Sólo los buenos mueren jóvenes.
Siempre que un estudiante encuentra la muerte prematura en un accidente terrible, en un arbitrario acto de violencia o en una enfermedad rara sin tratamiento, profesores, amigos y familia le elevan al instante a la condición de alumno de valía, en auténtica promesa —lo fuese o no—. No se le recuerda como un estudiante mediocre fallecido en un accidente; en su muerte se le transforma por obra de magia en un destacado estudiante modelo de honor. Necesitamos que las vidas perdidas tengan un significado. Es una reconfortante y vana ilusión, en realidad. Una patraña mortal. Lamentablemente, uno no está allí para apreciarlo.