179. EL ENJAMBRE[572]

Alguien está disparando a algo en nuestra ciudad:

Un pum, pum seco en la calle dominical.

Los celos pueden abrir la sangre,

Pueden crear rosas negras.

¿A qué estarán disparando?

Para ti son los puñales empuñados

En Waterloo, Napoleón[573], en Waterloo,

La joroba del Elba sobre tu pequeña espalda,

Y la nieve, enfilando sus cuchillos relucientes

Masa tras masa, diciendo Chitón,

Chitón Esta gente con la que juegas son peones

De ajedrez, figuras inmóviles de marfil.

El fango se revuelve henchido de gargantas[574],

Piedras pasaderas para las botas francesas.

Las cúpulas doradas y rosas de Rusia se funden y flotan

En el horno de la codicia. ¡Nubes! ¡nubes!

Así se apelotona el enjambre y deserta

A veinte metros de altura, en un pino negro.

Hay que abatirlo a tiros. ¡Pum! ¡Pum!

Y el muy tonto cree que las balas son truenos.

Cree que el estruendo es la voz de Dios

Excusando el morro, la zarpa, el gruñido del perro

De ancas amarillas, un perro de presa,

Gruñendo ante su hueso de marfil

Como la jauría, la jauría, como todo el mundo.

Las abejas han llegado muy lejos. A veinte metros de altura

Rusia, Polonia y Alemania.

Las suaves colinas, los campos del mismo y viejo color

Magenta se encogen hasta devenir en un penique

Arrojado a un río, el río cruzado.

Las abejas discuten, vueltas una bola negra,

Un erizo volador, todo púas y púas.

El hombre de las manos grises está bajo el panal

Soñado por las abejas, la estación enjambrada

Donde los trenes, fieles a sus arcos de acero,

Parten y llegan, en un país sin fin.

Pum, pum. Las abejas caen

Desmembradas en una pila de hiedra.

¡Adiós a los carros, los escoltas, todo el Gran Ejército!

Un andrajo rojo, Napoleón

La última insignia de la victoria.

El enjambre cae derribado de su pedestal[575].

Elba, Elba, una pústula en el mar.

Los blancos bustos de los mariscales, almirantes, generales

Se introducen como gusanos en los nichos.

¡Qué instructivo es todo esto!

Los cuerpos mudos, ceñidos con bandas,

Caminan por el parqué cubierto con los muebles de la Madre Francia

Hacia un nuevo mausoleo,

Un palacio de marfil, la horcadura de un pino.

El hombre de las manos grises sonríe:

La sonrisa de un hombre de negocios, intensamente práctico.

Pero no, no son manos

Sino receptáculos de amianto.

¡Pum, pum! “Podrían haberme matado a mí”.

¡Aguijones grandes como chinchetas!

Parece que las abejas tienen una cierta noción del honor,

Una mente negra e ingobernable.

Napoleón está encantado, está encantado con todo.

Oh, Europa. Oh, tonelada de miel.

7 de octubre de 1962