Notas

[1] Se llamó Gettone una colección iniciada por E. Vittorini donde se reunían obras de autores de vanguardia. (N. del T.) <<

[2] Hurto de ganado. (N. del T.) <<

[3] Organización juvenil fascista de carácter paramilitar, que podría corresponder a los «flechas» de la Falange española. (N. del T.) <<

[4] Grupos fascistas universitarios. (N. del T.) <<

[5] Alemán: Koventrizieren, de Coventry, ciudad destruida por la aviación nazi el 15 de noviembre de 1940. (N. del T.) <<

[6] Organización fascista de espionaje: Opera Vigilanza (e) reppressione (dell’) antifascismo. (N. del T.) <<

[7] Moneda acuñada por los aliados en Italia durante la inmediata posguerra: Allied Military Lira. (N. del T.) <<

[8] En castellano en el original. (N. del T.) <<

[9] Monjes y curas escúchalos en misa pero luego golpéales los riñones. (N. del T.) <<

[10] Lo mismo que para am-lire, o sea, Allied Military, profesor. (Nota del traductor.) <<

[11] Edición nacional de las obras de Giuseppe Pitré, volumen XXVI, Roma, 1940.

Meses después de la publicación de este pequeño libro, se descubrieron en el palacio Steri tres celdas de las cárceles inquisitoriales llenas de inscripciones y dibujos; de ahí esta presente nota, que fue publicada en La fiera Letteraria, el 22 de noviembre de 1964.

«Aquella cultura siciliana, de la que el difunto Giovanni Gentile nos informaba en el ensayo II tramonto della cultura siciliana, poseía una característica: sus protagonistas desarrollaban una especie de diálogo para sordos. Y no podía ser de otra manera en una tierra donde el individualismo y el amor propio alcanzaban cotas de vértigo y, a veces, mortales.

»Podríamos aportar muchos ejemplos de ello. Pero sólo nos detendremos en el que ahora nos interesa: de cómo Giuseppe Pitré, por no haber leído, o haber leído superficialmente, un libro de Vito La Mantia, contemporáneo suyo y quizás amigo, perdió la posibilidad de dar una visión completa de las cárceles de la Inquisición en Palermo, las cuales fueron durante meses, incluso años, uno de sus más importantes centros de interés, lugar de investigación no sólo intelectual sino también de delicada y extenuante manualidad.

»En 1906, un concejal del Ayuntamiento de Palermo, el abogado Giuseppe Cappellani, advertía a Pitré que durante los trabajos que se estaban realizando para adaptar ciertos locales del Palacio Chiaramonte como archivo del tribunal penal, “al saltar la cal de forma espontánea, se entreveía no sé qué figura”. «No dudé ni un momento en ir a verlo, impaciente por encontrar algo útil para el conocimiento del lugar», dice Pitré. Y, en efecto, encontró en cuatro antiguas y repetidas capas de pintura lo que con una feliz frase llamó «palimpsestos de la cárcel»: dibujos y escritos que durante casi dos siglos los prisioneros de la Inquisición habían dejado en aquellos muros.

»Examinó tres de las seis celdas, porque las otras tres ya habían sido echadas a perder por los trabajadores de readaptación. Al concluir su paciente investigación (que se contraponía a la impaciencia de los trabajadores y de los burócratas del juzgado), las paredes de esas tres celdas fueron cubiertas con cañamazo pintado al temple.

»Técnicos y obreros, que seguramente conocían todos los rincones del antiguo palacio, se guardaron mucho de decirle que en el entresuelo estaban las llamadas cárceles filipinas, apenas iluminadas por aberturas que daban a la plaza Marina: tres celdas cuyas paredes rebosaban de escritos, dibujos y pinturas de los prisioneros y que tal vez se habían ahorrado una última mano de cal, gracias, precisamente, a la calidad de las pinturas.

»Lo bueno, sin embargo, es que Vito La Mantia, el único que, hasta el momento, ha intentado escribir una orgánica historia de la Inquisición en Sicilia (basada, no obstante, en los pocos documentos que lograron soslayar la destrucción del archivo de la Inquisición), en un libro publicado dos años antes del hallazgo de Pitré, había ya dado la noticia de estas tres celdas, y dicho libro, Del Sant’Ufficio a Palermo e di un carcere in esso, viene citado repetidas veces por Pitré. Pero ahí no acaba todo. Como Pitré había comunicado la existencia de dos dibujos geográficos que representaban a Sicilia, un estudioso del tema, Giuseppe di Vita, fue a examinarlos, antes, claro está, de que Pitré acabará su trabajo, dado que —como sabemos— en seguida los obreros hicieron limpieza en aquellas celdas. Di Vita, en esa ocasión, vio aquellas celdas que, por el contrario, pasaron inadvertidas al anciano e ilustre estudioso. Es más, aquél informó del tema en el congreso geográfico que tuvo lugar en Palermo en 1910 (y es posible que entre los libros de Pitré se encontrara una copia impresa de esta relación).

»En todo caso, esto no es más que una anécdota de la cultura siciliana en el momento en que, según Gentile, emitía sus últimos y crepusculares resplandores. Todavía más importante es el hecho de que en estos momentos, mientras el palacio Chiaramonte vuelve a ser objeto de restauración, y esta vez para devolverle su estructura original, el periodista Giuseppe Quatriglio haya descubierto esas tres celdas cuya existencia conocían La Mantia y Di Vita e ignoraba Pitré; intactas, quizá, porque habían sido salvaguardadas por los tomos del archivo que en ellas descansaban. Y constituyen el más vivo y directo testimonio del drama que la Inquisición supuso para los pueblos que la sufrieron, de manera que hay que conservarlo a toda costa.

»En esas paredes no queda ningún espacio en blanco. Cada prisionero ha dejado una huella de su pena y de sus pensamientos. Uno ha señalado los días con una serie de barras verticales, otro ha confiado a la pared el grito de su inocencia, otro ha dado testimonio de resignación y aun otro de soberbia. Hubo quien sólo escribió su nombre y quien hizo versos devotos; quien transcribió fragmentos de las Escrituras y quien quiso burlarse dolorosamente de la condición en la que se encontraban él y quienes le acompañaban. Hubo quien pintó lugares que recordaba o fantásticos, y representó a Cristo, la Virgen y los Santos.

»Entre los escritos sorprende uno que, irónico y burlesco, reza como sigue: Allegramenti o carcerati, ch’quannu chivoi a buona banda siti, o sea «Alegraos, prisioneros, porque cuando llueve estáis a cobijo». Y esta otra, que suscita imágenes de sufrimiento y torturas: Siempre callé. Luego el resuelto contrapunto a la visión cristiana de la vida: Poco padecer/eterno disfrutar/poco disfrutar/eterno padecer. Uno escribió de sí mismo y de sus compañeros: Isti sunt qui calicem Domine biberunt; mientras que otro retraíase de la confianza que había depositado en los demás (y cuyo fruto fuese, tal vez, la cárcel) con el dístico siguiente: Desdichado el hombre, inicuo y reo/que confíe en el hombre y no en Dios. Y otro, aludiendo quizá al destino de ultratumba de los inquisidores, escribía: Pocos llegan al cielo, estrecha es la senda.

»Es extraño encontrar, en un lugar donde, según las acusaciones, estaban encerrados los campeones de la herética perversidad, los blasfemos y los reos de prácticas y comercio con el demonio, tantas expresiones de devoción y plegaria. Dos sonetos, uno completamente legible y otro hasta el sexto verso, están dedicados a la Cruz, no son de gran intensidad espiritual, pero están bien construidos: Las almas, que errantes, tristes y perdidas,/Riesgo corrían del barranco eterno,/Bajo este árbol santo a su credo/la grey el buen Pastor convertía./Sobre este altar gran Sacerdote ofreció/La hostia que aplacara la ira de Dios.

»Es de suponer que estos versos son una especie de comentario de dos grandes crucifixiones pintadas en dos celdas distintas y por manos diversas. Una de las cuales se debe, sin lugar a dudas, a un artista de excepcional sensibilidad y notable capacidad técnica; la otra es muy posible que sea obra de un aficionado que imita los modelos populares. La primera representa a Cristo en la cruz sobre un paisaje familiar, tal vez, para el artista: casas e iglesias en una bahía o golfo, dominadas por una colina donde se elevan tres cruces; al fondo, en alto, un cielo estrellado y una luna que acoge en su hoz un perfil exagerado, lleno de hipocresía y helada maldad. Considerando que la creencia popular reconoce en las manchas lunares la cara de Caín, se podría pensar que el pintor quiso reproducir el rostro de un tirano o, en cualquier caso, de alguien que pesó sobre su destino. La otra crucifixión, pese a no estar exenta de sugestión, en particular el diseño del costado o el rostro de Cristo, no nos plantea el problema de la anterior, a saber el de aproximamos a la identidad de su autor.

»Este problema lo plantea asimismo un paisaje (un auténtico trompe-l’oeil que en esa avara luz debía aparecer una de esas pinturas sobre seda entre dos barritas metálicas que colgaban de la pared por medio de un cordón) y una pintura redonda de considerable tamaño que representa a la Virgen con el Niño y dos Santos que les adoran (y también en ésta se da «el engaño» del marco). La concepción de la pintura redonda no pertenece a un pintor aficionado. Su realización, disposición y estilo suponen una cultura figurativa en la que predomina cierta experiencia del siglo XVII napolitano: Giordano y Solimera. Pero no creo que se pueda afirmar que la más bella crucifixión (en la que hay un vago recuerdo antonelliano) tenga nada en común con el paisaje trompe-l’oeil ni con la pintura, que con bastante seguridad podemos atribuir a la misma mano. Una mano quizás más suelta y ligera que la que realizó la crucifixión, o tal vez podamos atribuirla a uno que hizo larga penitencia en la cárcel, si se llegara a demostrar que es el responsable de otras pinturas hagiográficas de estilo popular.

»Un problema complejo, pues, que se plantea en los siguientes términos: en el siglo XVIII se hallaban en la cárcel de la Inquisición dos pintores, uno de correcto oficio y suficiente cultura y otro no menos preparado desde el punto de vista técnico ni menos informado, pero de sensibilidad y expresión más complejas. Problema casi irresoluble, incluso para los más profundos conocedores del arte y de los artistas de este período. Este fue el mismo problema con que se encontró Di Vita cuando intentó atribuir los dibujos geográficos de Sicilia, que, realizados con certeza en el siglo XVII y con toda seguridad no antes de 1637, no podían ser más que obra de un geógrafo o de un hombre de cultura excepcional. Di Vita lanzó dos hipótesis: Carlo Ventimiglia o Francesco Nigro. Pero no existen pruebas de que ninguno de los dos hubiese tenido problemas con la Inquisición. Y esto mismo ocurría fuese cual fuese el nombre del artista, un artista que hubiera trabajado en Sicilia durante el siglo XVII, que nos aventuráramos a proponer en relación con las citadas pinturas.

»Los pocos nombres que hemos logrado leer en las paredes no pertenecen a nadie que fuera pintor: Giuliano Sirchia, Pietro Lanzarotto, Francesco Gallo. Este último escribió que había estado diecisiete días en aquella celda en el mes de abril de 1772; ninguna de las otras fechas que se leen es anterior a 1770. Lo que nos induce a pensar que el último estrato del palimpsesto, o sea el que nosotros conocemos, pertenece al último ventenio de la Inquisición en Sicilia. Esta consideración, que sería preciso comprobar de un modo más riguroso, reduce aún más el campo de trabajo: de 1770 a 1782. El resultado, sin embargo, no sería nunca seguro. Por ello nos preguntamos: ¿cuántas personas, entre 1487 y 1782, en Sicilia, tuvieron problemas con la Inquisición? Sabemos a ciencia cierta que doscientas treinta y cuatro por lo menos fueron secularizadas para la hoguera. Pero ¿cuántos fueron los acusados, los condenados a penas menores? ¿Y cuántos poetas, filósofos y artistas había entre ellos?

»La respuesta a estas preguntas se halla encerrada en los documentos de la Inquisición de Palermo o Sicilia, en el Archivo Nacional de Madrid. Esperemos que algún historiador se decida a estudiarlos.»

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[12] Traducción italiana: Epopea della Spagna, Milano, 1948. En el mismo libro se encuentra otra joya d’orsiana sobre la Inquisición: «… es preciso recordar que la Inquisición fue, en España, una institución menos religiosa que política; más que política, pedagógica; más que pedagógica, policíaca.» Este estilo y juicio en forma de cola de topo, o sea que se va haciendo cada vez más sutil hasta desaparecer, es el gran recurso de D’Ors; y le va bien cuando habla del barroco, pero muy mal cuando habla de la Inquisición. El historidor jesuita Juan de Mariana, que escribió a finales del siglo XVI, estaba mucho más adelantado que Eugenio D’Ors (y, hay también que decirlo, que alguno de nuestros historiadores) en lo referente a la Inquisición. Es cierto que, para nadar y guardar la ropa, la calificaba «remedio enviado por el Cielo», pero añadía: «Lo que asombra es que los hijos pagaran los delitos que habían cometidos los padres; que no se conociera ni supiera quién era el acusador, ni hubiese citación de testigos, o sea todo lo contrario a lo que se acostumbraba hacer antiguamente en los tribunales. Además, parecía una novedad que semejantes pecadores fueran castigados con la pena de muerte; y, lo que era más grave, que a causa de esas investigaciones secretas disminuyera la libertad de escuchar y hablar, porque en la ciudad, pueblos y villas había personas cuya tarea era la de comunicar todo lo que ocurría, hechos que algunos consideraban como una esclavitud, como algo semejante a la muerte» (Historia de España, Toledo, 1592).<<

[13] A. Castro, La Spagna nella sua realtà storica, Firenze 1955 (La realidad histórica de España, México, 1975).<<

[14] Diari della città di Palermo dal secolo XVI al XIX, a cargo de Gioacchino Di Marzo, volumen V, Palermo, 1870.<<

[15] Pitré, op. cit.<<

[16] C. A. Garufi, «Contributo alla storia dell’Inquisizione di Sicilia nei Secoli XVI e XVII», en Archivio storico siciliano, XXXVIII-XLIII (1914-1921): trabajo de extraordinaria importancia, que merecía una reedición en forma de libro, considerando además la imposibilidad de encontrar alguno de los fascículos de la ASS en los que fue publicado.<<

[17] Relazione dell’Atto Pubblico di Fede celebrato in Palermo a’ 17 marzo dell’Anno 1658 del P.D. Girolamo Matranga, Chierico Regolare Teatino, Consultore e Qualificatore del Tribunale del S. Ufficio di Sicilia, segunda edición con apéndices, Palermo, 165…? La primera edición, titulada Racconto dell’Atto etc., es menos rica en noticias, pero empieza con dos curiosos grabados referentes a las cábalas astrológicas del padre Matranga.<<

[18] Pitré, op. cit.<<

[19] En castellano en el original. (N. del T.)<<

[20] De Pedro Arbues o de Arbues (san Pedro de Arbues) y de su martirio, en el Inventario dei beni mobili esistente nel Palazzo del Sant’Officio di Palermo realizado por el Tribunal del Reai Patrimonio, el 27 de marzo de 1782 (en La Mantia, L’Inquisizione in Sicilia, Palermo, 1904), figuran unos trece cuadros, algunos de los cuales, ubicados en el primer salón, contaban la vida de Arbues. <<

[21] Racalmuto, Archivo de la Matriz; registro Bautismos 1600-1622.<<

[22] N.T.M., Racalmuto. Memorie e tradizioni, Girgenti, 1897.<<

[23] Ludovico Paramo o de Paramo es el autor de aquel libro que Voltaire cita, bajo la voz Inquisición, en el Diccionario filosófico. «Luis (Ludovico) de Paramo, uno de los más respetables escritores del Santo Oficio… Este tal Paramo era un hombre sencillo, muy exacto en las fechas y hechos, no omitía ningún particular que fuera interesante, y calculaba con sumo escrúpulo el número de víctimas humanas que el Santo Oficio había inmolado en todos los países.»<<

[24] Vito La Mantia escribió dos libros sobre la Inquisición de Sicilia, con riquísima documentación, recogida principalmente en la Biblioteca municipal de Palermo: Origine e vicende dell Inquisizione in Sicilia, extracto de la «Rivista storica italiana», Turin, 1886, y L’Inquisizione in Sicilia, Palermo, 1904; y el segundo no es, como alguien afirma, una reedición del primero.<<

[25] Con el Contributo etc., ya citado.<<

[26] En La Mantia, Origine etc., cit.<<

[27] A quien tiene comodidades y no se sirve de ellas, ni siquiera el confesor le absuelve. (N. del T.)<<

[28] Garufi, op. cit.<<

[29] Un estudio de gran interés es, en este sentido, el de Salvador Caponetto, «Origini e caratteri della Riforma in Sicilia», en Rinascimento, a. VII, n. 2 (diciembre, 1956).<<

[30] A. Castro, op. cit.<<

[31] Infame, que en el collar te pusieron, / comido por las moscas tres largas horas. (N. del T.)<<

[32] Serafino Amabile Guastella, Canti popolari del circondario di Modica, Modica, 1876: «Una mínima desobediencia, una expresión obscena, una semiblasfemia, podía suponer el castigo del collar, infligido despiadadamente por el cura al joven delincuente, o supuesto; se le encerraba por el cuello dentro de aquella estaca de hierro, se le ataban las manos detrás y, desnudo de cintura para arriba, se le untaba con miel. A sus lágrimas, gritos, peticiones de misericordia, plegaria para que al menos le quitaran las moscas de encima, le contestaban con injurias y una marea de silbidos. Todos los muchachos del lugar, que sus familias habían llevado allí a propósito, lo miraban como a una advertencia presente y una amenaza futura.» Esta costumbre, añade Guastella, duró «hasta principios de siglo». Es evidente que, con la supresión de la Inquisición, la corte vicariai pudo adueñarse del anhelado monopolio del collar.<<

[33] Genova-Roma-Nápoles, 1940.<<

[34] F. Maggiore-Perni, La popolazione di Sicilia e di Paterno del X al XVIII secolo, Palermo, 1892.<<

[35] Dizionario topografico della Sicilia, Vito Amico, a cargo de G. di Marzo, Palermo, 1859.<<

[36] R. Pirro, Sicilia Sacra, libro tercero, Palermo, 1641.<<

[37] N. Tinebra Martorana, op. cit.<<

[38] Reeditado en forma de libro, sin fecha, por La Madonna, Milán.<<

[39] I. La Lumia, Giuseppe d’Alesi e la rivoluzione di Palermo del 1647, Palermo, 1863.<<

[40] Sacro Arsenal se titulaban, por lo común, lo que llamaremos manuales de procesamiento de la Inquisición y hay muchísimos. Entre esta multitud nos ha sido particularmente útil el Sacro Arsenal del dominico Eliseo Masini, inquisidor, publicado en Bolonia en 1679. Curioso libro por la abundancia de casos heréticos, y por eso muy probablemente el Santo Oficio ordenara secuestrarlo y destruirlo (Cailleet, Manuel bibliographique, París, 1913).<<

[41] A. Italia, op. cit.<<

[42] Agrigento, Archivo de la Curia Obispal, Registro de Visitas, 1643-1644.<<

[43] Racalmuto, Archivo de la Matriz, Registro Muertos, 1648-1664.<<

[44] G. E. Di Blasi, Storia cronolozica dei Viceré, Luogotenenti e Presidenti del Regno di Sicilia, Palermo, 1842: «Éste, después de haber fingido varias veces retractarse, al final fue condenado a muchos años de galeras; pero una vez aquí incitó a sus compañeros a la rebelión, de manera que fue necesario que el tribunal lo condenara a cárcel perpetua.»<<

[45] En el citado Contributo, etc. Y aquí cabe observar que este trabajo de Garufi, publicado, y probablemente escrito, sin continuidad en el tiempo, aunque con coherencia, entre los años 1914 y 1921, cae a veces en pequeños errores o contradicciones: como la que subrayamos de atribuir a Giuffredi, en el fascículo XL, el informe que exactamente en el fascículo XXXIX había atribuido a un español que escribía «un siciliano mezclado con formas ortográficas y dialectales propias de su lengua».<<

[46] Prefacio al volumen citado, Diari della città di Palermo.<<

[47] S. Di Pietro, Inquisizione e Sant’Officio in rapporto al diritto publico naturale-cristiano, Palermo, 1911.<<

[48] I. La Lumia, op. cit.<<

[49] P. Garcia, Modo di processare nel Tribunale del S. O. della Inquisizione di questo regno di Sicilia, Palermo, 1714. El fragmento que publicamos está en el citado ensayo de Caponetto.<<

[50] Diari della città di Palermo dal secolo XVI al XIX, por Gioacchino di Marzo, volumen XVII, Palermo, 1880: del Marqués de Villabianca.<<

[51] En castellano en el original. (N. del T.)<<

[52] Garufi, op. cit.<<

[53] La posición de Inquisidor no estaba exenta de peligro, porque Juan López de Cisneros murió a causa de una herida que le infligió fray Diego La Matina, un prisionero al que estaba visitando en su celda… (N. del T.)<<

[54] H. C. Lea, The Inquisition in the Spanish Dependencies, Nueva York, 1908. Sin embargo, en lo referente a Sicilia, esta obra, que en su conjunto es fundamental, ofrece poquísimos datos nuevos con respecto a los dos libros ya citados de La Mantia (a quien tanto debe) y a aquel Breve rapporto del Tribunale della SS. Inquisizione di Sicilia, del inquisidor Antonio Franchina, publicado en Palermo en 1744. Del que traduce, casi literalmente, el siguiente pasaje: «murió a consecuencia de una herida que fray Diego La Matina le hizo en la frente, mientras con toda caridad lo visitaba en las cárceles secretas.»<<

[55] Archivo de Estado de Palermo, Protonotario del Reino: Cerimoniali, volumen 1060, pp. 488-489.<<

[56] Delio Cantimori (Prospettive di storia ereticale italiana del Cinquecento, Bari, 1960) divide en tres épocas la historia de las herejías reformistas en Italia:

1) El evangelismo, en el que no es fácil distinguir el movimiento de reforma católica y el movimiento filoluterano, filozwingliano o, en general, favorable a los protestantes. Término cronológico ad quem: 1541-1542 (muerte de Juan de Valdés; Santo Oficio).

2) La crisis del evangelismo; fugas clamorosas o no tan clamorosas, exilio, expansión del anabaptismo, primera aparición de las posturas o tendencias de tipo nicodemítico. Términos cronológicos: de 1541-1542 a 1560 aproximadamente.

3) La segunda generación, sus esperanzas y su derrota (Carnesecchi). Fin del movimiento en Italia (a excepción de algunos residuos clandestinos, fueran o no anabaptistas). Términos cronológicos: 1560 aprox.-1580 aproximadamente.<<

[57] Sobre el caso de la baronesa Carini, famoso por una historia popular en verso publicada en 1870 por Salomón Marino, véase el reciente estudio de Aurelio Rigoli, Le varianti delta «Barunissa di Carini», Palermo, 1963.<<

[58] En el trabajo de Garufi, varias veces citado, encontramos ejemplos de ello, particularmente en las primeras páginas.<<

[59] En castellano en el original. (N. del T.)<<

[60] Al final, acercándosele más el fuego, repitió su antigua y herética blasfemia: Dios es injusto, y murió ahogado por las llamas y el humo. (N. del T.)<<

[61] Gente que, según se creía, contagiaba la peste en el Milán del siglo XV. (N. del T.)<<

[62] Diari etc., v. nota 37.<<

[63] Mercure de France, junio, 1782; pero también en La Mantia, L’Inquisizione in Sicilia, cit.<<

[64] En la Vida.<<

[65] Marmontel, Memorie, Milán, 1822.<<

[66] Pero aun cuando se aviniese con su formación y temperamento, la decisión de destruir el archivo de la Inquisición no se debe a Caracciolo. Del diario de Villabianca se deduce con toda claridad el alivio de la clase aristocrática siciliana frente al acontecimiento, y se adivinan los temblores y apremios que lo precedieron, de los que informó oficialmente el inquisidor supremo monseñor Ventimiglia. Además, el mismo Villabianca nos lo dice. Pero sigue perviviendo en Sicilia, incluso entre personas de cierta cultura, la idea corriente, referente a Caracciolo, de que fue «el que hizo quemar el archivo de la Inquisición», idea alimentada incluso por un historiador, Isidoro La Lumia, quien, sin embargo, trabajó sobre la persona de Caracciolo para su estudio (en Studi di Storia siciliana, Palermo, 1870) y sobre los diarios de Villabianca. Pero también hay que decir que la clase culta siciliana siempre ha mostrado una cierta intolerancia, si no aversión, por Caracciolo. Con las debidas excepciones, claro está.<<

[67] Brydone, Voyage en Sicile et à Malthe, traduit de l’anglois par Demeunier, Amsterdam, 1775.<<

[68] L’Atto Pubblico di Fede solennemente celebrato nella città di Palermo à 6 aprile 1724 dal Tribunale del S. Uffizio… Descritto dal D.D. Antonino Mongitore, Palermo, 1724. En un informe manuscrito que se encuentra en la Biblioteca Municipal de Palermo (3 Qq B 151, n. 29) se lee que fray Romualdo «lo bautizaba todo como engaño del demonio, o sea engaño la infalibilidad del Pontífice, engaño la adoración de los santos, porque no había más santo que Dios» (pese a admitir que existían algunos hombres de bien, y citaba a Lutero, Calvino, fray Diego La Matina).<<