El aire es un molino de garfios[776]:
Preguntas sin respuesta,
Ebrias y centelleantes como moscas
Cuyo beso aguijonea de manera insufrible
En las fétidas matrices de aire negro, bajo los pinos, en verano.
Recuerdo
El olor a muerto del sol en las cabañas de madera,
La rigidez de las velas, los largos lienzos sinuosos y salinos.
Para quien ha visto a Dios, ¿existe algún remedio?
Para quien que se siente agarrotada[777]
De pies a cabeza, sin olvidar
Ni un solo dedo; utilizada,
Consumida del todo, bajo las conflagraciones[778] del sol, esas manchas
Que se prolongan desde las catedrales antiguas,
¿Existe algún remedio?
¿La píldora de la Comunión?
¿Pasear a orillas de un lago? ¿La memoria?
¿O recoger los vestigios resplandecientes
De Cristo que aún se aprecian en los rostros de los roedores,
Esos mansos picaflores, los únicos
Cuya esperanza es tan nimia que se acomodan a todo,
Encorvados en su guarida estrecha y limpia
Bajo los radios de las clemátides?
¿Acaso no existe el gran amor, sólo el cariño?
¿Recuerda acaso el mar
A aquel que caminó sobre sus aguas?
Las moléculas rezuman significado.
Las chimeneas de la ciudad respiran, la ventana suda,
Los niños brincan en sus cunas.
El sol florece, es un geranio.
El corazón sigue latiendo.
1 de febrero de 1963