El tiempo de prórroga «paciencia con la chica nueva» se agotaba, y Charlotte sabía que debía ponerse con el programa. Pero ¿qué era exactamente el programa? Había estado demasiado concentrada en sus cosas, y no tenía ni idea. De regreso en Muertología, la clase del profesor Brain había empezado y Charlotte llegaba tarde, de nuevo. Se coló aprovechando que Brain estaba de espaldas.
—Era tan joven —dijo el profesor, que se inclinó sobre el pupitre de Silent Violet y la miró directamente a los ojos—. El chico tenía toda la vida por delante… —continuó volviéndose hacia Mike.
—¿Cómo? —contestó Mike, que no podía oír lo que decía Brain.
—La vida, para ellos, no había hecho sino empezar —concluyó frunciendo el ceño a Simon y Simone—. ¿No arranca siempre así el panegírico? —preguntó Brain, que regresó a la pizarra mientras Violet y los demás chicos asentían lentamente con la cabeza—. Y sea quien sea el panegirista: cura, rabino, pastor, imán, padre, hijo, profesor, amigo… quien sea —dijo—… acierta, naturalmente. Morir en la adolescencia es más que triste. Es trágico. Pero no por las razones que ellos creen.
Piccolo Pam le echó a Charlotte una mirada asesina mientras ésta serpenteaba por el perímetro del aula, tratando de evitar que la pillara el profesor Brain. Sabía que Charlotte, más que nadie, necesitaba escuchar esa lección en particular.
—Desde luego. Nadie se lo creería si supiera que hay que seguir yendo al instituto —dijo Jerry muerto de risa. Prue le miró enfadada, y él se calló al instante.
—Muy bien, Jerry… —empezó a decir el profesor Brain, mientras Jerry le hacía caras a Prue y ella le ignoraba—. La razón de que haya que ir al instituto, incluso después de muerto, no es sólo para aprender sobre la vida después de la muerte, tal y como describe la película de orientación —dijo Brain a los confundidos estudiantes—. Es para aprender lo que no tuvimos oportunidad de aprender en vida.
—¿Y qué es? —preguntó Charlotte un instante después de haber conseguido sentarse en la silla que permanecía desocupada junto a Pam. Prue la miró enfurecida.
—Pues varía con cada persona, señorita Usher —dijo Brain, ajeno a su tardanza. Uno-cero para Charlotte—. Es algo que debe averiguar cada uno. Veréis, los bebés y los niños son demasiado pequeños como para haber cometido equivocaciones graves, y la gente mayor vive lo suficiente como para aprender de los suyos e incluso para corregirlos —sermoneó el profesor Brain, más como un predicador que como un profesor—. Pero los adolescentes, como vosotros, sólo viven para el momento, y a menudo actúan por egoísmo, impulsivamente y con graves consecuencias para ellos mismos o los demás.
—Y que lo diga —dijo Pam a la vez que el silbido que emanaba de su garganta ganaba intensidad.
A fin de recalcar sus palabras, Brain sondeó a la clase sobre el que debiera de haber sido un tema muy delicado.
—Los que echen de menos a su familia que levanten la mano, por favor —solicitó.
Mike, Jerry, Kim, Pam y los demás se miraron unos a otros y sacudieron la cabeza, las manos pegadas al costado. Charlotte, ahora que lo pensaba, no le había dedicado a su familia ni un solo pensamiento.
—Esto —dijo Brain— no es más que una prolongación de vuestro estado natural. No les prestasteis atención, ni a ellos ni a sus deseos, cuando estabais vivos. Es lo que os… «arruinó», por decirlo de alguna manera, lo que permanece con vosotros aquí y necesitáis afrontar.
Charlotte no lograba comprender, pero concluyó que ese vacío de índole familiar podía tener tanto de bendición como de maldición. Sinceramente, no podía tolerar mayor apego a su vida que el que ya soportaba.
—Entonces, ¿estar aquí es una forma de castigo? —preguntó Charlotte—. ¿Se trata de eso?
—De ninguna manera —recalcó Brain—. Se os ha dado una oportunidad. La asignatura de Muertología es vuestra segunda y, ojo al dato, última oportunidad de comprender lo que os ha pasado y por qué, y de aprender a aceptarlo —advirtió el profesor de camino a la pizarra—. De aceptar la muerte y, sobre todo, de aceptaros a vosotros mismos. Una vez lograda esa aceptación, alcanzaréis la resolución, y con ella obtendréis el descanso, la paz y…
—¡La graduación! —dijo Mike con un alarido, blandiendo sus «cuernos rockeros» sobre la cabeza.
—Exacto —dijo Brain.
«¿Graduación?», pensó Charlotte asombrada. Pero si ni siquiera tenía vestido para la ocasión.
—Lo más importante de todo el proceso es que os necesitáis unos a otros para conseguirlo. Es la razón de que estéis juntos en esta clase. La cadena sólo puede resistir lo que resista su eslabón más débil —dijo Brain.
Tan pronto hizo Brain mención del «eslabón más débil», los ojos de Charlotte escrutaron la clase entera por si detectaban a alguien acusándola en silencio. Sólo Prue aparecía con la mirada fija en ella.
Brain tiró bruscamente de una arandela que pendía de una cuerdecilla ruinosa sobre la pizarra, haciendo que se enrollase de sopetón un mapa de Mesopotamia y quedara a la vista lo que parecía ser una lista de instrucciones escrita sobre el tablero.
—Ya sabéis qué hay que hacer —continuó Brain, sustituyendo el tono de predicador por el de experto en charlas de motivación—, aquí tenéis el cómo.
Empezó a leer la lista, subrayando con el puntero cada palabra y cada línea que aparecían escritas en la pizarra mientras leía.
1. ADMITIMOS QUE NO CONTROLÁBAMOS NUESTROS IMPULSOS EGOÍSTAS Y QUE, POR ESA RAZÓN, MORIMOS.
2. APRENDIMOS A TENER FE EN QUE UN PODER SUPERIOR PODÍA RESTITUIRNOS.
3. DECIDIMOS DAR UN VUELCO A NUESTRA VOLUNTAD Y A NUESTRA VIDA.
4. REALIZAMOS UN OSADO INVENTARIO DOCUMENTAL Y MORAL DE NOSOTROS MISMOS.
5. ADMITIMOS ANTE NOSOTROS MISMOS Y LOS DEMÁS LA NATURALEZA PRECISA DE NUESTRAS FALTAS.
6. EXPRESAMOS NUESTRA ABSOLUTA DISPOSICIÓN A ERRADICAR POR COMPLETO DICHOS DEFECTOS DE CARÁCTER.
7. PEDIMOS CON HUMILDAD LIBRARNOS DE NUESTROS DEFECTOS.
8. ELABORAMOS UNA LISTA DE TODAS LAS PERSONAS A LAS QUE HICIMOS DAÑO, Y EXPRESAMOS NUESTRO DESEO DE ENMIENDA.
9. DESAGRAVIAMOS PERSONALMENTE A DICHAS PERSONAS SIEMPRE QUE NOS FUE POSIBLE, SALVO CUANDO EL DESAGRAVIO SUPUSIERA UN AGRAVIO PARA ELLAS U OTRAS PERSONAS.
10. CONTINUAMOS HACIENDO INVENTARIO Y RECONOCIMOS CADA UNO DE NUESTROS ERRORES.
11. NOS EMPLEAMOS A FONDO EN MEJORAR EL CONTACTO CONSCIENTE ENTRE NOSOTROS Y EN COMPRENDER NUESTRAS DOTES ESPECIALES.
12. TRATAMOS DE TENER PRESENTE ESTE MENSAJE Y PONER EN PRÁCTICA ESTOS PRINCIPIOS EN TODOS NUESTROS QUEHACERES, ENTRE ELLOS LA UNIÓN DE NUESTROS ESFUERZOS PARA SALVAR NUESTRA CASA Y A NOSOTROS MISMOS.
Todos miraron los doce pasos como si estuvieran escritos con jeroglíficos. Charlotte sintió una desazón similar a la que le invade a uno cuando le entregan las preguntas de un control sorpresa de Trigonometría y las únicas palabras que le resultan familiares son «nombre» y «fecha».
—¡Vamos, chicos, tampoco es para tanto! En resumidas cuentas se trata de admitir la razón por la que moristeis, aceptar que fue responsabilidad vuestra, y averiguar qué podéis hacer para cambiar y eliminar vuestros defectos o, como dice el programa, vuestra adicción. Si consiguierais admitir vuestros errores ante los compañeros, y más aún, si consiguierais admitirlos ante vosotros mismos, ¡entonces podríais haceros con un billete de ida a un Lugar Mejor! En definitiva, esta clase sirve de rehabilitación para alcanzar la resolución —dijo Brain, tratando de animar a su equipo.
Nada de aquello logró tocar la fibra sensible de Charlotte.
—¿Qué tal si sacáis vuestros Muertarios e iniciamos nuestro viaje a ese lugar al que a mí me gusta llamar Éxito? —dijo Brain con entusiasmo.
Ponerse en pie y admitir tus faltas delante de toda la clase ya era de por sí bastante duro, pero leer en alto los más íntimos y oscuros pensamientos recogidos en tu Muertario personal era especialmente humillante, incluso para un chico muerto.
—Anda, Mike, ¿por qué no empiezas tú? —sugirió o, más bien, insistió Brain alzando la voz.
Metal Mike sacó su Muertario del bolsillo y arrastró los pies hasta la tarima.
—Hola, soy Mike, Metal Mike, y adoro la música —dijo sin ningún entusiasmo, obviamente sólo para complacer a Brain.
—Hola, Mike —coreó la clase con el mismo ardor.
—Me gustaría compartir con vosotros unas palabras sabias e inspiradas que me acompañan allá donde voy —Mike se aclaró la garganta, consultó brevemente su Muertario con gesto grave, levantó la vista y recitó el apunte de memoria con mucho sentimiento.
Back in black
I hit the sack
I’ve been too long I’m glad to be back
Yes, I’m let loose
From the noose
That’s kept me hanging about
I’ve been looking at the sky
’Cause it’s gettin’ me high
Forget the hearse ’cause I never die
I got nine lives
Cat’s eyes
Abusin’ every one of them and running wild.[2]
—Mike. Eso es una canción —dijo DJ—. No una observación personal.
—La música es… era, mi vida —confesó—. Claro que es personal. Me habla.
—Ése es el problema, Mike, que vivías por y para ella. Pero ya no estamos vivos —dijo Simone.
—¿Y qué problema hay con querer aferrarse a lo que amas, a la razón de tu vida? —preguntó Mike a la defensiva.
—Y razón de tu muerte, Mike. La música te mató. ¿Lo has olvidado? —dijo Simon.
—La música es una asesina —dijo Deadhead Jerry con desgana.
—No, su amor por la música es el asesino —intervino Call Me Kim.
—¿Y qué? ¿Por qué voy a renunciar a algo que amo tanto que hasta morí por ello? —preguntó Mike.
—¿Y no será que no es cuestión de renunciar a nada? —preguntó Charlotte retóricamente.
—Exacto, joder. Me importa una mierda cruzar al otro lado y hallar soluciones si ello supone tener que renunciar a mi música —dijo Mike con terquedad.
Con toda la clase sumida ya en una acalorada discusión, Pam aprovechó la ocasión y le dio un codazo a Charlotte.
—¿Dónde estabas? —le susurró, mientras Mike seguía despotricando.
—Oh, mi vehículo, que se ha retrasado —dijo Charlotte con una mueca.
—Venga ya, otra vez no —se quejó Pam.
—¿Os importaría compartir vuestra conversación con el resto de la clase? —el profesor Brain, perturbado por la charla paralela de Charlotte y Pam, formuló la vieja pregunta del millón.
—¿Por qué no me sale a mí ninguno de esos trucos? —espetó Charlotte para sorpresa de todos, ella incluida. El Baile de Otoño estaba a semanas vista y el reloj seguía avanzando. Sentía la presión.
El profesor Brain se giró en redondo, un tanto sorprendido de que Charlotte hubiese hablado en lugar de callarse, como él pretendía.
—¿Qué trucos? —le preguntó a Charlotte.
—Pues los trucos esos de la Guía del Muerto Perfecto . Es que no doy ni una —contestó.
—¡Qué raro! —dijo Prue sarcásticamente, riendo entre dientes.
—Silencio, Prudence —ordenó Brain con un tono serio inesperado en tan emotiva sesión—. Los demás habéis tenido vuestro periodo de adaptación ¿verdad? Pues bien, ella apenas acaba de empezar —dijo el profesor Brain, meditando con gravedad sobre el comentario de Charlotte—. Y ya que hablamos de «periodos», quizá sean la mejor forma de explicarlo —continuó crípticamente.
Jerry, Mike y DJ reaccionaron con risitas a la palabra «periodo».
—La mente y el cuerpo maduran a distinto ritmo. Sobre todo entre los adolescentes, ¿me equivoco, caballeros? —preguntó el profesor Brain a la vez que Mike, Jerry, DJ y los demás refrenaban de forma instantánea sus risas con toses apuradas. Logrado su objetivo, Brain continuó—: Sólo porque tu cuerpo esté programado hormonalmente para el primer peri… esto, para la primera menstruación, es decir, el hecho de estar físicamente capacitada para la reproducción a partir de determinada edad no implica que estés emocional o psicológicamente preparada para ello. En otras palabras, tu cuerpo es el de una mujer, pero sigue gobernado por la mente de una niña.
Llegados a este punto, todos empezaban a sentirse algo incómodos ante la profundidad y lo detallado de la lección de Brain.
Pam intervino entonces de manera inesperada.
—Lo que dice —aclaró Pam— es que estar muerta no significa a la fuerza que estés preparada para renunciar a la vida. Mentalmente, no has desconectado.
—Y hasta que así sea —aconsejó Brain—, no podrás ejercer tus poderes plena o correctamente, lo que por otra parte es esencial para cruzar al otro lado. Es más, intentarlo puede llegar a ser peligroso para ti… y para los demás.
—¿Así que tengo que estar «mentalmente muerta» para que me funcionen trucos como la posesión? —preguntó Charlotte con ingenuidad.
La clase entera tragó saliva cuando Charlotte pronunció la palabra que empieza por «pe».
—Te crees demasiado buena para estar muerta, ¿eh? —arremetió Prue, entornando los ojos como un matón a punto de liarse a puñetazos.
—No estamos en clase de cine, Charlotte —dijo el profesor Brain, visiblemente enojado.
Charlotte se mostró confundida a la vez que el profesor Brain empezaba a escribir en la pizarra como un poseso.
—Yo no enseño posesión, porque apropiarse del cuerpo de una persona viva va en contra del fin último de la aceptación, que es lo que aquí tratamos de conseguir juntos —Brain continuó apuntando de nuevo hacia los doce pasos de la pizarra—. Es la expresión máxima del egoísmo.
Era evidente que Charlotte había tocado la fibra sensible de Brain e, incluso, la de sus compañeros.
—Además, la posesión es imposible salvo en circunstancias extraordinarias —dijo Brain, con la esperanza de desactivar la fascinación de Charlotte hacia el tema de manera similar a como lo haría un padre poco preparado enfrentándose al tema del sexo.
—¿Imposible? —preguntó Charlotte, mientras en sus ojos se apagaba el último brillo de esperanza.
—Se necesita un huésped bien dispuesto, y nadie puede vernos, de modo que ni siquiera es una opción. Tiene que ser consensuado —respondió, tratando de poner punto final al asunto.
—Consensuado. Tiene sentido —murmuró Charlotte, recordando la lidia con Petula en Educación Vial—. Entonces, ¿te tiene que ver para que consienta ser poseída? —recapituló Charlotte.
El timbre no pudo sonar más a tiempo para el profesor Brain y sus compañeros, que se apresuraron a recoger sus cosas para irse.
—Sólo una cosa más. Recordad que esta noche van a enseñar la casa. Esta noche, chicos. Necesitáis esa casa tanto como el alma al cuerpo —gritó el profesor Brain mientras la clase se dispersaba.
Charlotte se demoró, ensimismada, tratando de sacar algo en claro de todo aquello. Al pasar junto a la mesa de Brain, éste la detuvo.
—Ha dicho que nadie puede vernos —inquirió Charlotte.
—Charlotte, ¿es que eres visible para alguien? —preguntó.
Charlotte, que no creía que hubiese llegado todavía el momento de sincerarse, se encajó su Muertario bajo el brazo, dio media vuelta y salió de clase, con la expresión «bien dispuesta» resonando en su mente.