MIRANDO A LOS OJOS A UN DEMONIO DE AMANTE

Hete aquí dos pupilas

cuyas lunas negrísimas

transforman en lisiado

a todo el que ven:

cualquier dama hermosa

que mira en su interior

adquiere la forma

de un sapo.

Dentro de estos espejos

el mundo se invierte:

los dardos ardientes

del afectuoso admirador

regresan hiriendo

la mano que los lanzó

e inflaman con peligro

la herida escarlata.

Yo busqué mi imagen

en su cristal abrasador,

pues ¿qué fuego podía dañar

el rostro de una bruja?

Me asomé, sí, a ese horno

donde arden las beldades

pero hallé a la radiante

Venus reflejada.