218. GIGOLÓ

Funciono como un reloj de bolsillo,

A las mil maravillas.

Las calles son para mí

Como grietas de lagartijas

En laderas escarpadas,

Con sus buenos agujeros

Para esconderse. Es mejor

Citarse en un callejón ciego,

Un palacio de terciopelo

Con ventanas de espejos.

Ahí uno está a salvo,

Sin fotos de familia,

Aros en la nariz, ni gritos.

Las mujeres se tragan sus sonrisas—

Esos brillantes anzuelos— al ver mi tamaño[771].

Y yo, con mi elegante traje negro,

Me cepillo[772] un montón de pechos

Como si fuesen medusas. Para alimentar

Los cellos de los gemidos, como huevos:

Huevos y pescado, lo esencial,

El calamar afrodisíaco.

Pero mi boca flaquea,

Esta boca del Demonio,

Cuando se me para el motor.

El parloteo de mis doradas articulaciones,

Mi manera de transformar las quejas[773]

En suspiros plateados, extienden

Una alfombra, un silencio ante mí.

Y lo mejor es que esto nunca se acaba.

Por eso nunca envejeceré.

Nuevas almejas[774] chillan en el mar, y yo

Resplandezco como Fontainebleau

Satisfecho,

Toda la cascada es un ojo

Sobre cuya poza me inclino

Tiernamente, para contemplarme.

29 de enero de 1963