112. MEDALLÓN[277]

Junto al portalón con una estrella y una luna

Labradas en su madera de naranjo descascarillada,

Yacía la serpiente de bronce bajo el sol,

Inerte como el cordón de un zapato; muerta

Pero aún flexible, con la mandíbula

Salida, torcida en una mueca,

Y la lengua como una flecha rosa.

La posé sobre mi mano, colgando.

Su diminuto ojo rojizo

Ardía en una llama vidriosa

Mientras yo la giraba bajo la luz

(Como los fragmentos granates

De una piedra que partí una vez).

El polvo apagaba el color ocre de su dorso

Igual que el sol destroza una trucha.

Y, aun así, su vientre conservaba el fuego

Que corría bajo la cota de malla,

Y las viejas joyas crepitaban allí

En cada una de las escamas opacas:

El ocaso visto a través de un cristal blancuzco[278].

Luego observé unos gusanos blancos, delgados como

Alfileres enroscándose en la negra magulladura

Donde las vísceras se habían hinchado,

Como si estuviesen digiriendo un ratón.

La serpiente, como un cuchillo, se había vuelto

El casto y puro metal de la muerte. El ladrillo

Lanzado por el guarda había perfeccionado su sonrisa[279].