Tócalo: no se contraerá como un globo ocular,
Este ámbito en forma de huevo, claro como una lágrima.
He aquí el ayer, el año pasado:
Un vástago de palmera[384] y un lirio, tan inconfundibles como la flora
De la vasta y calma urdimbre de un tapiz.
Golpetea el cristal con la uña:
Tintineará como un carillón chino al más ligero golpe de brisa,
Aunque dentro no haya nadie que vaya a mirar quién es o se moleste en responder.
Sus habitantes son ligeros como el corcho,
Todos están permanentemente ocupados.
A sus pies, las olas se inclinan reverentes, en fila,
Sin malhumorarse jamás: frenando en mitad del aire,
Tirando de las riendas, piafando como caballos en un desfile.
Por encima de sus cabezas, las nubes se asientan
Adornadas con borlas y emperejiladas
Como cojines Victorianos. Las caras de esta familia
De postal de San Valentín agradarían a un coleccionista:
Suenan auténticas, como la buena porcelana.
En otra parte, el paisaje es más franco.
La luz ciega continuamente.
Una mujer arrastra su sombra en círculo
Alrededor de una escueta escudilla de hospital
Que se asemeja a la luna, o a una hoja de papel en blanco,
Y que parece haber sufrido una suerte de bombardeo particular.
La mujer vive apaciblemente,
Sin vínculos, como un feto en una botella,
Con la casa obsoleta, el mar, aplanados hasta volverse una foto,
Tiene una, demasiadas dimensiones en las que entrar,
La aflicción y la ira, ya exorcizadas,
Al fin la dejan en paz.
El futuro es una gaviota gris
Hablando, con su voz de gata, de partir, de partir.
La edad y el pánico la cuidan, como dos enfermeras,
Y un ahogado, quejándose del inmenso frío,
Sale a rastras del mar.
18 de noviembre de 1960