PASAR Y CORRER[876]

Cantemos una alabanza por las estatuas:

Por esas actitudes perennes y esos firmes ojos pétreos

Que observan, a través del liquen que los cubre

Y de las patas de los pájaros que pasan,

Algún punto inconmovible,

Más allá del inconstante, verde

Y centelleante galope de la luz

En este precario parque

Donde los niños vivaces giran

Como peonzas de colores en el tiempo,

Sin pararse a comprender que todos sus juegos

Se resumen en el de pasar y correr:

¡Pero, corre!, vociferan, y el columpio

Asciende en curva hasta la copa del árbol;

¡Corre!, gritan, y el tiovivo

Los arrastra en círculo con él.

Y yo, como los niños, cautiva

En el mortal verbo activo,

Permito a mis ojos transitivos[877] echar una lágrima

Por cada veloz, resplandeciente juego

De niños, hojas y nubes,

Mientras, sumidos en este mismo ensueño,

Impasibles, esos ojos pétreos observan,

Incrustados y a salvo en la piedra[878].