándola con su sorprendente sagacidad.

—Oye, que esté paranoica… —empezó ella.

—… no significa que no vayan a por mí —dijo Damen, completando el pensamiento de ella a la vez que asentía con la cabeza.

No eran exactamente almas gemelas, pero no había duda de que cada vez se sentían más cómodos juntos. Scarlet resolvió dejarse llevar por la corriente, al menos hasta que ésta se precipitara en cascada al vacío. Se sacudió la ansiedad por el momento y aceptó reunirse con Damen algo más tarde para una sesión de tutoría. Sólo había un problema: no tenía ni idea de Física.

* * *

Charlotte estaba sentada a su pupitre de Muertología, pasando mecánicamente las páginas de su Guía del Muerto Perfecto. Después del examen de Damen, le había invadido una inexplicable desazón y decidió que lo mismo le venía bien concentrarse en sus estudios. Siempre le había funcionado, pero, lamentablemente, esta vez no.

«Seguro que están pasando muchísimo tiempo juntos», pensó. La repentina punzada de inseguridad la cogió por sorpresa.

Pam, que se encontraba estudiando en la otra punta del aula, no pudo evitar lanzar a Charlotte una mirada de «te lo dije».

—Cotilla —dijo Charlotte con sarcasmo, mientras cerraba el libro y se quedaba allí sentada con la mirada perdida.

* * *

Ese mismo día, algo más tarde, Damen y Scarlet se encontraban en plena sesión de «tutoría» en la sala de música de Hawthorne, salvo que sus libros descansaban cerrados sobre el suelo mientras ellos intercambiaban frases a la guitarra. Levantaron la vista el tiempo suficiente para fijarse en que las chicas que se habían fijado en los jugadores de fútbol fijándose en Scarlet lucían ahora todas exactamente la misma camiseta de Suicide que ella, gracias a la tienda de camisetas indie que había pegada al instituto.

—Llama al exterminador. Este sito está infestado de imitadoras —dijo ella sin dejar de rasgar la guitarra.

—Eres un icono. Ahora todo el mundo sabe lo guay que eres en realidad —dijo Damen con una sonrisa de suficiencia.

Scarlet pareció molesta pero lo cierto es que se sentía halagada. Dejó pasar el comentario sin más, decidida a hacerse la dura. Entrar al trapo sería como sucumbir a lo que más detestaba, y que había incluido, hasta muy recientemente, al chico que tenía delante.

Damen llevó una mano a la funda de su guitarra, extrajo otro cd y se lo pasó a Scarlet. Esta vez la impresionó más con su selección.

—¿My Chemical Romance en versión pirata? Te vas acercando —dijo ella, mientras apenas lograba contener su emoción. Él estaba más que acercándose con esa elección. Ella a su vez le tendió de modo alentador una copia del álbum Loveless de My Bloody Valentine, y ambos se echaron a reír.

—Me lo olvidaba —dijo Damen cuando sonó el timbre. Recogió su libro de Física del suelo y lo embutió en la mochila.

—Sí, más te vale no olvidarlo —dijo Scarlet con un leve deje de culpabilidad, y alivio, en el tono.

Scarlet salió del aula hacia la clase de Gimnasia recapacitando sobre si no estaría involucrándose demasiado. Decidió despejar la mente y disfrutar de esa pequeña pausa nada realista que consiste en dejarlo todo de lado para participar durante cuarenta y cinco minutos en un deporte de equipo obligatorio. Lo que más le fastidiaba era que la clase estuviera partida en dos, mitad principiantes y mitad veteranos; como si no fuera humillación bastante tener que cambiarte delante de los tuyos. Es más, con esa medida, el instituto estaba logrando introducir todo un nuevo nivel de humillación. Aunque ideada para salvar la brecha entre el cuerpo estudiantil, lo cierto era que sólo conseguía agravar el sentimiento de ineptitud terminal en lo que al cuerpo de los estudiantes se refería.

Entró en el vestuario y se cruzó con una sección de sus maleables imitadoras, quienes era obvio que habían estudiado y memorizado su perfil en MySpace y aparecían ahora emperifolladas para la próxima convención de Trash y Vaudeville, con el mismo tono que ella en los labios y luciendo melenas cortas y flequillos radicales, zapatones creepers, gargantillas vintage de cristales y una plétora de camisetas de grupos underground: The Birthday Party, PiL, Bauhaus, New York Dolls, Sonic Youth, The Damned, Sick of It All, The Creatures, BowWowWow, The Germs y Killing Joke, por citar solamente unos pocos. Conforme las chicas se iban desvistiendo, sus camisetas se fueron amontonando en el suelo, formando la que probablemente era la pila de ropa de vestuario más guay de la historia.

Lo normal hubiese sido que Scarlet se sintiera ofendida y fustigada por aquel peloteo sartorial, pero en su lugar se descubrió pensando en Charlotte. Sólo podía pensar en lo feliz que se pondría Charlotte de ver que la gente popular la empezaba a emular, y en cómo todo se debía precisamente a ella. No era algo que la entusiasmara, pero sabía lo mucho que significaría para Charlotte, aun cuando no se hablasen.

Scarlet abrió la cremallera de su bolsa de gimnasia, y mientras revolvía en su interior buscando la ropa deportiva —una camiseta rota de color gris con el mensaje goth is dead que se encajaba encima de su top magenta, unos descoloridos pantalones cortos negros y unas Converse All Stars de lona—, se encontró el cd del Disintegration de The Cure en el fondo.

—Estás que te sales —dijo triunfante; insertó el cd en su reproductor y escuchando Plainsong a todo volumen subió las escaleras hasta el gimnasio.

* * *

Petula no llevaba nada bien el salto a la fama de Scarlet en Hawthorne, pero se aferraba con rencor a la esperanza de que no fuera más que una moda pasajera y que la gente no tardaría en recuperar el sentido común. Ella había sido el modelo de belleza americana por excelencia durante los últimos cuatro años, y no iba a ceder su corona a nadie, menos aún a su hermana. Estaba acicalándose, como de costumbre, delante del espejito de su taquilla antes de ir a su siguiente clase, cuando apareció en el cristal el reflejo de un atleta ataviado con una nueva cazadora de fútbol de estilo gótico, toda negra con un círculo de halcones rojos a modo de logotipo. A continuación vio que se acercaban las Wendys. Tampoco ellas parecían haberse librado de la influencia de Scarlet.

—¡Que cunda el terror! —dijo Wendy Anderson con desdén mientras pasaban de largo.

Lo más irritante, sin embargo, no era tanto el recién adquirido cutreglamour de sus amigas y compañeros de clase, como las informaciones que le habían ido llegando sobre Damen y Scarlet y sus sesioncitas de improvisación. Petula se había entretenido en su taquilla a la espera de que surgiese la oportunidad de enfrentarse a Damen. Una oportunidad que se le puso ahora a tiro cuando le vio detenerse junto a su taquilla.

—He oído por ahí que has caído de lo más bajo —dijo Petula, corriendo hacia él.

—¿Cómo? —preguntó Damen.

—¿Es que no ves lo que parece? —preguntó Petula.

—¿Lo que parece el qué? —contestó Damen, bastante reacio a mantener esa discusión en público.

Petula descubrió el cd de Scarlet en la taquilla y lo sacó con sus garras rosa fosforito.

—¡Ay, Dios, te ha contagiado! —dijo Petula, confirmando su peor pesadilla.

—Mira, me ha estado dando clases de Física, ¿vale? —dijo Damen, que quería dejar las cosas claras antes de que Petula sufriera una combustión espontánea en medio del pasillo.

—¿Es así como lo llaman los frikis? —preguntó Petula.

—Es para aprobar el examen y poder ir al baile —explicó Damen.

—Vale, pues entonces búscate a otro que te ayude —dijo Petula dando un zapatillazo en el suelo recién encerado.

—Estás paranoica —rió él de forma nada convincente.

—Y tú vas a buscarte otro tutor —dijo ella sosteniendo en alto el cd—. O eso —afirmó, como una presentadora modelo de segunda de El precio justo ante el escaparate de un comedor nuevo—, o… —Petula alejó de su cuerpo el cd sujetándolo con la pinza de los dedos—… esto.

En ese instante, Scarlet emergió del gimnasio y los vio discutir. Se escabulló a la vuelta de la esquina para poder observarlos sin ser vista. Petula prosiguió con su ultimátum, se arrancó la vieja cazadora del equipo de Damen y la arrojó contra él. A Damen la rabieta de Petula le resultó, por primera vez, más divertida que amenazadora. A Scarlet, que la conocía mejor, no.

—Te vas a arrepentir —dijo Petula con afán de venganza mientras daba media vuelta para irse.

—Ya lo estoy —contestó él con sarcasmo.