SOBRE ROMAIN ROLLAND[3]
1948

Sabemos la parte que tomó Léon Tolstói en el desarrollo preliminar de Romain Rolland. La carta del joven al anciano fue tomada en serio y contestada; el famoso escritor replicó con atingencia y afecto a las preguntas del escolar, le respondió como padre y como hermano a las impetuosas manifestaciones del muchacho. Al así hacerlo, el venerable sabio llevó al cabo un acto sagrado y mágico, el acto de transmitir un llamado. Y en el curso de su vida rica y fructífera, Rolland habría de perpetuar este acto numerosas veces. Como hombre de más edad que había encontrado su camino, estimuló a los jóvenes que andaban en su busca, y una vez que estuvo convencido de su buena voluntad, les trasmitió su llamado. Al despertarlos, como consejero y camarada en la lucha, ayudó grandemente a los anhelantes buscadores de su propia generación y a los de dos generaciones subsecuentes. Era guardián de una llama que aún no se extingue, incluso en Alemania, donde durante los días de terror, sus libros prohibidos aguzaron la vista y la conciencia, sostuvieron corazones de unos cuantos fieles. Todavía sigo recibiendo recordatorios de Rolland desde Alemania; inquieren sobre mis recuerdos personales de él y me piden sus libros.

Dispersos por el mundo hay muchos piadosos creyentes fuera o aparte de las iglesias y denominaciones, hombres de buena voluntad gravemente preocupados por la declinación del espíritu humano, por el dispendio de la paz y la confianza en el mundo. Esta gente no tiene sacerdotes, ni consuelos eclesiásticos; pero tienen sus voces que claman en el desierto, sus santos y mártires. Entre ellos está Romain Rolland; su mentor León Tolstói, y Mahatma Gandhi, su camarada y amigo. Estos tres pilares de la consolación han muerto, pero viven siempre en el corazón de miles de seres; ayudan a miles también a mantener la fe y a llevar en alto su luminosidad en este mundo tan tardo e irrazonable.