Al extender mi más cordial y respetuoso saludo, quiero en primer término manifestar mi pesar por no estar entre vosotros y por no poder dar las gracias personalmente. Mi salud siempre ha sido algo precaria y con las penalidades sufridas durante el período del Nacional Socialismo, en el curso del cual el trabajo de mi vida fue destruido en Alemania y tuve que soportar arduas tareas, día tras día, mi salud decayó irremediablemente. Sin embargo, mi espíritu sigue intacto y me siento íntimamente vinculado con vosotros al subrayar el concepto de la Fundación Nobel, con la idea de que la cultura es supranacional e internacional, y bajo la obligación de no servir a la guerra y la destrucción, sino a la paz y la reconciliación. Al honrarme con el Premio Nobel, honráis también al idioma alemán y a la contribución germana en el mundo de la cultura. En esto veo un gesto de conciliación y buena voluntad, una moción para restablecer y ampliar la cooperación cultural entre los pueblos.
Sin embargo, mi ideal no consiste en una uniformidad cultural dentro de la cual las características nacionales quedan veladas. Por todos conceptos, estoy en favor de la diversidad, diferenciación y escalonamiento en nuestra querida tierra. Es algo maravilloso que existan tantas razas y naciones, muchos idiomas, muchas facetas en la mentalidad y perspectivas. Si yo odio y me opongo determinadamente a la guerra, conquistas y anexiones territoriales, es en parte porque destruyen mucho de la individualidad histórica y la diferenciación de la cultura humana. Soy enemigo de los «grands simplificateurs» y amo la igualdad, la forma orgánica, lo inimitable. Y así, como vuestro agradecido huésped, estrecho la mano de vuestro país, de Suecia, con su lenguaje y su cultura, su rica y orgullosa historia, y por la energía con la que han logrado preservar y desarrollar su carácter nacional.
Nunca he visitado a Suecia, pero a través de los años he podido recibir varias pruebas de amistad de vuestro país. La primera, que recibí hace aproximadamente cuarenta años, fue un libro sueco, la primera edición de Christ Legends, con una dedicatoria de la propia mano de Selma Lagerlöf. En el curso de los años he tenido valiosos intercambios con vuestro país, que ahora culminan con este último obsequio, que me llena de sorpresa y por el cual os doy mis más sinceras gracias.