Irrefutables, tan hermosamente satisfechas de sí mismas
Como la propia Venus en su venera-pedestal,
Envuelta en su mantilla de cabello rubio y en la gasa
Salada de la brisa marina, se encuentran
Las embarazadas en sus vestidos sueltos.
Sobre cada estómago pesado flota un rostro
Apacible como una luna o una nube.
Sonriendo para sus adentros, meditan
Devotamente como un bulbo holandés
Al conformar sus veinte pétalos.
La oscuridad aún cría[407] su secreto.
En la colina verde, bajo los espinos,
Aguardan oír la llegada del milenio,
La llamada del pequeño, nuevo corazón.
Angelotes de nalgas rosadas las atienden.
Sin hacer nada en particular, salvo madejas de lana,
Se mueven a sus anchas entre los arquetipos[408].
El ocaso las corona de un azul virginal[409]
Mientras, a lo lejos, el eje del invierno
Gira chirriando, acercándose[410] amenazadoramente
Con la paja, la estrella y los magos de canas grises.
26 de febrero de 1961