TERMINAL[864]

Volviendo a casa desde las crédulas cúpulas azules,

el soñador refrena el despertar de su apetito

aterrorizado en la cosecha de las catacumbas

que surge de noche como una plaga de setas venenosas:

los refectorios en los que se deleitaba se han transformado

en una fonda de gusanos, cuchillas rapaces

que urden en el blanco útero del esqueleto

una podredumbre de lujosos brocados a modo de caviar.

Volviendo las tornas[865] de este gourmet de ultratumba,

entra el diabólico mayordomo y le sirve como banquete

la dulcísimo carne de la obra maestra del infierno:

su propia novia pálida sobre una bandeja flameante:

adobada con elegías, la joven yace de cuerpo presente

aguardando a que él la consagre con su bendición.