Un viento maligno acecha,
Maléficos zumban los astros
Y las manzanas doradas
Se pudren hasta el corazón.
Las aves de negro agüero
Escudriñan en la rama;
Siseando algún desastre
Vuelan las hojas de la Sibila.
Atravesando los depósitos de cadáveres
Caminan los altos esqueletos;
Belladonas y ortigas
Enmarañan el camino.
En el prado arruinado
Que nadie más cruzaría,
Aguarda la sombra en forma de hoz
De la serpiente entre la hierba.
Al acercarse a su caserío
Dando un sinuoso rodeo,
El hombre oye cómo el lobo
Llama arisco a su puerta.
Su mujer y sus hijos penden
Acribillados a balazos,
Hay un maleficio en la cuna
Y la muerte en la cazuela.