La calle en la que se hallan estos dos
Durmientes no figura en ningún mapa.
Hemos perdido su rastro. Yacen
Como sumergidos en el agua,
Bajo una luz azul e inmutable,
La puertaventana[275] entreabierta,
Con una cortina de encaje amarilla.
A través de la estrecha abertura
Ascienden los olores de la tierra mojada.
El caracol deja una estela plateada;
Oscuros matorrales cercan la casa.
Volvemos la vista atrás.
Entre los pétalos pálidos como la muerte
Y las hojas de forma constante, ellos
Siguen durmiendo, boca a boca.
La niebla empieza a condensarse.
Sus pequeñas, verdes fosas nasales vibran,
Mientras ellos se entregan a su sueño.
Expulsados de ese cálido lecho,
Nosotros somos lo que ellos sueñan.
Sus párpados retienen la oscuridad.
Los durmientes no pueden sufrir
Ningún daño. Nosotros nos arrancamos
La piel y nos internamos en otro tiempo.