Alguien está disparando a algo en nuestra ciudad:
Un pum, pum seco en la calle dominical.
Los celos pueden abrir la sangre,
Pueden crear rosas negras.
¿A qué estarán disparando?
Para ti son los puñales empuñados
En Waterloo, Napoleón[573], en Waterloo,
La joroba del Elba sobre tu pequeña espalda,
Y la nieve, enfilando sus cuchillos relucientes
Masa tras masa, diciendo Chitón,
Chitón Esta gente con la que juegas son peones
De ajedrez, figuras inmóviles de marfil.
El fango se revuelve henchido de gargantas[574],
Piedras pasaderas para las botas francesas.
Las cúpulas doradas y rosas de Rusia se funden y flotan
En el horno de la codicia. ¡Nubes! ¡nubes!
Así se apelotona el enjambre y deserta
A veinte metros de altura, en un pino negro.
Hay que abatirlo a tiros. ¡Pum! ¡Pum!
Y el muy tonto cree que las balas son truenos.
Cree que el estruendo es la voz de Dios
Excusando el morro, la zarpa, el gruñido del perro
De ancas amarillas, un perro de presa,
Gruñendo ante su hueso de marfil
Como la jauría, la jauría, como todo el mundo.
Las abejas han llegado muy lejos. A veinte metros de altura
Rusia, Polonia y Alemania.
Las suaves colinas, los campos del mismo y viejo color
Magenta se encogen hasta devenir en un penique
Arrojado a un río, el río cruzado.
Las abejas discuten, vueltas una bola negra,
Un erizo volador, todo púas y púas.
El hombre de las manos grises está bajo el panal
Soñado por las abejas, la estación enjambrada
Donde los trenes, fieles a sus arcos de acero,
Parten y llegan, en un país sin fin.
Pum, pum. Las abejas caen
Desmembradas en una pila de hiedra.
¡Adiós a los carros, los escoltas, todo el Gran Ejército!
Un andrajo rojo, Napoleón
La última insignia de la victoria.
El enjambre cae derribado de su pedestal[575].
Elba, Elba, una pústula en el mar.
Los blancos bustos de los mariscales, almirantes, generales
Se introducen como gusanos en los nichos.
¡Qué instructivo es todo esto!
Los cuerpos mudos, ceñidos con bandas,
Caminan por el parqué cubierto con los muebles de la Madre Francia
Hacia un nuevo mausoleo,
Un palacio de marfil, la horcadura de un pino.
El hombre de las manos grises sonríe:
La sonrisa de un hombre de negocios, intensamente práctico.
Pero no, no son manos
Sino receptáculos de amianto.
¡Pum, pum! “Podrían haberme matado a mí”.
¡Aguijones grandes como chinchetas!
Parece que las abejas tienen una cierta noción del honor,
Una mente negra e ingobernable.
Napoleón está encantado, está encantado con todo.
Oh, Europa. Oh, tonelada de miel.
7 de octubre de 1962