Acabo de ser condenada a morir, no a una muerte vergonzosa, pues ésta es sólo destinada a los criminales. He sido condenada a unirme a tu hermano. Inocente como él, deseo demostrar la misma firmeza que él mostró en su final. Estoy pues en calma, como aquellas personas cuya conciencia está limpia. Mi mayor desconsuelo es abandonar a mis pobres hijos; tú sabes bien que sólo he sobrevivido por ellos y por ti, mi buena y dulce hermana.

Carta de la reina MARÍA ANTONIETA de Francia a su cuñada Elisabeth. París a 16 de octubre de 1793; 4.30 de la madrugada.