Todos aspiramos a alcanzar un lugar mejor.

Ya sea un lugar mejor para vivir —rompiendo con una relación nefasta o empezando una nueva—; o un lugar mejor espiritualmente —otra dimensión, tal vez, donde existir—; o bien el mejor de los lugares: el cielo. Charlotte se había pasado la vida, y la Otra Vida, tratando de alcanzar un lugar mejor hasta que finalmente cayó en la cuenta de que no había lugar que alcanzar, de que el mejor lugar estaba, y había estado siempre, en su interior. Ahora había cambiado y aquello en lo que se estaba convirtiendo compensaba con mucho lo que había perdido.