Siempre justo en mitad de un beso
Te asaltaba el impulso profano de toser;
Siempre desde el púlpito, en la misa,
Le daba al demonio por hacerte reír.
Tras la falsa ceremonia de tu pesar
Acechaba el burlesco instinto del histrión,
Y siempre defendiste tu divertida creencia
De que la vida era una simple falacia monumental.
Desde el cómico accidente del nacimiento
Hasta la grotesca burla postrera de la muerte,
Contagiaste tu dolencia de sacrílego
Alborozo con tu hilarante aliento.
Pero ahora te toca a ti hacer el papel de serio
Y aguantar por un tiempo las gracias del gusano.