Los años entran como animales del espacio
Exterior del acebo[726] donde las espinas
No son los pensamientos que yo activo, como un yogui,
Sino el verdor, la oscuridad tan pura
Que ellos hielan y son.
Oh, Dios, yo no soy como tú
En tu vacua negrura
Perforada de estrellas: brillante y estúpido confeti.
La eternidad me aburre,
Jamás la deseé.
Lo que me gusta es
El pistón funcionando:
Mi alma desfallece ante él.
Y los cascos de los caballos,
Su despiadado batir.
En cambio tú, gran Estasis[727]…
¿Qué hay de grande en eso?
¿Es un tigre[728] este año, ese rugido en la puerta?
¿O es un Cristo,
Con su espantosa
Pizca de Dios en él,
Muriéndose por volar[729] y acabar con eso?
Los coralillos[730] son siempre ellos mismos, en su quietud.
Los cascos[731], en cambio, jamás lo conseguirán.
En la infinitud azul, sisean los pistones.
16 de noviembre de 1962