El cielo nocturno no es más que una suerte de papel de carbón,
Negro azulado, con esos puntos[419] de estrellas tan hondos
Que dejan pasar la luz, mirilla tras mirilla:
Una luz color hueso, como la muerte, detrás de todas las cosas.
Bajo los ojos de las estrellas y del rictus de la luna,
Este hombre padece el desierto de su almohada, el insomnio
Que extiende su fina e irritante arena en todas las direcciones.
Una y otra vez, la vieja película granulada le expone
Una secuencia de hechos embarazosos: los días de llovizna
De su infancia y adolescencia, preñados de sueños empalagosos,
Los rostros de sus padres sobre tallos muy altos, ora severos, ora llorosos,
Un jardín de rosas plagadas de bichos[420] que le hacían llorar.
Su frente es como un saco de piedras por un camino con baches[421].
Los recuerdos se abren paso a codazos, ansiosos por figurar, como caducas estrellas de cine.
Él ya es inmune a las pastillas[422]: rojas, púrpuras, azules…
¡Ah, cómo iluminaban el tedio de aquellas noches eternas!
Aquellos planetas de azúcar cuya influencia le otorgaba
Por un tiempo una vida bautizada en la no vida,
Y el dulce, narcótico despertar de un niño desmemoriado.
Ahora las pastillas ya no le hacen efecto, resultan absurdas como los dioses clásicos.
Y sus colores de amapola soñolienta no le hacen ningún bien.
Su cabeza es un pequeño interior de espejos grises.
Cada gesto suyo huye de inmediato por una alameda
De perspectivas en fuga, y su significado se escurre
Como el agua por el desagüe hasta lo más remoto.
Vive sin intimidad en un cuarto desvelado[423], descubierto,
Con las peladas ranuras de sus ojos rígidamente abiertas
A los incesantes flashes[424] rojizos y anaranjados de las situaciones.
En el patio de granito, los gatos invisibles se han pasado la noche
Chillando como mujeres o como instrumentos rotos.
El hombre ya siente la luz del día, su blanco malestar,
Subiendo a gatas con su consabido raudal de trivialidades.
Ahora, la ciudad es un mapa de gorjeos alegres, y por todas partes
La gente, con sus ojos de mica plateada, nuevamente en blanco,
Va en fila a trabajar, como si acabaran de lavarle el cerebro.
Mayo de 1961