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SEAN

Lo hallo junto a una de las hogueras.

Las llamas se proyectan hacia el oscuro cielo, entremezclándose con la noche. La boca me sabe a humo.

—Matthew Malvern —le digo. Las palabras salen de mi boca como un gruñido; una invitación a la batalla que no es más amistosa que los gritos que Corr deja escapar en la playa. Mutt es un gigante, una criatura mítica cuya negra silueta se dibuja delante de la hoguera. En una mano tiene un pedazo de carbón y en la otra, un retazo de papel: un deseo marino. Si ese ser tiene rostro, yo no logro vérselo. Le grito—: No le habrás deseado a alguien la muerte, ¿no?

Mutt retuerce el papel; aun así distingo mi nombre, escrito del revés. Lo lanza por el acantilado y desaparece en la negrura.

—Esa yegua te matará.

Mutt se acerca a mí, pavoneándose. Su aliento es oscuro, como la cara oculta del mar.

—¿Desde cuándo te ha preocupado a ti mi seguridad, Sean Kendrick?

Se me acerca cada vez más; hasta que nuestras dos sombras se funden en una. No vacilo. Si busca pelea esta noche, tendré que defenderme. Ya llevo la tormenta dentro de mí, y veo a Fundamental sumergirse en el agua como si estuviera sucediendo en ese preciso instante.

—Quizá no sea a ti a quien mate —añado—. Y nadie merece morir por tu culpa.

El calor del fuego me quema la piel.

—Ya sé por qué no quieres que monte esa yegua —responde Mutt con una risotada—, porque es más rápida que tu caballo.

Durante muchos años, por su padre, he tomado todas las precauciones posibles para que Mutt siguiera con vida: siempre le he asignado el caballo más seguro, al que previamente yo había entrenado para que no se alterara por la presencia del mar, lo he vigilado mientras entrenaba para que nadie se interpusiera en su camino…, aunque me costara romperme dos costillas.

Y ahora él ha hecho imposible que pueda protegerle, renunciando a mi ayuda. Casi me siento aliviado. Si decide montar a lomos de la yegua pinta, no podré hacer nada por él.

Alzo las manos.

—Haz lo que quieras, yo más no puedo hacer.

Con el rabillo del ojo veo unas siluetas: han venido a buscarnos para que acudamos al desfile de jinetes. La noche casi se ha acabado y el entrenamiento de verdad está a punto de empezar. Resulta difícil imaginar que pueda llegar el día, después de una noche como aquélla, que parece no acabarse jamás.

—No —dice Mutt—. No puedes hacer nada más.