214. LOS MANIQUÍES DE MÜNCHEN[756]

La perfección es terrible, no puede tener hijos.

Fría como el aliento de la nieve, azolva el útero

Donde los tejos bufan como hidras,

El árbol de la vida y el árbol de la vida

Liberando sus lunas, mes tras mes, sin ningún propósito.

La profusión de sangre es profusión de amor,

El sacrificio absoluto.

Significa: ningún ídolo salvo yo,

Yo y tú.

Así, con su sulfurosa belleza, con sus sonrisas

Estos maniquíes se inclinan esta noche

En München, depósito de cadáveres entre París y Roma,

Desnudos y calvos bajo sus abrigos de piel,

Piruletas de naranja con palitos de plata,

Intolerables, sin mente.

La nieve disemina sus fragmentos de oscuridad,

No hay nadie alrededor. En los hoteles,

Manos abriendo puertas, dejando zapatos fuera,

Preparados para recibir un buen lustre de carbón

Y albergar por la mañana una decena de dedos gruesos.

Ah, la domesticidad de estos escaparates,

Con sus encajes de niños, sus dulces de verde follaje,

Sus espesos[757] alemanes dormitando en su insondable Stolz[758].

Y los teléfonos negros colgados en sus ganchos,

Reluciendo,

Reluciendo y digiriendo

Su mudez. La nieve no tiene voz.

28 de enero de 1963