MAGIA
Entre la gente de habla hárdica del Archipiélago, la habilidad de obrar con la magia es un talento innato, como el don para la música, aunque se da bastante menos frecuentemente. La gran mayoría de la gente no posee este don ni siquiera en un mínimo porcentaje. En unas pocas personas, quizás en una de cada cien, es un talento latente y cultivable. En muy poca gente se manifiesta sin entrenamiento.
El don para la magia adquiere poder principalmente a través de la utilización de la Lengua Verdadera, el Lenguaje de la Creación, en el cual el nombre de una cosa es la cosa.
Esta lengua, innata a los dragones, puede ser aprendida por los seres humanos. Algunas pocas personas nacen con el conocimiento no enseñado de al menos algunas palabras del Lenguaje de la Creación. La enseñanza de éste es el corazón de la enseñanza de la magia.
El nombre verdadero de una persona es una palabra en la Lengua Verdadera. Un elemento esencial del talento de una bruja, de un hechicero o de un mago es el poder de conocer el nombre verdadero de un niño y darle a ese niño aquel nombre. El conocimiento puede ser evocado y el don recibido únicamente bajo ciertas condiciones, en el momento indicado (generalmente a principios de la adolescencia) y en el lugar adecuado (un manantial, un estanque o un arroyo).
Puesto que el nombre de la persona es la persona, en el sentido más literal y absoluto, cualquiera que lo conozca tiene un poder real, el poder de la vida y de la muerte, sobre la persona. A menudo, un nombre verdadero no es sabido por nadie a no ser por el nombrador y el nombrado, y ambos lo mantienen en secreto durante toda su vida. El poder de dar el nombre verdadero y la necesidad de mantenerlo en secreto son uno. Nombres verdaderos han sido traicionados, pero nunca por el que ha dado el nombre.
Algunas personas de grandes poderes innatos y entrenados son capaces de averiguar el verdadero nombre de otra, o incluso puede ocurrirles que éste acuda a ellas sin haber sido buscado. Puesto que tal conocimiento puede ser traicionado o mal utilizado, es tremendamente peligroso. La gente normal —y los dragones— mantienen su nombre verdadero en secreto; los magos esconden y defienden los suyos con sortilegios. Morred no podía ni siquiera comenzar a pelear con su Enemigo hasta que vio su nombre escrito en la tierra por las gotas de lluvia. Ged pudo obligar al dragón Yevaud a que le obedeciera, habiendo descubierto, tanto con magia como con sabiduría, el nombre verdadero de Yevaud bajo siglos de nombres falsos.
La magia era un talento sin cultivar antes de los tiempos de Morred, quien, siendo tanto rey como mago, estableció una disciplina intelectual y moral para el arte de la magia, reuniendo a magos para que trabajaran juntos en la corte para el bien común y para estudiar las bases y las limitaciones éticas de sus prácticas. Esta armonía generalmente prevaleció a través del reinado de Maharion. En la Época Oscura, sin control alguno sobre los poderes de la magia y el uso generalmente indebido de los mismos, la magia se convirtió en algo de no muy buena reputación.
La escuela fue fundada aproximadamente en el año 650, tal como ha sido descrito anteriormente. Los Nueve Maestros de Roke eran originariamente:
Halkel, el primer Archimago, abolió el título del Descubridor, reemplazándolo por el del Cantor. La tarea del Cantor es la conservación y enseñanza orales de todas las gestas, trovas, canciones, etcétera, y de los hechizos cantados.
El uso originalmente libre y primitivamente descriptivo de las palabras bruja, hechicero, mago, fue codificado por Halkel dentro de una estricta jerarquía. Bajo sus normas:
La brujería estaba restringida a las mujeres. Toda magia practicada por mujeres era llamada «arte menor», incluso cuando incluía prácticas, de las otras circunstancias llamadas «altas artes», tales como la curación, los cantos, las transformaciones, etcétera. Se suponía que las brujas sólo debían aprender unas de otras o de los hechiceros. Les estaba prohibido entrar en la Escuela de Roke, y Halkel se oponía a que los magos enseñaran absolutamente nada a las mujeres. Prohibió específicamente que se enseñara cualquier palabra de la Lengua Verdadera a las mujeres, y a pesar de que esta proscripción fue ampliamente ignorada, a la larga llevó a una profunda y duradera pérdida de conocimiento y poder entre las mujeres que practicaban la magia.
La hechicería era practicada por hombres —su única verdadera distinción con respecto a la brujería—. Los hechiceros se entrenaban unos a otros, y tenían algunos conocimientos de la Lengua Verdadera. La hechicería incluía tanto las artes menores definidas por Halkel (descubrir, enmendar, lavar, curar animales, etcétera) como algunas altas artes (curaciones humanas, cantos, trabajos con el clima). Un alumno que demostraba tener un don para la hechicería y era enviado a Roke para ser educado estudiaría primero las altas artes de la hechicería y, si tenía éxito con ellas, podía proseguir con su entrenamiento en el arte de la magia, especialmente en el arte de nombrar, en el de invocar y en el de crear formas, y así convertirse en un mago.
Un mago, tal como Halkel definiera el término, era un hombre que recibía su báculo de un maestro, él mismo un mago, que se había responsabilizado especialmente de su educación. Era generalmente el Archimago quien le daba a un estudiante su vara y lo convertía en mago. Esta clase de enseñanza y sucesión ocurría en otras partes además de Roke —especialmente en Paln—, pero los Maestros de Roke llegaron a considerar sospechoso a un estudiante que no hubiera sido educado en Roke.
El nombre y el cargo de archimago fueron inventados por Halkel, y el Archimago de Roke era un décimo Maestro, nunca contado entre los Nueve. Fuerza ética e intelectual vital, el Archimago también ejercía considerable poder político. En general, este poder se utilizaba con benevolencia. Manteniendo Roke como un fuerte elemento Pacífico de centralización y normalización en la sociedad archipielágica, los archimagos enviaban hechiceros y magos entrenados para que comprendieran la práctica ética de la magia y para proteger a las comunidades de las sequías, las plagas, los invasores, los dragones y la inescrupulosa utilización de sus artes.
Tras la coronación del Rey Lebannen y de la restauración de las Altas Cortes y de los Consejos en el Gran Puerto de Havnor, Roke quedó sin Archimago. Parece ser que tal cargo, que originariamente no formaba parte del gobierno de la escuela o del gobierno del Archipiélago, ya no es útil o apropiado, y que Ged, a quien muchos llaman el más grande de los Archimagos, tal vez fue el último.
La Escuela de Roke fue fundada tanto por hombres como por mujeres, y ambos, hombres y mujeres, enseñaron y aprendieron allí durante las primeras décadas de vida de la escuela; pero debido a que a partir de la Época Oscura las mujeres, la brujería y los Poderes Antiguos llegaron todos a ser considerados impuros, la creencia de que los hombres debían prepararse para trabajar con la «magia mayor» y evitar escrupulosamente los «maleficios menores», el «Saber de la Tierra» y las mujeres, ya estaba presente en todas partes. El hombre que deseara sustraerse al férreo control del encanto de la castidad jamás podía practicar las artes mayores. No podía ser más que un hechicero común. Y así fue como los magos comenzaron a evitar a las mujeres, negándose a enseñarles o a aprender de ellas. Las brujas, que casi universalmente siguieron trabajando con la magia sin renunciar a su sexualidad, eran descritas por los hombres célibes como tentadoras, impuras, deshonradas, esencialmente perversas.
Cuando en 730 el primer Archimago de Roke, Halkel de Way, excluyó a las mujeres de la escuela, entre sus Nueve Maestros solamente el Maestro de Formas y el Portero protestaron; fueron desautorizados. Durante más de tres siglos, ninguna mujer enseñó o estudió en la Escuela de Roke. Durante aquellos siglos, la magia era un arte honorable, que confería prestigio y poder, mientras que la brujería era una superstición impura e ignorante, practicada por mujeres, pagada por campesinos.
La creencia de que un mago debía ser célibe fue incuestionable durante tantos siglos que probablemente llegó a ser un hecho psicológico. Sin embargo, sin este prejuicio, parece ser que la conexión entre la magia y la sexualidad podía depender del hombre, de la magia y de las circunstancias. No hay duda alguna de que un mago tan poderoso como Morred era esposo y padre.
Durante medio milenio o más, los hombres que ambicionaban urdir los grandes sortilegios de magia se obligaban a una castidad absoluta, reforzada por hechizos de autocastidad. En la Escuela de Roke, los alumnos vivían bajo este hechizo de castidad desde que entraban en la Casa Grande y, si llegaban a convertirse en magos, lo hacían durante el resto de sus vidas.
Entre hechiceros, pocos son estrictamente célibes, y muchos se casan y forman una familia.
Las mujeres que trabajan con la magia pueden observar períodos de castidad así como de ayuno y de otras disciplinas que se cree purifican y concentran el poder; pero la mayoría de las brujas llevan vidas sexuales activas, teniendo más libertad que muchas de las aldeanas y menos necesidad de temer a los abusos. Muchas dan su «promesa de bruja» a otra bruja o a una mujer común. No se casan muy a menudo con hombres y, si lo hacen, generalmente eligen a un hechicero.