202. GULLIVER

Sobre tu cuerpo pasan las nubes

Altas, altas y heladas,

Y también un poco planas, como si

Flotasen sobre un cristal invisible.

No como los cisnes,

Pues ellas no se reflejan,

Ni como tú,

Ya que nada las sujeta.

Ellas son todo calma, todo azul. No como tú

Tumbado ahí, de espaldas,

Mirando el cielo.

Los hombres-araña te apresaron,

Enrollando y retorciendo sus insignificantes pero viles

Ataduras. Cuánta seda

Para sobornarte.

Ah, cómo te odian, cómo

Parlotean en el valle de tus dedos esas lombrices.

Les gustaría tenerte durmiendo en sus gabinetes,

Con un dedo del pie allí y otro allá. Como una reliquia.

Pero ¡huye!

Aléjate siete leguas, unas distancias semejantes

A las que confluyen en Crivelli[711], tan intangibles.

Haz de este ojo un águila,

Y de la sombra de este labio, un abismo.

6 de noviembre de 1962