10 de enero
Mejor, pero todavía muy pachucho: un animal pálido: un gorgojo en una nuez. Tengo el corazón delicado y un sistema nervioso débil; no tengo dinero para seguir estudiando; odio el trabajo periodístico, especialmente el que carece de ingenio; y, por último, pero no menos importante, están las mujeres. Todas estas preocupaciones combaten por mi cuerpo como los chacales por la carroña. Y, sin embargo, lo único que me interesa es la zoología. ¿Por qué no querrá la vida dejarme en paz?
15 de enero
Leo las novelas de Hardy. Es deliciosa la sutileza con que te permite percibir los primeros tenues presentimientos de amor entre los héroes y heroínas: el roce fortuito de las manos, el pie o el tobillo que se vislumbran bajo la falda, todo esto en Hardy equivale a una pequeña nube. Son los susurros de la brisa antes de la tormenta, y uno espera lo que sigue con el corazón palpitante.
3 de febrero
He vivido en un estado de ebullición mental durante días. Me han cruzado por la cabeza todo tipo de imágenes de amor, vida y muerte. Ahora me siento demasiado indolente y débil para catalogarlas. Soy tal desecho físico que para llevar a cabo el menor propósito, como ponerme las botas, tengo que azotar mi voluntad como un árabe a un esclavo «en las arenas de Ayaman»[34]. Hace tres meses, cuando me levantaba antes del desayuno para diseccionar conejos, tollos, ranas, tritones, etc., esto me había parecido imposible.
6 de febrero
Sigo yendo cada semana a la consulta del doctor —. Tengo dos feas manchas en la base de cada pulmón. Qué palabra tan expresiva es melancolía. La escribo de nuevo: melancolía. Una tarde, cuando regresaba en tren a casa tras las sesiones del condado en L., oí un horrible sonido sibilante cuando respiraba hondo. Me asusté terriblemente y pensé de inmediato en la tuberculosis. Fui al médico al día siguiente, me auscultó y me tranquilizó. Tuve miedo de hablarle del pequeño silbido en lo alto de cada pulmón y me pareció que no lo había advertido. Así pues, al día siguiente, muy incómodo, volví y se lo dije. No se había dado cuenta y pareció apesadumbrado. Tengo que pasar todo el tiempo que pueda al aire libre.
La intensa vida interior que llevo, preocupado por mi salud, leyendo (siempre leyendo), reflexionando, observando, sintiendo, amando y odiando —sin salida para el vapor superfluo, retenido y comprimido por todas partes, sin amigos ni influencia de ningún tipo, sin conocidos siquiera, exceptuando mis colegas periodistas (a los que desprecio)—, va a convertirme en el ser más egoísta, vanidoso, sensiblero y torpe del mundo.
6 de marzo
Los hechos son innegables: la vida es dolor. Ningún sofisma podrá convencerme de lo contrario. Y, sin embargo, hace unos años empecé tan lleno de esperanza y de salud… ¿qué me importan a mí ahora los huevos de los pájaros? Mi ambición es enorme, pero vaga. Me disperso demasiado en mis capacidades para llegar a distinguirme en ninguna.
22 de marzo
He recibido una carta del conservador de Zoología del Museo Británico notificándome tres vacantes en su departamento y preguntándome si querría intentarlo, etc. De manera que la visita del doctor — ha tenido cierto fruto[*]. He pasado la mañana soñando despierto. ¡A lo mejor por fin empieza a subir la marea! Trabajaré como una mula para salir adelante, si me eligen… Aguardo los acontecimientos en un estado de ánimo espantosamente turbulento. Experimento un deseo frenético de controlar los factores que van a afectar mi futuro de modo tan permanente. Y, naturalmente, este feroz deseo se estrella todo el día con el hecho de que, por mucho que lo desee, se impondrá la lógica inalterable de los acontecimientos.
7 de abril
… ¡Qué delicioso parecía todo! Estar vivo… pensar, ver, disfrutar, caminar, comer, por no hablar de la cantidad de dinero en el bolsillo o la posibilidad de hacer una carrera profesional. Me deleitaba en el placer sensual de mi existencia animal.
2 de junio
Hasta el momento, mi vida se ha caracterizado por los conflictos y las luchas internas, una lucha entre una gran ambición y una voluntad débil, incapaz de hacerle frente. Quizá he sido demasiado ambicioso. He sometido mi talento a una presión excesiva. He azotado a una voluntad que desfallecía, he pasado el tiempo cavilando, inquietándome, ideando maneras de escapar. Mientras tanto, los momentos se iban sin que los apreciara ni disfrutara.
10 de junio
Las piernas largas son mala cosa para una mujer, pero que sean largas y arqueadas resulta tremendo.
La soledad es buena para el alma. Al cabo de una hora, me siento tan noble e imperial como Marco Aurelio.
La mejor de las muchachas vestida con su mejor traje parece inmediatamente dudosa si tiene las medias caídas.
Algunos ancianos, al alcanzar cierta edad, siguen viviendo por costumbre: ésa es también una mala costumbre.
Cuánto se aprende de un desconocido por su risa.
¡Abejas, amapolas y golondrinas! ¡Cuánto significan para quien las conoce de verdad! O una gaviota blanca sobre un trozo de madera flotante, o una bandada de brillantes grajos pisándole los talones a un labrador en un soleado día de otoño.
30 de junio
Mi egoísmo me consterna, al igual que la extrema intensificación de la conciencia de mí mismo. Cuando bajo por la calle principal un día de mercado, la conciencia de mi propia identidad engrandece mis proporciones hasta que alcanzo el tamaño de un Gulliver, así que resulta doloroso pensar que, a pesar de ello, la gente del pueblo me ve como un insignificante joven burgués que se dedica a tomar nota de las reuniones en taquigrafía.
17 de julio
Esta tarde hemos cantado en la iglesia: «Pero cuando conozca como eres, Señor, te alabaré como debo». ¡Exactamente! Ya nos veremos entonces. Somos grandes personitas, los humanos. Aunque no existiera un mundo futuro, el espíritu del hombre habría vivido y formulado su protesta.
22 de julio
Nuestra ascendencia simiesca
Cómo odio a los que hablan de «los brutos» con aire despectivo. Sólo los cristianos son capaces. En cuanto a mí, me siento orgulloso del parentesco cercano con otros animales. Me enorgullezco de mi ascendencia simia. Me gusta pensar que en otro tiempo fui un magnífico ejemplar peludo que vivía en los árboles y que mi cuerpo procede, a lo largo de un tiempo geológico, de la medusa, los gusanos y anfioxos, peces, dinosaurios y monos. ¿Quién querría cambiar eso por la pálida pareja del Jardín del Edén?
9 de agosto
No me gusta irme a la cama. Para mí, cada día termina con tristeza. Odio el momento en que tengo que dejar los libros, vaciar la pipa y decir «Buenas noches» para cambiar los vívidos placeres del día por la oscuridad del sueño y el olvido.
23 de agosto
He pasado la tarde y parte de la noche —hasta las diez— en el bosque con Mary. Hemos tomado el té en La Casa Encantada y después nos hemos sentado en El Cenador Verde hasta que ha anochecido; entonces, la he besado. «Aquiles no era el peor guerrero por su experiencia con las enaguas.»[35]
1 de septiembre
Espero vivamente que no crea que quiero casarme con ella. En el parque, a oscuras, cuando la besaba, verificaba y experimentaba una nueva experiencia.
4 de septiembre
Ayer tarde, tras muchas y melosas zalamerías, conseguí que me besara. Mi opinión personal sobre el asunto es que durante todo el rato habré estado, como mínimo, a unos veinte grados por debajo del verdadero calor amoroso. En cualquier caso, soy por naturaleza infiel en mis emociones. He dicho cosas en las que no creo porque estábamos a oscuras y ella era encantadora.
5 de septiembre
He leído a Tomás de Kempis en el tren. Me ha hecho enfadar tanto que casi lo tiro por la ventana. «No te involucres en cosas que sean demasiado profundas para ti —dice— y lee cosas que lleven compunción al corazón en lugar de elevación a la cabeza.» ¡Pero bueno!
15 de septiembre
Una tarde desconcertante: un tiempo perfecto, la tierra estaba verde y zumbaba como una peonza. Sin embargo, una telaraña de sueño cubría la gran colina y, en ciertos momentos, repetidos como una pulsación y acompañados de sentimientos subjetivos de vago esfuerzo, no me costaba conseguir que todo lo que veía —el campo y las zarzas, todo el valle y los campos de manzanos— se convirtiera en algo irreal, endeble como una gasa, impalpable y totalmente insólito. De repente, cuando más vívida era la impresión, todo este bordado misterioso se desvanecía y me encontraba de nuevo en el lugar donde dos y dos son cuatro. ¡Oh! ¡Tierra! ¡Con qué celo guardas tus secretos!
4 de octubre
He ido a la Comisión de la Administración Pública en Burlington House para presentarme al puesto del M. B. Ninguna suerte con el examen. Toda la preparación de estos nueve meses sólo me ha servido para dos preguntas. En resumidas cuentas, me ha ido mal, no conseguiré el puesto y dentro de pocas semanas regresaré a los áridos territorios de N., otra vez bajo el antiguo régimen, para contar obviedades de los untuosos guardianes de los pobres y recibir condolencias de personas no del todo disgustadas por las desgracias ajenas.
14 de octubre
He regresado a casa desde Londres. Al cruzar la puerta, me he sentido terriblemente derrotado. Era obvio que regresaba tras una huida fracasada.
22 de octubre
He diseccionado una Squilla[36] por la que pagué dos chelines y seis peniques al Laboratorio Marino de Plymouth.
23 de octubre
Ambición
Intento seguir alguna filosofía práctica de vida que me pemita aceptar la decepción con ecuanimidad y soportar las reuniones del concejo municipal con una sonrisa amplia y tolerante. En este momento, me consume la ambición. Era ambicioso ya antes de que me pusieran pantalones. Recuerdo que, de pequeño, me preguntaba si era un joven Macaulay o un Ruskin, y decidía en secreto que sí, que lo era. Mi mente infantil incluso se mostraba resentida contra quienes insistían en mirarme como un niño normal y no como un prodigio. Desde entonces, lucho contra este cáncer y, como el éxito no llega, resulta más doloroso.
24 de octubre
Por la mañana un Consejo Municipal y, por la tarde, un Consejo Rural. Mientras espero que pasen a limpio la abominable basura que tengo en el cuaderno y se convierta en un artículo del periódico, y cuando todavía no se han desvanecido del todo las imágenes soñadas de llevar una tranquila vida de estudioso en Cromwell Road, ¿dónde puedo buscar consuelo? ¿En la conciencia de que he hecho todo lo que podía? Eso sólo es la típica frase de una madre a su hijo.
Quizá, al fin y al cabo, sea una vida limitada ésta de dividir y escarbar en pequeños secretos encantadores, manejar un diligente escalpelo y un microscopio y después airear los hechos obtenidos en endebles teorías. Entretiene mucho al naturalista, pero deja al mundo impasible. Algunas veces envidio al fanático que tiene una misión concreta en la vida. La vida, sin ella, parece vacía. Quizá la vida sea sólo la monótona ejecución de nuestras tareas cotidianas: el soldado, el marino o el cerero siguen adelante, sin vivir, limitándose a trabajar, sin pensar, hipnotizados con la rutina y la puntualidad, convertidos en otros tantos muñecos mecánicos garantizados que sólo se detienen cuando la muerte se los lleva… Me asombra que los hombres tengan que pasar gran parte de los preciosos días de su existencia trabajando como esclavos a cambio de comida, ropa y las necesidades elementales para subsistir.
Para resumir mi abatimiento, ¿de qué sirve semejante vida? ¿Adónde lleva? ¿Adónde voy? ¿Por qué iba a trabajar? ¿Qué significa esta procesión de noches y días por la que todos avanzamos firmes y severos, como si tuviéramos algún fin u objetivo…? Naturalmente, la cosa es distinta para el hombre que cree en el otro mundo y en un dios personal. El cristiano es el egoísta par excellence. No le importa la aniquilación mediante arduo trabajo en este mundo si consigue la vida eterna en el próximo… No le importa el presente y malgasta la vida. Este individuo intolerable sería capaz de estar alegre en una mazmorra. Porque considera que Dios Todopoderoso, allá en el Cielo, está siempre mirando por el agujero de la cerradura y toma nota para su vida eterna.
26 de octubre
El hombre cínico e hipócrita que estudia a La Rochefoucauld y se enorgullece de conocer los motivos humanos se complace en señalar que toda acción y todo motivo son egoístas, desde el filántropo que hace publicidad de sí mismo con sus obras de caridad hasta el fanático que olvida su vida por una causa. Lo son incluso las caridades secretas, porque dan placer al donante. Así, el cínico piensa que, de un solo tajo de su escalpelo psicológico, ha desnudado la naturaleza humana para que muestre todas sus depravaciones. Lo único que ha hecho, en realidad, ha sido reclasificar los motivos. En lugar de agruparlos como egoístas o no egoístas (lo que sería más adecuado), considera que todos son egoístas, método que le obligaría, incluso a él, a reconocer distintos grados de egoísmo. Por ejemplo, el egoísmo de un hombre que pega a su mujer es más bajo que el del hombre que da la vida por otro.
28 de octubre
Ha llegado el resultado. Como me temía, he suspendido. He quedado cuarto y sólo hay tres plazas.
7 de noviembre
Es inútil lamentarse por el rumbo de la fortuna. No significa gran cosa tener objetos preciosos —por mucho que los deseamos— cuya posesión depende de circunstancias ajenas a nuestro control.
9 de noviembre
He comido en el Devonshire Club de St James’s Street, W., con el doctor — y el señor —; este último mostraba fenómenos sintomáticos tales como un monóculo y polainas. Una comida de ocho platos. Sólo he cometido un error: me he servido la ensalada en el plato principal en lugar de ponerla en el plato de acompañamiento. He estado terriblemente nervioso y tímido. Al parecer, esperaban que hablara de mí y de mis habilidades y, con este objetivo, me han acicateado. Pero yo soy un animal especial y antes de abrir mi corazón necesito una mise en scene más propicia que un club del West End, y un método de aproximación más discreto que las miradas escrutadoras de dos profesores que parecían tomarme por una simple máquina tragaperras. Los nervios me han dejado helado y la cosa no ha ido bien.
11 de noviembre
He regresado a casa y allí me esperaba una carta del doctor A.[37] ofreciéndome sesenta libras al año por un trabajo temporal como ayudante en el Laboratorio Marino de Plymouth.
He salido de Londres terriblemente deprimido. No cabe duda de que pretenden librarse de mí.
Leo Nacido en el exilio, novela de G. Gissing[38]. Godwin Peak, con su individualismo orgulloso, su capacidad de torturarse y su languidez sentimental, me recuerda a mí mismo.
20 de noviembre
Catarro nasal purulento. Tengo el corazón débil. Palpitaciones tras el menor esfuerzo, pero no tardaré en blandir mis armas en la batalla de la vida, y no estaría bien que me comportara como un hipocondríaco… Que me ataquen todos los poderes del mundo y del diablo, al final, ganaré, aunque la conquista tal vez sólo yo la vea.
He aceptado el puesto de Plymouth.
30 de noviembre
Los últimos días he estado luchando contra varias crisis cardíacas. Voy mejorando poco a poco e intento olvidar lo antes posible las imágenes de muertes repentinas, ataúdes y necrológicas.
2 de diciembre
Muerte
Cuando somos muy jóvenes, la muerte nos inspira curiosidad, como le sucedió a Caín al principio[*]. Es un fenómeno extraño y excepcional que no podemos comprender, y cada vez que oímos hablar de la muerte de alguien, intentamos recordar el aspecto que aquella persona tenía en vida y, si no lo conseguimos, nos sentimos decepcionados. El empeño reside en descubrir lo que es eso, la muerte, comparar dos cosas, la idea de la persona viva y la idea de esa persona muerta. Al final, muere alguien que conocemos bien y ése es el primer sobresalto… Nunca olvidaré cuando murió el ama de llaves del colegio de D… A medida que pasan los años, nos acostumbramos al personaje de la guadaña, y la muerte de un conocido no pasa de ser un mero cotilleo.
¡Supongamos que existe el fuego del infierno de los ortodoxos! ¡Nada nos garantiza que no sea así! Parece increíble, pero hay muchas cosas increíbles que son ciertas. No sabemos con certeza que Dios no sea tan cruel como un inquisidor español. ¡Supongamos entonces que lo es! Si después de morir nos arrojan al fuego, a nosotros, los malvados, arderemos. Nada podrá remediarlo. Ése será el orden divino. Es terrible que estemos tan indefensos y dependamos tanto de alguien, aunque ese alguien sea Dios.
9 de diciembre
Algunas veces creo que estoy volviéndome loco. Paso días abrumado por los misterios y tristezas de las cosas, por lo que el más común de los objetos, el más familiar de los rostros —hasta el mío— me resultan fantasmales, irreales, enigmáticos. Me sumo en una actitud de escepticismo casi total, de nesciencia, incluso solipsismo, en un mundo de cosas mudas, enigmáticas como esfinges, incapaces de explicarse. Me ensombrece el descubrimiento de mi situación: soy un ser sensible en un globo en el espacio. Me gustaría no ser nada.
Más tarde: Mientras me encontraba en una reunión pública, el botones se me ha acercado y me ha susurrado sin vacilar:
—Acabamos de recibir una llamada telefónica: su padre está en la estación de T.[39], inconsciente. Parece evidente que ha sufrido una apoplejía.
(La palabra «inconsciente» me ha golpeado hasta dejarme aturdido. Mi madre me esperaba en la puerta terriblemente preocupada, temiendo lo peor.)
Hemos subido al tren con el médico y lo hemos llevado a casa en un coche; gracias a Dios, todavía estaba vivo, pero inerte. Ha tenido valor suficiente para sonreír y darme la mano izquierda, aunque no podía hablar y tenía el lado derecho paralizado. Un mozo lo ha encontrado en la estación término, tendido en el suelo de un tren de segunda.
10 de diciembre
Está un poquito mejor. Hace ya quince años que tuvo el primer ataque de parálisis.
Voy a hacerme cargo de todo su trabajo y he escrito ya renunciando al puesto de Plymouth.
23 de diciembre
Me ha costado un verdadero esfuerzo subir a su dormitorio y decirle alegremente que, al final, no iba a ir a P. y que no me importaba nada. Me he reído quitándole importancia y papá se ha tranquilizado. Un chiste buenísimo. Lo que me molesta es que los demás, la masa sin cerebro ni corazón, como señala Schopenhauer, siga considerándome uno de los suyos… He estado a punto de escapar a un laboratorio de la costa y ahora me parece muy duro verme de golpe devuelto a la mugre y el sudor del periódico. Y es muy duro.
26 de diciembre
Windy Ash
He ido con el perro a dar un paseo por Windy Ash. Era una hermosa mañana de invierno: el sol bajo brillaba con luz pálida, pero no daba calor —más parecido a la luz que al fuego—, los setos estaban desnudos y bien recortados, un olmo muy podado mostraba unos muñones blancos que tenían un brillo líquido bajo el sol, un zarapito real silbaba en lo alto, un sendero profundamente excavado lucía limpio y liso por las lluvias de invierno, se oía algún disparo desde un puesto lejano, un chochín silencioso y manso se posaba en una zarzamora y, sobre la puerta de la verja con cinco barras, se alzaba un rodillo de granito con rayos. Me he apoyado en la puerta de la verja y he visto las grandes volutas de nubes en el cielo como colas de cometas. Todo era frío y cristalino.