Si la luna sonriese, se te parecería.
Das la misma impresión de ser algo hermoso,
Pero aniquilador. Las dos brilláis con una luz prestada.
Su boca en forma de O[431] manifiesta su congoja
Por el mundo, la tuya, tu indiferencia,
Y tu primer don es el de trocarlo todo en piedra.
De repente me percato de que me hallo en un mausoleo:
Ahí estás tú, tamborileando con los dedos en una mesa de mármol,
Buscando cigarrillos, rencorosa como una mujer, aunque no tan nerviosa,
Muriéndote por decir algo a lo que nadie rechiste.
También la luna doblega a sus súbditos,
Pero a la luz del día resulta ridícula.
Por otro lado, tus insatisfacciones llegan
A mi buzón con afectuosa regularidad,
Blancas y anodinas, expansivas como el monóxido de carbono.
No hay día en que no tenga noticias tuyas,
Mientras deambulas, quizás, por Africa, pero pensando en mí.
Julio de 1961