Este hombre se inventa un seudónimo
Y se arrastra tras él como un gusano.
Esta mujer que está al teléfono
Afirma ser un hombre, no una mujer.
La máscara crece, se come al gusano,
Le marca con rayas[733] la boca, los ojos, la nariz.
La voz de la mujer se ahonda
Más y más, como la de un muerto,
Repta insidiosa en las consonantes oclusivas.
Ella odia
La sola idea de tener un niño
—Un ladrón de células, un ladrón de belleza—,
Preferiría estar muerta antes que gorda,
Muerta y perfecta, como Nefertiti,
Oyendo a la máscara feroz ensalzar
El limbo plateado de cada uno de sus ojos
Donde el niño nunca puede nadar,
Donde sólo existe él, él.
16 de noviembre de 1962