A UN AMANTE ABANDONADO

Fría en mi estrecho catre

yazgo y con pena miro

por mi cuadrada ventana en negro:

dibujado en el cielo nocturno,

un mosaico de estrellas

representa los años en declive,

mientras, desde la luna, la mirada

de mi amante me hiela hasta la muerte

con el fulgor de su fe aterida.

Una vez lo herí con una

espina muy pequeña

sin saber que su carne ardería

ni que en él el ardor aumentaría

hasta volverlo

incandescente como un dios;

ahora no encuentro un lugar

donde esconderme de él:

la luna y el sol reflejan su llama.

Por la mañana, todo volverá

a ser lo mismo:

pálidas estrellas antes del alba airada;

el gallo de oro devendrá para mí

en el potro de tortura del tiempo,

hasta que llegue el cenit del mediodía

bajo cuyo resplandor mi amor verá

que aún continúo

ardiendo en mi dorado infierno.