Podría reducir bastante el espacio que ocupan estos agradecimientos simplemente diciendo lo siguiente: gracias a quienes hicieron posible que visitara acantilados durante el último año y medio.
Pero supongo que es ser un poco perezosa y, además, merecen que los mencione: gracias a mi primera publicista en Scholastic, Samantha Grefé, quien organizó mis horarios de modo que pudiera visitar acantilados en California. Gracias a mi querido equipo de derechos de autor, formado por Rachel Horowitz, Janelle DeLuise, Maren Monitello y Lisa Mattingly, quienes coordinaron mis viajes al extranjero de manera que pudiera visitar acantilados en Normandía. Gracias al equipo de publicistas de Scholastic UK, Alyx Price y Alex Richardson, quienes hicieron todo lo posible para que pudiera visitar acantilados en el sur de Inglaterra. Gracias a mis queridos amigos Erin y Richard Hill, quienes aguantaron mis viajes en busca de acantilados por el Reino Unido no en una ocasión, sino en dos: una hacia el sur, y la otra, hacia el este.
Muchas gracias a quienes me ayudaron con la escritura: a mi sufrido editor, David Levithan, quien no se asustó cuando le dije que mi próximo libro trataría de caballos asesinos. Gracias a mi siempre implicada agente, Laura Rennert, por pavimentar el camino, a veces un poco torcido, que ha llevado a la publicación de este libro. Gracias a Tessa Gratton y a Brenna Yovanoff por sus comentarios críticos y por jugar conmigo a «¡Encuentra los errores!». Gracias a Carrie Ryan, a Natalie Parker, a Jackson Pearce y a Kate Hummel por sus comentarios sobre el argumento y sus historias sobre los vestuarios y las taquillas de los jinetes.
Como siempre, le estoy eternamente agradecida a mi familia por defender el castillo durante las entregas, normalmente coincidentes con las vacaciones. Les doy las gracias también a mis padres en especial, quienes protestaban (aunque sólo un poco) cuando montábamos a pelo.
Y, sobre todo, le doy las gracias a mi marido Ed, que siempre escala acantilados junto a mí.