¡Un secreto! ¡Un secreto!
Qué importante.
Eres azul y enorme, un guardia de tráfico,
Alzando la palma de una mano.
¿Una diferencia entre nosotros?
Que yo tengo un ojo, y tú dos.
Llevas el secreto estampado en ti,
Una filigrana leve, ondulante.
¿Se verá a través del detector negro?
¿Saldrá a relucir
Ondulante, indeleble, verídica
A través de la jirafa africana en su follaje edénico,
Del hipopótamo marroquí,
Que ahora miran fijamente desde una orla cuadrada y rígida?
Son animales de exportación:
La primera, una idiota; un idiota, el segundo.
¡Un secreto! Un dedo extra,
Color ámbar, color brandy,
Posado en su percha y zureando “Tú, tú”.
Entre dos ojos en los que nada se refleja salvo unos monos.
Un cuchillo que puede ser desenvainado
Para cortarse las uñas,
Para sacarse la porquería.
“No te hará daño”.
Un hijo ilegítimo:
¡Esa gran cabeza azul!
Oye cómo respira en el cajón del escritorio.
“¿Eso es ropa interior, monada?
Pues apesta a bacalao. Sería mejor
Que insertaras varios clavos de especia en una manzana,
Que hicieras un saquito de lavanda o si no
Que acabaras con el bastardo.
Que acabaras con esto para siempre”.
“No, no, porque ahí es feliz”.
“¡Pero anhela salir!
¡Mira, mira cómo quiere gatear!”.
¡Dios mío, ahí va el tapón!
Los coches en la Place de la Concorde:
¡Cuidado!
Una estampida, una estampida—
Cuernos virándose, y guturales selváticas.
Una botella de cerveza negra reventada,
Una marea de espuma en la falda.
Tú sales a trompicones,
Niño enano,
Con el cuchillo clavado en la espalda.
“Me siento débil”.
El secreto ha salido a la luz.
10 de octubre de 1962