196. NICK Y LA PALMATORIA[674]

Soy una minera[675]. La luz arde azul.

Estalagmitas de cera

Gotean y se espesan, lágrimas

Que el vientre de la tierra

Exuda en su hastío mortal.

Negros aires de murciélago

Me envuelven, chales raídos,

Fríos homicidios,

Pegándose a mí como ciruelas.

Cueva poblada de antiguos

Carámbanos de calcio, de antiguos ecos.

Incluso los tritones, esos san josés

Beatos, son blancos.

Y el pez, el pez:

¡Cristo!, son láminas de hielo[676],

Una suerte de cuchillos[677],

Una congregación religiosa

De pirañas que hace su primera comunión

Comiéndose vivos los dedos de mis pies.

La vela

Coge aire y recupera su pequeña altura,

Sus amarillos me infunden ánimo.

Ah, mi amor, ¿cómo llegaste aquí?

Tú, embrión

Que recuerdas hasta en sueños

Tu postura de miembros cruzados[678].

La sangre florece clara y brillante

En ti, rubí.

El dolor

Al que te despiertas no es tuyo.

Mi amor, mi amor,

He adornado nuestra cueva con guirnaldas de rosas[679],

Con suaves y mullidas alfombras:

Las últimas reliquias victorianas.

Dejemos que las estrellas

Se abismen en sus oscuros destinos,

Que los dañinos átomos

Mercuriales caigan, gota a gota,

En el terrible pozo:

Tú eres lo único

Sólido en lo que se apoyan los espacios, envidiosos.

Tú eres el niño del pesebre.

29 de octubre de 1962