10 de marzo
Trabajo frenéticamente para poder seguir con mis cosas, además de la tarea diaria como periodista. Taquigrafía, mecanografía, alemán, las clases de química, las conferencias sobre electricidad, la zoología (incluidas las disecciones) y trabajo de campo. Estoy leyendo Músculo y nervio, de Mosentha.
7 de abril
He seccionado una sanguijuela. H. T. me ha prestado un micrótomo y he cogido una vieja navaja de afeitar. Ahora, la mesa que tengo en el desván está acondicionada como la de un laboratorio. Me levanto todas las mañanas a las seis para hacer disecciones. He trabajado en la anatomía de un Dytiscus, un Lumbricus, otra sanguijuela y un Petromyzon fluviatilis, todos recogidos por mí[20]. El aparato branquial del Petromyzon me ha interesado mucho, pero cuesta una barbaridad diseccionarlo[*].
1 de mayo
He ido en bicicleta al faro y a la boca del estuario. Bajo unos cables de telégrafo, he cogido un guión de codornices en excelente estado. Tiene las alas de un hermoso color castaño cálido. Mientras barría las dunas con los prismáticos en busca de un chorlitejo grande, que anida aquí, en las playas de guijarros, he visto un tarro blanco (Tadorna) agazapado en un lugar donde el terreno era llano. Me he acercado con cuidado y he visto que estaba muerto: era un macho de espléndido plumaje, recién muerto e intacto. Me lo he guardado en el bolsillo interior del abrigo, junto con el guión. El abrigo quedaba un poco abultado, porque un tarro blanco es casi tan grande como un ganso. He oído también una buscarla pintoja, raro pájaro en el norte de D.[21] Después, tras observar con paciencia, he visto el ave en una zarzamora, trepando como un ratón.
Junto al mar, he recogido una serie de ratones marinos (Aphrodita) y los he metido en mi jarra del setenta por ciento, ya que son útiles para diseccionar. También he encontrado el cráneo de un Scyllium, que describiré más tarde.
Cerca del faro he visto que varios pescadores sacaban un gran salmón con una jábega lanzada desde la orilla. Ha sido muy interesante. En el camino de vuelta, he pedaleado tres millas sobre la arena dura con el viento a la espalda hasta llegar al pueblo donde he tomado el té y, como si nada pudiera estropear la buena suerte de hoy, me he encontrado a Margaret. Le he enseñado, uno por uno, todos mis tesoros: el guión, el pato, el cráneo, los ratones de mar, etc. Y me he sentido como Thomas Edward, el querido amigo de Samuel Smiles[22]. Le habré parecido una persona ridícula.
—¿Y cómo sabes que el cráneo es de un tollo? —me ha preguntado, incrédula.
—¿Y cómo sé lo que sé? —he contestado, un poco picado.
Al llegar a casa, me he encontrado a T. esperándome con la noticia de que había descubierto el nido de un pico. ¿Cuándo dejaré de tener suerte? Nunca he vivido diez horas seguidas tan perfectas al aire libre. Estos días de verano hacen profunda mella en mí. El mar me ha estado bramando en los oídos y me ha quemado el sol, de manera que incluso tengo moreno el dorso de la mano. Y además: esos ojos negros como el carbón. ¡Ah, qué bonita es!
2 de mayo
He diseccionado el tarro blanco. Ha sido muy interesante descubrir la extraordinaria asimetría de la siringe…
3 de mayo
He diseccionado el guión de codornices, he examinado con cuidado el pésulo, los bronquios (incompletos) y las membranas timpaniformes y semilunares de una siringe muy interesante…
6 de mayo
He diseccionado uno de los ratones marinos. Tiene una notable serie de conductos hepáticos que van hacia el canal de alimentación, como en el caso de los nudibranquios…
9 de mayo
Primavera en el bosque
Metidos entre los robles jóvenes, parecíamos envueltos en una nube verde. Las hierbas altas y verdes proyectaban una luz verde sobre el verde tierno de los robles, y el sol apenas conseguía llegar aquí y allá. Entre la hierba, se mecían los grupitos de campánulas. En lo alto de los robles, he oído a las hojas susurrar secretos con sonidos silenciosos. Los pájaros, los árboles y las flores se comportaban con reserva y misterio, como una madre embarazada. Todos los seres vivos se confabulaban, ocupados en el mismo asunto. En los prados bañados por el sol, la influencia era otra. Allí todo era alegre, vivo, irresponsable. El arroyo cotorreaba como una colegiala incoherente. Las caltas, con vistosos sombreritos amarillos, jugaban al corro.
Un roble joven hace que cualquier hombre mayor se sienta anciano. Cualquier roble joven y obediente ofrece tantas y tan tremendas posibilidades que uno siente la tentación de ponerle la mano encima y darle algún consejo experimentado, de fuste.
1 de junio
Una pequeña víbora roja
He ido a las sesiones de L. Después de que se levantara la sesión del tribunal, he transcrito las notas rápidamente y me he dirigido hacia el famoso Valle de Rocas que Southey[23] describió como las costillas que asoman de la vieja Tierra. Al pie de una de las colinas he visto una serpiente, una víbora roja. En cuanto la he visto, le he puesto la bota encima rápidamente para que no se escapara y después he reconocido que se trataba de un ejemplar de la que considero la cuarta especie de las serpientes británicas: una Vipera rubra. La dificultad estribaba en inmovilizarla. Esta especie es más feroz que la ordinaria V. bera y no me gustaba la idea de ponerle la mano encima para sujetarla por el cuello. Me he quedado tanto rato pisándola con tanta fuerza que me dolía la pierna y he empezado a pensar si me habría mordido. He aguantado hasta que he parado con un gesto el carro de un panadero que venía por el camino. El hombre ha bajado y ha corrido por la hierba hasta donde yo estaba. Le he enseñado lo que tenía bajo la bota y ha sacado un trozo de cuerda, lo ha atado alrededor de la cola de la serpiente y ha levantado suavemente a la alimaña. Parecía moribunda, pero le he aplastado la cabeza sobre la hierba con el talón para asegurarme. Tras despedirme del panadero y darle efusivas gracias, he recordado que las víboras son muy resistentes, de manera que he seguido llevándola por el cordel y, de vez en cuando, la sacudía contra una piedra. Como estaba muerta, la he envuelto en un papel y me la he metido en el bolsillo pero, para estar seguro, no le he quitado la cuerda y la he dejado colgando del bolsillo. Así que he hecho el viaje de dos horas en tren a casa con la víbora en el bolsillo del abrigo, que he guardado en la redecilla situada sobre mi cabeza. Me he puesto a leer un libro sobre la Ética de Spinoza. Una vez en casa, el animal estaba vivo y, al sacarlo con la cuerda, ante mi infinita sorpresa, se ha enroscado en el suelo del cuarto de estar, siseando con rabia. La he matado con el atizador y he estropeado la piel.
18 de julio
He tenido dolor de muelas durante una semana. Soy demasiado cobarde para dejar que me la arranquen. Me he puesto en marcha por la mañana temprano para informar sobre el señor Duque, Abogado del Reino. Tras una semana de dolores, me sentía un poco pachucho. Durante todo el camino en tren, he intentado hacerme a la idea de lo que me esperaba pensando en el ejemplo de Zola, que calmaba el dolor con trabajo. Así que durante todo el día he intentado por todos los medios actuar como si no tuviera el peor de todos los males: dolor de muelas. Cuando he llegado a casa estaba agotado, pero lo cierto es que me dolía menos. Esto ha hecho que me pusiera ferozmente alegre y, tras varios días de un silencio taciturno, hoy a la hora de cenar los he hecho reír a todos al soltar, de repente: «No sé si sabréis que he tenido un día horrible». Lo he explicado con detalle y he recibido el ungüento sanador de la comprensión. Me he ido contento a la cama, todavía con dolor de muelas. Me temo que ya no seguía el modelo de Zola al divulgar la historia de mis sufrimientos… No, no soy un mártir ni un santo. Sólo un tipo vulgar que lo pasa mal.
17 de agosto
De pesca
Me lo he pasado en grande en las rocas, pescando con la marea baja. He cogido varios Motella quinquecirrata y un gran Cottus bubalis. Hoy el sol no se limitaba a brillar: caía del cielo en una catarata e inundaba de luz la arena. Sentado en una roca, con una red de pesca en las rodillas, miraba sobre tres millas de arena amarilla, lisa y compacta. El sol caía con tanta fuerza que parecía levantar tres pies de polvo dorado y luminoso.
En las rocas, había una linda joven con un sombrero rosa que también pescaba en compañía de S., el artista, que ha enviado el retrato de la joven a la Royal Academy. Se han dado cuenta de que yo era aficionado a la naturaleza, por lo que han buscado mi juicio sobre un «pez» que habían pescado. Era un calamar, «un bicho muy raro», ha dicho ella.
—Es la misma clase de animal que la sepia y el pulpo —le he explicado.
—¿Pica?
—¡Oh, no!
—Pues con la cara que tiene, debería hacerlo —ha dicho, riendo alegremente, y el barbado pero juvenil artista también se ha reído.
—No sé nada de cosas de éstas —ha dicho él con gesto de impotencia.
—Yo tampoco —ha contestado el naturalista con modestia—. Yo estudio los peces.
Desconcierto.
—¿Peces? Y, entonces, ¿qué es el calamar?
… El artista se detenía de vez en cuando y se levantaba las gafas cuando pasaba un barco, y el rostro de Maud desaparecía bajo el sombrero rosa cuando se detenía sobre un charco para examinar un alga o un cangrejo.
Es encantadora, y me ha regalado el calamar. ¡Qué personaje tan alegre!
1 de septiembre
He ido con mi tío a ver a un pastor wesleyano cuya fama como experto en el uso del microscopio, según mi tía, merecía que lo visitara. Como esperaba, era un viejo tonto, un fanático de las diatomeas[24], un entusiasta de monerías de portaobjetos que nada tenía de científico. Da conferencias a las Bands of Hope[25] sobre el ciclo biológico de las mariposas y no soporta a su vecino, también aficionado al microscopio y, casualmente, un científico auténtico, porque se interesa por «parásitos y bichos asquerosos».
Le he señalado que su vecino me había enseñado un anfioxo.
—¡Ah! Será una de esas asquerosas bacterias —ha dicho enfurruñado—. No entiendo a Wilkinson, es un pervertido.
Le he explicado lo que es un Amphioxus[26] y me he reído de él para mis adentros. Le gusta pensar que la zoología es una serie de lindas imágenes que ilustran bonitas verdades morales. Sólo lo salva su entusiasmo… Después de poner en foco un objeto para que lo viéramos, se quedaba a nuestro lado, conteniendo la respiración, mientras nosotros nos acercábamos al tubo bizqueando y soltábamos tremendas exclamaciones de sorpresa como «¡Cáspita!» o «¡Pardiez!». Le brillaban los ojos de entusiasmo y nos seleccionaba de inmediato otro milagro para que lo viéramos.
—Son verdaderos milagros —decía—. Esto de aquí son las valvas —añadía mientras se lavaba las manos con jabón invisible—. Hasta la fecha, nadie ha podido resolver el problema de las valvas de las diatomeas. Nadie sabe lo que son ni nunca lo sabremos, ¿por qué? ¿Por qué no podemos ver detrás de las valvas? ¡Porque detrás de las valvas está Dios! ¡Por eso!
Amén.
1 de octubre
He telegrafiado las mil palabras del discurso de lord – en T. He pasado la noche en una cómoda posada rural y he leído las letras de las canciones de Moore[27]. «Rema suavemente, gondolero mío», se repetía una y otra vez en mi cabeza. La posada es antigua y tiene un pasillo largo y estrecho que lleva directamente de la puerta delantera a la parte trasera, con salas de fumar y salones revestidos de madera a cada lado. Tiene perros de porcelana, salvado por el suelo y un cuadro del Día del Derby con caballos en un increíble galope, el zumbido de un viejo compañero en el bar y un agradable olor a levadura. He dormido en una habitación notable, llena de muebles macizos, cubiertos con paños y chucherías. La cama tenía encima un tremendo dosel que parecía un catafalco y al acostarme en ella me sentía como si fuera una estatua. Leí a Moore hasta altas horas y después me di cuenta de que me había dejado la bolsa en el piso de abajo. Encendí una vela y emprendí un viaje de exploración. Hice mucho ruido, pero no desperté a nadie. Entré en el salón, la cocina, las despensas, la sala, el bar: pasé por todas partes en busca de mi bolsa, dejando caer sebo por doquier. He dormido con la camisa puesta. Estaba cansado y he dormido como un lirón.
3 de noviembre
La linterna de Aristóteles
He diseccionado un erizo de mar (Echinus esculentus). Estaba muy emocionado al ver por primera vez la linterna de Aristóteles[28]. Estos complicados mecanismos animales nunca parecen rancios, a pesar de los eones de evolución. Cuando abro un erizo de mar y veo la linterna o disecciono una lamprea y pongo los ojos en su aparato branquial, estas estructuras me parecen tan acabadas y exquisitas como si me llegaran directamente de las manos del Creador. Son recientes, jóvenes, nuevas.
3 de diciembre
Mucho trabajo con la disección de un tollo. Conferencia en el deanato rural por la tarde. Me gusta esta doble vida que llevo. Me sorprende estar examinando el cerebro de un tollo por la mañana y pasar la tarde tomando notas en taquigrafía de lo que cuenta el obispo sobre el trabajo de las misiones.
4 de diciembre
He ido a ver al cirujano veterinario y le he rogado que me diera el cráneo de un caballo. Me he llevado el trofeo a casa bajo el brazo, a la vista de todos. «Mecachis, si es la cocorota d’un caballo», ha dicho M.[29] cuando he vuelto.