ALBADA DE ABRIL

Alabemos este mundo con aire de acuarela

en pagodas de cristal colgadas con velos verdes

donde los diamantes tintinean himnos en la sangre

y la savia asciende el campanario de la vena.

Un beatífico gorrión jerguea[816] madrigales

para despertar a los soñadores al alba lechosa,

mientras los tulipanes se inclinan como cardenales

ante ese parangón pontificio, Su Santidad el Sol.

Bautizados por un rocío de estrellas como galantos[817],

donde con sus patas rosas y estriadas pasan las palomas

y los junquillos brotan como metáforas salomónicas[818],

mi amor y yo vamos engalanados con guirnaldas de hierba.

Una vez más nos engañamos deduciendo que, en cierto modo,

somos mucho más jóvenes de lo que lo éramos ayer.