Puedo estar despierta toda la noche, si es preciso:
Fría como una anguila, sin párpados.
La oscuridad me envuelve como un lago muerto,
Azul y negra, una ciruela espectacular.
Mi corazón no mana burbujas de aire, no tengo pulmones,
Soy horrenda, mi vientre es una media de seda[396]
En la que las caras y las cruces[397] de mis hermanas se descomponen.
Mira, mira cómo se funden como monedas en los potentes jugos…
Las mandíbulas de araña, las vértebras mondas por un instante
Como las líneas blancas en un cianotipo.
Si me moviese, creo que esta bolsa de plástico púrpura y rosada,
Repleta de vísceras, cascabelearía como el sonajero de un niño,
Las quejas acumuladas durante años, todos los dientes sueltos reteñirían
Al chocar entre sí. Pero ¿qué sabrás tú de todo esto,
Mi cerdo gordito, mi amorcillo meolludo, de cara a la pared?
En este mundo hay cosas intragables.
Tú me cortejaste con murciélagos de la fruta con cabeza de lobo,
Colgados de sus garras chamuscadas en el aire
Húmedo y hediondo de la Casa de los Mamíferos Pequeños[398].
El armadillo dormitaba en su arenero,
Obsceno y pelado como un puerco, los ratones blancos
Se multiplicaban hasta el infinito, como ángeles en una cabeza de alfiler[399],
De puro aburrimiento. Enmarañados en las sábanas empapadas de sudor,
Recuerdo los pollos cubiertos de sangre y los conejos descuartizados.
Tú revisabas el régimen de dietas y me llevabas a jugar
Con la boa constrictor en el Fellow’s Garden[400].
Yo fingía ser el Árbol de la Ciencia.
Me colaba en tu Biblia, me embarcaba en el Arca
Junto con el mandril sagrado, que llevaba una peluca y tenía orejas de cera,
Y la araña comedora de pájaros, cubierta con una piel de oso,
Que reptaba alrededor de su caja de vidrio como una mano de ocho dedos.
No consigo quitármela de la cabeza, no,
La manera en que nuestro noviazgo iluminaba aquellas jaulas de yesca…
Tu rinoceronte de dos cuernos abría la boca
Sucia como la suela de una bota y grande como el lavabo de un hospital
Para que yo le diera mi terrón de azúcar: su aliento apestando a ciénaga
Me cubría el brazo como un guante largo, hasta el codo.
Los caracoles lanzaban besos como manzanas negras.
Ahora, de noche, flagelo a los monos búhos osos ovejas
En su escalerilla[401] de hierro. Y, aún hoy, no consigo dormir.
14 de febrero de 1961