Se pasa el día jugando al ajedrez con los huesos del mundo:
Favorecida[797] (mientras de pronto rompe a llover
Tras la ventana), yace entre cojines adornados con rizos,
Mordisqueando de vez en cuando un bombón pecaminoso.
Tan remilgada, tan femenina, con sus pechitos rosados, alimenta
Sus antojos de chocolate en unas estancias empapeladas de rosa
Donde unas cómodas repulidas susurran crujientes maldiciones
Y unas rosas de invernadero se deshacen de sus inmorales florescencias.
Los granates de sus dedos centellean vivamente,
Y la sangre se refleja a lo largo del manuscrito.
La autora cavila sobre el aroma dulzón y mareante
Que supuran en una cripta las gardenias,
Y, extraviada en una metáfora sutil, se aísla
De las caras grises de los niños que lloran en las calles.