Las abstracciones penden en el aire como ángeles aburridos:
Nada tan vulgar como una nariz o un ojo[371]
Vigilando la extrema palidez de sus rostros ovalados.
Su blancura no es producto de la limpieza,
La nieve, la tiza ni nada parecido. Ellos son
Lo real, vale: los Buenos, los Verdaderos,
Saludables y puros como el agua hervida,
Y exentos de amor, como la tabla de multiplicar.
Mientras, la niña sonríe en el aire rarificado.
Tan sólo lleva seis meses en el mundo y ya puede
Andar a gatas como una hamaca con patas.
Para ella, la pesada noción del Mal que acecha su cuna
Tiene menos importancia que un dolor de tripa,
Y el Amor, su ama de leche, no es ninguna teoría.
Esa gente de Dios[372] hecha de papel se confunde de estrella,
En realidad busca la cuna de algún Platón lumbreras[373].
Dejémosles, pues, que asombren el corazón de éste con sus respectivos méritos[374].
Pero ¿qué niña podría florecer en semejante compañía?