HISTORIA
Nota, sobre las fechas: Muchas islas llevan su propia cuenta de los años que pasan. El sistema de fechas más ampliamente utilizado en el Archipiélago, que parece provenir del Cuento Havnoriano, cuenta el año en que Morred subió al trono como el primer año de la historia. De acuerdo a este sistema, la «época actual» del relato que vosotros estáis leyendo es el año archipielágico 1058.
Todo lo que sabemos de tiempos remotos en Terramar puede encontrarse en poemas y en canciones, y fue legado oralmente durante siglos antes de ser escrito por primera vez.
La Creación de Éa, el más antiguo y sagrado de los poemas, tiene por lo menos dos mil años de antigüedad en la Lengua Hárdica; su versión original pudo haber existido milenios antes. Sus treinta y una estrofas cuentan cómo Segoy creó las islas de Terramar en el comienzo de los tiempos y cómo creó a todos los seres nombrándolos en el Lenguaje de la Creación, la lengua en la cual el poema se dijo por vez primera.
El océano, sin embargo, es más antiguo que las islas; eso dicen las canciones.
Antes de la resplandeciente Éa,
antes de las islas que Segoy llegó a crear
el viento del alba soplaba sobre el mar…
Y los Antiguos Poderes de la Tierra, los cuales se manifiestan en el Collado de Roke, en el Bosquecillo Inmanente, en la Tumbas de Atuan, en el Terrenon, en los Labios de Paor y en muchos otros lugares, podrían ser coetáneos del propio mundo.
Podría ser que Segoy fuera o haya sido uno de los Antiguos Poderes de la Tierra. Podría ser que Segoy fuera o haya sido un nombre para la propia Tierra. Algunos piensan que todos los dragones, o ciertos dragones, o cierta gente, son manifestaciones de Segoy. Lo único que es seguro es que el nombre Segoy es un antiguo y respetuoso nominativo derivado del verbo del Hárdico Antiguo seoge: «Hacer, formar, crear intencionalmente». De la misma raíz viene el sustantivo esege: «Fuerza creativa, aliento, poesía».
La Creación de Éa es la base de la educación en el Archipiélago. A los seis o siete años, todos los niños han escuchado el poema y muchos han comenzado a memorizarlo. Un adulto que no se lo sabe de memoria, de manera que pueda recitarlo o cantarlo con otros y enseñárselo a los niños, es considerado alguien enormemente ignorante. Se enseña en el invierno y en la primavera, y se recita y se canta todos los años en la Larga Danza, la celebración del solsticio de verano.
Al principio de Un mago de Terramar se encuentra el siguiente trozo:
Sólo en el silencio la palabra,
sólo en la oscuridad la luz,
sólo en la muerte la vida;
el vuelo del halcón brilla
en el cielo vacío.
El comienzo de la primera estrofa se cita en Tehanu:
La creación y la destrucción,
el fin y el comienzo,
¿quién podría distinguirlos con certeza?
Lo que conocemos es la puerta que los separa,
por la que entramos al marcharnos.
Regresando sin cesar entre todos los seres,
el anciano, el Portero, Segoy…
y el último verso de la estrofa:
Entonces desde la espuma surgió resplandeciente Éa.
Los Reyes de Enlad
Los dos textos épicos o históricos más antiguos que han sobrevivido son La Gesta de Enlad, y El Cantar del joven Rey o La Gesta de Morred.
La Gesta de Enlad, una buena parte de la cual parece ser puramente mítica, habla de los reyes anteriores a Morred, y del primer año de Morred en el trono. La ciudad capital de estos gobernantes era Berila, en la Isla de Enlad.
Los primeros reyes y reinas de Enlad, entre cuyos nombres están los de Ashal, Dohun, Enashen, Timan y Tagtar, incrementaron gradualmente sus dominios hasta autoproclamarse gobernadores de Terramar. Su reinado llegaba hacia el sur hasta Ilien y no incluía a Felkway en el este, a Paln y a Semel en el oeste, ni a Osskil en el norte, pero en realidad enviaron exploradores por todo el Mar Interior y a los Confines. Los mapas más antiguos de Terramar, que ahora se encuentran en los archivos del palacio en Havnor, fueron trazados en Berila hace aproximadamente mil doscientos años.
Estos reyes y reinas sabían algo del Habla Antigua y conocían algo de magia. Algunos de ellos eran realmente magos, o tenían magos para que les aconsejaran o les ayudaran. Pero la magia en La Gesta de Enlad es una fuerza errática, en la que no se debe confiar. Morred fue el primer hombre, y el primer rey, a quien se lo llamara mago.
Morred
El Cantar del joven Rey, cantado anualmente en el Retorno del Sol, la fiesta del solsticio de invierno, cuenta la historia de Morred, llamado el Rey-Mago, el Encantador blanco y el Joven Rey. Morred salió de un linaje colateral de la Casa de Enlad, heredando el trono de un primo; sus antepasados fueron magos, consejeros del rey.
El poema comienza con la más conocida y apreciada historia de amor del Archipiélago, la de Morred y Elfarran. En el tercer año de su reinado, el joven rey viajó hacia el sur hasta la isla más grande del Archipiélago, Havnor, para terminar con algunas disputas que se sucedían allí entre las ciudades-estado. Regresando en su «largo barco sin remos», llegó a la Isla de Solea y allí vio a Elfarran, la Mujer de la Isla o Dama de Solea, «en los huertos en primavera». No siguió su viaje hasta Enlad, sino que se quedó con Elfarran. Para comprometerse con ella le dio un brazalete o una pulsera de plata para el brazo, el tesoro de su familia, en el cual estaba grabada una única y poderosa Runa Verdadera.
Morred y Elfarran se casaron, y el poema describe su reinado como una breve época dorada, los cimientos y la piedra de toque de la ética y de los gobiernos que vinieron a partir de entonces.
Antes de su boda, un mago, cuyo nombre nunca es revelado excepto como el Enemigo de Morred o el Señor de la Varita Mágica, cortejaba a Elfarran. Implacable y decidido a poseerla, durante los pocos años de paz posteriores a la boda, este hombre desarrolló inmensos poderes de magia. Cinco años después, apareció y anunció, en las palabras del poema:
Si Elfarran no es mía, desdeciré las palabras de Segoy,
desharé las islas, las olas blancas
lo anegarán todo.
Tenía poder para levantar inmensas olas en el mar, y para detener la marea o para hacerla subir antes de tiempo; y su voz podía encantar a pueblos enteros, poniendo a todo el que lo escuchara bajo su control. Así que puso al pueblo de Morred en contra de su rey. Gritando que éste los había traicionado, los aldeanos de Enlad destruyeron sus propias ciudades y sus campos; los marineros hundieron sus barcos; y los soldados, obedeciendo los hechizos del Enemigo, lucharon unos contra otros en sangrientas y ruinosas batallas.
Mientras Morred intentaba liberar a su gente de estos sortilegios y enfrentar a su enemigo, Elfarran regresó con su hijo de tan sólo un año a su isla natal, Solea, donde sus propios poderes serían más fuertes. Pero el Enemigo la siguió hasta allí, intentó hacerla su prisionera y esclava. Ella se refugió en los Manantiales de Ensa, donde, con sus conocimientos de los Antiguos Poderes del lugar, pudo enfrentarse al Enemigo y obligarlo a que se fuera de la isla. «Las aguas dulces de la tierra echaron al destructor de sal», dice el poema. Pero mientras se iba, capturó a su hermano Salan, quien llegaba navegando desde Enlad para ayudarla. Al convertir a Salan en su gebbeth o instrumento, el Enemigo lo envió hacia donde se encontraba Morred con el mensaje de que Elfarran había escapado con el bebé a un islote en las Fauces de Enlad.
Confiando en el mensajero, Morred cayó en la trampa. Casi no escapó con vida. El Enemigo lo persiguió de este a oeste de Enlad dejando tras él una estela de perdición. En las Llanuras de Enlad, al encontrarse con los compañeros que habían permanecido fieles a él, muchos de ellos marineros que habían llevado sus barcos hasta Enlad para ayudarlo, Morred dio media vuelta y libró su batalla. El Enemigo no lo enfrentaba directamente, sino que enviaba a los guerreros del propio Morred protegidos por sortilegios para que lucharan contra él, y peor aún, enviaba hechicerías que secaban los cuerpos de los hombres de Morred hasta que «vivos, parecían la negra sed-muerta del desierto». Para salvar a su gente, Morred se retiró.
Cuando dejaba el campo de batalla comenzó a llover, y vio el verdadero nombre de su enemigo escrito con gotas de lluvia sobre la tierra.
Sabiendo el nombre del Enemigo, pudo responder a sus encantamientos y lo hizo salir de Enlad, persiguiéndolo por todo el mar invernal, «cabalgando en el viento del oeste, el viento de la lluvia, la nube pesada». Cada uno había encontrado a su rival, y en su confrontación final, en algún lugar del Mar de Éa, ambos perecieron.
En la furia de su agonía, el Enemigo levantó una inmensa ola y la envió a toda velocidad para que devastara la Isla de Solea. Elfarran lo supo, igual que supo cuál era el momento de la muerte de Morred. Le pidió a su gente que acudiera a sus barcos; entonces el poema dice: «Cogió su pequeña arpa», y mientras esperaba la ola destructora que únicamente Morred podría haber detenido, creó la canción llamada Lamento por el Encantador Blanco. La isla se hundió bajo el mar, y Elfarran con ella. Pero su cuna-canoa de madera de sauce, flotando libremente, condujo a su hijo Serreth hasta un lugar seguro, y éste llevaba la promesa de Morred, el anillo que tenía grabada la Runa de la Paz.
En mapas del Archipiélago, la Isla de Solea está representada por un espacio en blanco o por un remolino.
Después de Morred, siete reyes y reinas más reinaron desde Enlad, y el reino fue aumentando constantemente en tamaño y prosperidad.
Los Reyes de Havnor
Un siglo y medio después de la muerte de Morred, el Rey Akambar, un príncipe de Shelieth en Way, trasladó la corte a Havnor y convirtió al Gran Puerto de Havnor en la capital del reino. Más central que Enlad, Havnor estaba en mejor localización para el comercio y para enviar flotas para proteger a las islas hárdicas contra los ataques y las incursiones de los kargos.
La historia de los Catorce Reyes de Havnor (en realidad seis reyes y ocho reinas, ~150-400) es contada en la Trova Havnoriana. Dejando un linaje de descendencia tanto por las líneas masculinas como por las femeninas, y casándose unos con otros con varias casas nobles del Archipiélago, la casa real abarcaba cinco principados: la Casa de Enlad, la más antigua, cuya ascendencia provenía directamente de Morred y Serriadh; las Casas de Shelieth, Éa, y Havnor; y finalmente la Casa de Ilien. El Príncipe Gemal del Mar de Ilien fue el primero de su Casa en acceder al trono en Havnor. Su nieta fue la Reina Heru; su hijo, Maharion (quien reinó de 430 a 452), fue el último rey antes de la Época Oscura.
Los Años de los Reyes de Havnor fueron un período de prosperidad, descubrimientos y fuerza, pero durante el último siglo del período, los ataques de parte de los kargos en el este y de los dragones en el oeste se convirtieron en algo frecuente y feroz.
Reyes, señores y Hombres de Islas encargados de defender las islas del Archipiélago terminaron por dejar el trabajo en manos de los magos para que alejaran a los dragones y a las flotas de los kargos. En la Trova Havnoriana y en La Gesta de los Dragones, tal como sigue el cuento, las hazañas y los nombres de estos magos comenzaron a eclipsar a los de los reyes.
El gran mago-erudito Ath recopiló un libro del saber que reunía muchos conocimientos dispersos, particularmente de las palabras del Lenguaje de la Creación. Su Libro de Nombres se convirtió en la base de la atribución del Nombre como una parte sistemática del arte de la magia. Ath dejó su libro con un amigo mago en Pody cuando viajó hacia el oeste, enviado por el rey para derrotar o alejar a una nidada de dragones que había estado desbandando ganado, provocando incendios, y destruyendo granjas por todas las islas occidentales. En algún lugar al oeste de Ensmer, Ath se enfrentó con el gran dragón Orm. Los informes de este encuentro varían; pero a pesar de que después de aquello los dragones cesaron sus hostilidades durante un tiempo, lo que es seguro es que Orm sobrevivió, y Ath no. Su libro, perdido durante siglos, está ahora en la Torre Solitaria de Roke.
Se dice que la comida de los dragones es la luz, o el fuego; matan enfurecidos, para defender a sus crías, o por deporte, pero nunca se comen a su presa. Desde tiempos inmemoriales, hasta el reinado de Heru, habían utilizado solamente las islas más remotas del Confín del Poniente —que podrían haber sido los límites más orientales de su propio reino— para reunirse y alimentarse, e incluso raramente eran vistos por la mayoría de los isleños. Irritables y arrogantes por naturaleza, los dragones pudieron haberse sentido amenazados por las crecientes población y prosperidad de las Comarcas Interiores, las cuales llegaban con su constante tráfico de embarcaciones hasta el Confín del Poniente. Fuera cual fuese la razón, en aquellos años los ataques iban en aumento, repentinos y fortuitos, a rebaños y manadas y aldeanos de las solitarias islas occidentales.
Un relato acerca del Vedurnan o División, conocido en Hur-at-Hur, dice:
Los hombres eligieron el yugo,
los dragones el viento.
Los hombres poseer,
los dragones nada.
Eso quiere decir que los seres humanos eligieron tener posesiones y los dragones eligieron no tenerlas. Pero, así como hay ascéticos entre los humanos, algunos dragones codician cosas brillantes, oro, joyas; uno de ellos era Yevaud, quien a veces se mezclaba entre la gente con forma humana, y quien convirtió a la rica Isla de Pendor en una guardería para dragones, hasta que fue devuelto hacia el oeste por Ged. Pero los dragones depredadores de la Trova y de las canciones parecen haber estado impulsados no tanto por la codicia como por la furia, por una sensación de haber sido engañados, traicionados.
Las gestas y las trovas que hablan de ataques de dragones y contraataques de magos retratan a los dragones como a cualquier animal salvaje sin piedad, aterrador, impredecible, sin embargo inteligente, a veces más sabio que los magos. Aunque hablan en la Lengua Verdadera, son infinitamente malévolos. Algunos de ellos disfrutan claramente de las batallas de ingenio con los magos, «desgarrando argumentos con una lengua bífida». Al igual que los seres humanos, todos, excepto el más poderoso, esconden su nombre verdadero. En la trova El viaje de Hasa, los dragones aparecen como seres temibles pero con sentimientos, cuya furia ante las flotas invasoras de humanos está justificada por el amor que le tienen a su propio dominio desolado. Se dirigen al héroe:
Navega, al hogar, a las casas del alba, Hasa.
Deja a nuestras alas los largos vientos del oeste,
déjanos el aire de mar, lo desconocido, lo supremo…
Maharion y Erreth-Akbe
La Reina Heru, llamada el Águila, heredó el trono de su padre, Denggemal de la Casa de Ilien. Su consorte Aiman era de la Casa de Morred. Después de haber reinado durante treinta años le dio la corona a su hijo Maharion.
El consejero-mago e inseparable amigo de Maharion era un plebeyo y un «hombre sin padre», hijo de una bruja de aldea del interior de Havnor. Es el héroe más adorado del Archipiélago, su historia es contada en La Gesta de Erreth-Akbe, que cantan los bardos en la Larga Danza en pleno verano.
Los dones para la magia de Erreth-Akbe fueron evidentes cuando todavía era sólo un niño. Fue enviado a la corte para ser adiestrado allí por los magos, y la Reina lo eligió como compañero para su hijo.
Maharion y Erreth-Akbe se convirtieron en «hermanos del corazón». Pasaron diez años juntos luchando contra los kargos, cuyos ataques ocasionales desde el este se habían convertido en los últimos tiempos en captura de esclavos, en invasiones colonizadoras. Venway, Torheven y las Torikles, Spevy, Perregal y partes de Gont estuvieron bajo dominio kargo durante toda una generación o más. En Shelieth en Way, Erreth-Akbe urdía una poderosa magia contra las fuerzas kargas, quienes habían desembarcado en «mil barcos» en el Pantano de Way y estaban ocupando toda la península. Utilizando una invocación de los Antiguos Poderes llamó al Saber del Agua (tal vez el mismo que Elfarran había utilizado en Solea contra el Enemigo), convocó las aguas de las Fuentes de Shelieth —manantiales y estanques sagrados en los jardines de los Señores de Way— provocando una inundación que arrasó con los invasores y los condujo de regreso hacia las costas, donde el ejército de Maharion los estaba esperando. Ningún barco de la flota volvió a Karego-At.
El siguiente contrincante de Erreth-Akbe fue un mago llamado el Señor del Fuego, cuyo poder era tan grande que alargó un día agregándole cinco horas, aunque no pudo, tal como había jurado hacer, detener el sol a mediodía y desterrar para siempre la oscuridad de las islas. El Señor del Fuego adoptó la forma de un dragón para enfrentarse a Erreth-Akbe, pero finalmente fue derrotado, pero el precio que hubo de pagar fueron los bosques y las ciudades de Ilien, los cuales fue incendiando a lo largo de la lucha. Podría ser que el Señor del Fuego fuera, en realidad, un dragón con forma humana; puesto que muy poco tiempo después de su derrota, Orm, el Gran Dragón, quien había derrotado a Ath, iba al frente de muchos de su especie para hostigar a las islas occidentales del Archipiélago —tal vez para vengar al Señor del Fuego—. Éstas ardientes bandadas provocaron un inmenso terror, y cientos de barcos llevaron gente que huía de Paln y de Semel hacia las Islas Interiores; pero los dragones no estaban causando tantos estragos como los kargos, y Maharion juzgó que el peligro más urgente estaba en el este. Mientras que él mismo se encaminó hacia el oeste para luchar contra los dragones, envió a Erreth-Akbe hacia el este para que tratara de establecer la paz con el Rey de las Tierras de Kargad.
Heru, la Reina Madre, le dio al emisario el brazalete que Morred le diera a Elfarran; su consorte Aiman se lo había dado a ella cuando se casaron. Había pasado a través de las generaciones de los descendientes de Serriadh, y era su más preciada posesión. En él estaba grabada una figura que no estaba escrita en ningún otro sitio, la Runa Unión o la Runa de la Paz, y se creía que era una garantía de gobiernos pacíficos y justos. «Deja que el Rey Kargo lleve el brazalete de Morred», dijo la Reina Madre. Y así, llevándolo como el más generoso de todos los obsequios, y como símbolo de su pacífica intención, Erreth-Akbe fue solo hasta la Ciudad de los Reyes en Karego-At.
Allí fue bien recibido por el Rey Thoreg, quien, después de la terrible pérdida de su flota, estaba preparado para pactar una tregua y retirarse de las islas hárdicas ocupadas si Maharion no tomaba represalias.
El reino kargo, sin embargo, ya estaba siendo manipulado por los sumos sacerdotes de los Dioses Gemelos. El sumo sacerdote de Thoreg, Intathin, se oponía a cualquier tregua o acuerdo, y desafió a Erreth-Akbe a realizar un duelo de magia. Aunque los kargos no practicaban la magia como los pueblos hárdicos la entendían. Intathin debió de embaucar a Erreth-Akbe para que fuera a un lugar en el cual los Antiguos Poderes de la tierra anularían sus poderes. La Gesta de Erreth-Akbe hárdica habla sólo del héroe y del sumo sacerdote «bregando» hasta que:
la debilidad de la vieja oscuridad penetró la piel de Erreth-Akbe,
el silencio de la madre oscuridad penetró en su mente.
Y allí yacía, olvidando la fama y la hermandad,
allí, y sobre su pecho el brazalete de la runa, roto.
La hija del «rey sabio Thoreg» rescató a Erreth-Akbe de su hechizo de trance o cautiverio y le devolvió la fuerza. Él le dio la mitad del Anillo de la Paz que todavía conservaba. (De ella pasó a través de sus descendientes durante más de quinientos años hasta llegar a los últimos herederos de Thoreg, un hermano y una hermana exiliados en una isla desierta del Confín del Levante; y la hermana se la dio a Ged). Intathin conservó la otra mitad del Anillo roto, y «se hundió en la oscuridad», es decir, en los Grandes Tesoros de las Tumbas de Atuan. (Allí la encontró Ged, y al unir las dos mitades y con ellas la perdida Runa de la Paz, él y Tenar llevaron el Anillo hasta su hogar, a Havnor).
La versión karga de la historia, recitada por los sacerdotes como una narración sagrada, dice que Intathin derrotó a Erreth-Akbe, quien «perdió su vara y su amuleto y su poder» y regresó a Havnor arrastrándose como un hombre roto. Pero los magos no llevaban báculo en aquella época, y Erreth-Akbe era ciertamente un hombre inquebrantable y un mago poderoso cuando enfrentó al dragón Orm.
El Rey Maharion buscó la paz y nunca la encontró. Mientras Erreth-Akbe estaba en Karego-At (lo cual pudo haber sido un período de años), los estragos de los dragones se multiplicaron. Las Islas Interiores eran asaltadas por refugiados que escapaban de las tierras occidentales y los navíos y los comerciantes que viajan hacia otras tierras hostigadas, puesto que los dragones se dedicaban a incendiar los barcos que iban hacia el oeste de Hosk, y atacaban a los barcos incluso en el Mar Interior. Todos los magos y los hombres armados que Maharion podía reunir salieron a luchar contra los dragones, y él mismo salió con ellos en cuatro ocasiones; pero las espadas y las flechas servían de muy poco contra enemigos voladores que escupían fuego. Paln era «una llanura de carbón», y las aldeas y los pueblos del oeste de Havnor habían sido quemados hasta los cimientos. Los magos del rey habían atrapado con sortilegios y matado a varios dragones sobre el Mar de Pelni, lo cual probablemente incrementó la ira de los dragones. Justo cuando Erreth-Akbe regresaba, el Gran Dragón Orm voló hasta la Ciudad de Havnor y amenazó con fuego las torres del palacio del rey.
Erreth-Akbe entraba navegando por la bahía «con velas transparentes después de haber desafiado los vientos orientales», y no pudo detenerse para «abrazar a su hermano de corazón o llegar a casa». Adoptando él mismo forma de dragón, voló para luchar contra Orm sobre el Monte Onn. «Llamas y fuego en el aire de medianoche» podían verse desde el palacio de Havnor. Volaron hacia el norte, Erreth-Akbe en persecución. Sobre la mar, cerca de Taon, Orm dio media vuelta y en ese preciso instante hirió de tal manera al mago que éste tuvo que descender hasta la tierra y adoptar su propia forma. Llegó, ahora con el dragón siguiéndolo a él, a la Antigua Isla, Éa, la primera tierra que Segoy hizo surgir desde las aguas. Sobre ese suelo sagrado y poderoso, él y Orm se encontraron. Cesando la batalla, hablaron como iguales y acordaron terminar con la enemistad de sus razas.
Desgraciadamente, los magos del rey, enfurecidos a causa del ataque producido en el corazón del reino y animados por su victoria en el Mar de Pelni, habían llevado la flota hasta el lejano Confín del Poniente y habían atacado los islotes y las rocas donde los dragones criaban a sus crías, matando muchas nidadas, «rompiendo monstruosos huevos con mazos de hierro». Al saber esto, la furia dragontina de Orm despertó nuevamente, y «salió disparado hacia Havnor como una flecha de fuego». (Generalmente se refiere a los dragones tanto en hárdico como en kargo como machos, aunque en realidad el género de todos los dragones es un asunto de conjetura, y en el caso de los más viejos y poderosos, un misterio).
Erreth-Akbe, medio recuperado, fue detrás de Orm, lo sacó de Havnor y lo hostigó «por todo el Archipiélago y los Confines», sin permitirle nunca que se acercara a la tierra, sino llevándolo siempre por sobre el mar, hasta que en un último y terrible vuelo pasaron por El Paso del Dragón y llegaron hasta la última isla del Confín del Poniente, Selidor. Allí, en la playa exterior, ambos exhaustos, se enfrentaron y pelearon, «garra y fuego y palabra y espada», hasta que:
sus sangres se mezclaban, enrojeciendo la arena.
Dejaron de respirar. Sus cuerpos, junto al sonido del mar,
yacían enredados. Juntos entraron en la tierra de la muerte.
Cuenta la historia que el propio Rey Maharion viajó hasta Selidor para «llorar junto al mar». Recuperó la espada de Erreth-Akbe y la colocó en la cima de la torre más alta de su palacio.
Después de la muerte de Orm los dragones continuaron siendo una amenaza en el oeste, especialmente cuando eran provocados por cazadores de dragones, pero suspendieron los ataques a islas pobladas y embarcaciones pacíficas. Yevaud de Pendor fue el único dragón que asaltó las Comarcas Interiores después de la época de los Reyes. Ningún dragón había sido visto sobre el Mar Interior durante muchos siglos cuando Kalessin, llamado el Más Viejo, trajo a Ged y a Lebannen a la Isla de Roke.
Maharion murió pocos años después que Erreth-Akbe, sin haber visto la paz establecida, aunque sí mucho malestar y descontento en su reino. Por todas partes se decía que como el Anillo de la Paz se había perdido no podía haber un verdadero rey en Terramar. Mortalmente herido en la batalla contra el señor rebelde Gehis de los Havens, Maharion pronunció una profecía: «Heredará mi trono quien haya cruzado la tierra oscura con vida y regrese a las lejanas costas del día».
La Época Oscura, la Mano y la Escuela de Roke
Después de la muerte de Maharion en 452, varios pretendientes se disputaron el trono; ninguno lo consiguió. En unos pocos años sus batallas habían destruido todo gobierno central. El Archipiélago se convirtió en un campo de batalla de príncipes herederos feudales, gobiernos de pequeñas islas y ciudades-estado, y señores de la guerra piratas, todos intentando aumentar su riqueza y extender o defender sus fronteras. El comercio y el tráfico marítimo fueron disminuyendo para dejar paso a la piratería, las ciudades y los pueblos se refugiaron dentro de sus muros defensores; las artes, los caladeros y la agricultura sufrieron constantes ataques y guerras; la esclavitud, que no había existido bajo el reinado de los Reyes, se convirtió en algo común. La magia era el arma principal en incursiones y batallas. Los magos trabajaban por voluntad propia para los señores de la guerra o buscaban el poder para ellos mismos. Debido a la irresponsabilidad de estos magos y de la perversión de sus poderes, la magia en sí perdió su prestigio.
Los dragones no fueron amenaza alguna durante este período, y los kargos se habían internado en sus propias disputas, pero la desintegración de la comunidad del Archipiélago empeoraba a medida que iban pasando los años. La continuidad moral e intelectual yacía únicamente en el conocimiento y en la enseñanza de La Creación y de los otros mitos e historias de héroes, y en la preservación de oficios y destrezas: entre ellos el arte de la magia utilizada con fines benéficos.
La Mano, una liga o comunidad de tejido flexible preocupada principalmente por el entendimiento, la utilización ética y la enseñanza de la magia, fue establecida por hombres y mujeres en la Isla de Roke aproximadamente ciento cincuenta años después de la muerte de Maharion. Considerando a la Mano como una amenaza para su hegemonía, los señores de la guerra-magos de Wathort arrasaron Roke, y asesinaron prácticamente a todos los hombres adultos de la isla. Pero la Mano también se había extendido hacia otras islas por todo el Mar Interior. La comunidad sobrevivió durante siglos como las Mujeres de la Mano, manteniendo una tenue pero vigorosa red de información, comunicación, protección y enseñanza.
Aproximadamente en el año 650, las hermanas Elehal y Yahan de Roke, Medra el Descubridor, y otra gente de la Mano fundaron una escuela en Roke como un centro en donde podrían reunir y compartir el conocimiento, clarificar las disciplinas y ejercer un control ético de las prácticas de magia. Con la Mano como representante en otras islas, la reputación y la influencia de la escuela crecieron rápidamente. El mago Teriel de Havnor, al percibir la escuela como una amenaza para el incontrolado poder individual de los magos, fue hasta Roke con una gran flota para destruirla. Él fue destruido, y su flota dispersada. Esta primera victoria llegó muy lejos y estableció una reputación de invulnerabilidad para la escuela de Roke.
Bajo la constantemente creciente influencia de Roke, fue dándosele forma a la magia hasta convertirla en un cuerpo coherente de conocimientos, su utilización cada vez más controlada por resoluciones morales y políticas. Los magos educados en la escuela iban a otras islas del Archipiélago para trabajar contra los señores de la guerra, los piratas y los nobles feudales, evitando ataques e invasiones, imponiendo castigos y acuerdos, reforzando las fronteras, y protegiendo a los individuos, las granjas, los pueblos, las ciudades y las embarcaciones, hasta que el orden social fuera restablecido. Durante los primeros años eran enviados para imponer la paz; y eran llamados cada vez más para mantenerla. Mientras que el trono en Havnor permanecía vacío, durante más de doscientos años la Escuela de Roke ejerció eficazmente el papel de gobierno central del Archipiélago.
El poder del Archimago de Roke era en muchos aspectos el de un rey. Desde luego que la ambición, la arrogancia y los prejuicios influyeron en Halkel, el primer Archimago, a la hora de crear su propio título autoritario. Sin embargo, al haber estado controlado por las constantes enseñanzas y prácticas de la escuela, y por la vigilancia de sus colegas, ningún Archimago posterior hizo un serio uso indebido de su poder para debilitar a otros o para engrandecerse a sí mismo.
No obstante, la mala reputación que la magia se había ganado durante la Época Oscura continuaba aferrada a muchas de las prácticas de hechiceros y brujas. Se desconfiaba y se difamaban particularmente los poderes de las mujeres, y más aun cuando iban en combinación con los Poderes Antiguos.
Por toda Terramar, varios manantiales, cuevas, colinas, piedras y bosques eran y siempre habían sido sitios donde se concentraban el poder y lo sagrado. Todos estos lugares eran temidos o venerados localmente; algunos eran conocidos en todas partes.
El conocimiento de estos sitios y poderes constituía el corazón de la religión en el Reino de Kargad. En el Archipiélago, el saber popular de los Poderes Antiguos todavía formaba parte de la base común y profunda del pensamiento y la reverencia. En todas las islas, las artes practicadas mayoritariamente por las brujas, tales como la ayuda en los partos, las curaciones, la cría de animales, la minería y la metalurgia, obrar y urdir hechizos, sortilegios de amor, etcétera, etcétera, a menudo invocaban o recurrían a los Poderes Antiguos. Pero los magos eruditos de Roke generalmente desconfiaban de las prácticas antiguas y no apelaban nunca a los «Poderes de la Madre». Únicamente en Paln combinaban los magos las dos prácticas, en el arcano, esotérico, y de reputación peligrosa, Saber Pelniano.
Aunque como cualquier poder podían ser pervertidos para realizar un mal uso al servicio de la ambición (como sucedió con la Piedra de Terrenon en Osskil), los Poderes Antiguos eran intrínsecamente sagrados y preéticos. Durante y después de la Época Oscura, sin embargo, fueron feminizados y endemoniados por los magos en las tierras hárdicas, ya que ellos se encontraban en las Tierras de Kargad con los cultos de los Reyes Sacerdotes y los Reyes Dioses. Así que, en el siglo ocho, en las Comarcas Interiores del Archipiélago, solamente las aldeanas continuaban realizando los rituales y las ofrendas en los lugares antiguos. Por ello eran despreciadas o insultadas. Los magos evitaban cualquier contacto con tales sitios. En Roke, en sí mismo el centro de los Poderes Antiguos de toda Terramar, nunca se hablaba de las manifestaciones más profundas de aquellos poderes —el Collado de Roke y el Bosquecillo Inmanente— como tales. Sólo los Hacedores de Formas, quienes vivían toda su vida en el Bosquecillo, servían de unión entre las artes y las acciones humanas y el más antiguo sacramento de la tierra, recordándoles así a los magos que los poderes no eran de ellos, sino que les habían sido prestados.
La historia de las Cuatro Tierras es más que nada legendaria, incluyendo batallas locales y acuerdos entre las tribus, ciudades-estado y pequeños reinos que caracterizaron a la sociedad karga durante milenios.
La esclavitud era algo común para muchos de estos gobiernos, y había un sistema social de casta y de diferenciación de género («división del trabajo») más estricto que en el Archipiélago.
La religión era un elemento unificador incluso entre las tribus más guerreras. Había cientos de Lugares de Tregua en las Cuatro Tierras, en donde ninguna guerra o disputa estaba permitida. La religión karga era una veneración doméstica y comunitaria de los Poderes Antiguos, las fuerzas chthónicas o gaeanas se manifestaban como espíritus del lugar. Eran veneradas en los altares de la zona y del hogar con ofrendas de flores, aceite, comida, danzas, competiciones, sacrificios, esculturas, canciones, música y silencio. La veneración era tanto casual y ritual como privada y comunal. No había sacerdotes; cualquier adulto podía celebrar las ceremonias y enseñar a los niños a celebrarlas. Esta antigua práctica espiritual ha continuado, extraoficialmente y a veces a escondidas, bajo las religiones institucionales más nuevas de los Dioses Gemelos y el Rey Dios.
De las innumerables arboledas, cuevas, montañas, colinas, manantiales y piedras sagradas de las Cuatro Tierras, el lugar más sagrado era una caverna y algunas piedras apiladas en el desierto de Atuan, llamadas las Tumbas. Fue un centro de peregrinaje desde los tiempos más remotos, y los reyes de Atuan y más tarde de Hupun conservaron allí un albergue para alojar a todos los que allí quisieran ir a venerar.
Hace seiscientos o setecientos años, una religión de dios celestial comenzó a expandirse por todas las islas, una evolución del culto a los Dioses Gemelos Atwah y Wuluah, originariamente héroes de una saga desértica de Hur-at-Hur. Se agregó un Padre Celestial como cabeza del panteón, y se desarrolló una casta de sacerdotes para encabezar los ritos. Sin reprimir los cultos a los Poderes Antiguos, los sacerdotes de los Dioses Gemelos y del Padre Celestial comenzaron a profesionalizar la religión, ocupándose de los rituales y de las fiestas, construyendo templos cada vez más costosos, y controlando las ceremonias públicas tales como las bodas, los funerales y la celebración de oficios.
La tendencia jerárquica y centralizadora de esta religión apoyó al principio la ambición de los Reyes de Hupun en Karego-At. A fuerza de armas y maniobras diplomáticas, la Casa de Hupun conquistó o absorbió en el término de un siglo la mayoría de los reinos de Kargad, de los que había habido más de doscientos.
Cuando (en el año 440, según el sistema para contar los años de los kargos) Erreth-Akbe consiguió que se estableciera la paz entre el Archipiélago y las Tierras de Kargad, llevando el Anillo de la Unión como garantía de la sinceridad de su rey, fue a Hupun como capital del Imperio Kargo y trató con el Rey Thoreg como su gobernador.
Pero hacía algunas décadas que los reyes de Hupun estaban en conflicto con los sumos sacerdotes y sus seguidores en Awabath, la Ciudad Santa, a cincuenta millas de Hupun. Los sacerdotes de los Dioses Gemelos estaban a punto de arrebatarle el poder a los reyes y convertir a Awabath no sólo en el centro religioso sino también en el centro político del país. La visita de Erreth-Akbe parece haber coincidido con el cambio final del poder de los reyes en favor de los sacerdotes. El Rey Thoreg lo recibió con honor, pero Intathin, el Sumo Sacerdote, luchó contra él, lo derrotó o lo engañó, y lo tuvo prisionero durante algún tiempo. El Anillo que se suponía tenía que unir a los dos reinos fue roto.
Después de aquel enfrentamiento, la línea de los reyes kargos continuó en Hupun, nominalmente respetada pero sin poder alguno. Las Cuatro Tierras eran gobernadas por Awabath. Los sumos sacerdotes de los Dioses Gemelos se convirtieron en Reyes Sacerdotes.
En el año 840, según los años del Archipiélago, uno de los dos Reyes Sacerdotes envenenó al otro y se declaró a sí mismo como la reencarnación del Padre Celestial, del Rey Dios, para ser venerado en carne y hueso. El culto a los Dioses Gemelos continuó, al igual que el culto popular de los Poderes Antiguos; pero de allí en adelante el poder religioso y secular pasó a manos del Rey Dios, elegido (a menudo con más o menos violencia oculta) y deificado por los sacerdotes de Awabath. Las Cuatro Tierras fueron declaradas el Imperio del Cielo y el título oficial del Rey Dios era el de Emperador de todas las cosas.
Los últimos herederos de la Casa de Hupun fueron un niño y una niña, Ensar y Anthil. Deseando terminar con el linaje de los reyes kargos, pero sin querer arriesgarse a realizar un sacrilegio al derramar sangre real, el Rey Dios ordenó que se dejara a aquellos niños abandonados en una isla desierta. Entre sus ropas y sus juguetes, la princesa Anthil tenía la mitad del Anillo roto traído por Erreth-Akbe, el cual había heredado de la hija de Thoreg. Cuando era ya una anciana le dio aquella mitad al joven mago Ged, que había naufragado en su isla. Más tarde, con la ayuda de la suma sacerdotisa de las Tumbas de Atuan, Arha-Tenar, Ged pudo unir las dos mitades del Anillo y así rehacer la Runa de la Paz. Él y Tenar llevaron el Anillo enmendado a Havnor, para esperar al heredero de Morred y Serriadh, el Rey Lebannen.