Estasis[664] en la oscuridad.
Después, el azul e insustancial
Diluvio de peñascos[665] e infinitudes.
Leona de Dios,
Eje de talones y rodillas,
¡Cómo nos fundimos en una! El surco
Se abre y avanza ante nosotras[666], hermana
A cuya cerviz marrón y
Arqueada no consigo asirme,
Las bayas con mirada de negro
Lanzan oscuros
Anzuelos,
Bocanadas de sangre negra y dulce,
Sombras.
Algo más
Me lleva por el aire, arrastra
Muslos, cabellos;
Escamas que se desprenden de mis talones.
Blanca
Godiva[667], así me voy esfolando[668], despojando
De manos muertas, de rigores muertos.
Y ahora voy dejando
Espuma sobre el trigo, un centelleo marino[669].
El grito del niño[670]
Se disuelve en la pared.
Y yo
Soy la flecha,
El rocío[671] que vuela
Suicida, unida a esta fuerza
Que me impulsa hacia el rojo
Encarnado, el caldero del alba.
27 de octubre de 1962