Con sus élitros[272] negros de escarabajos,
Frágiles como una antigua terracota
Que al menor soplo podría volverse añicos,
Las ancianas salen silenciosamente de aquí
A solearse en las rocas o a apoyarse
Erguidas en la pared cuyas piedras
Conservan un poco de calor.
El agudo de las agujas entretejidas en un pájaro
Picudo se contrapone al grave de sus voces:
Los hijos, las hijas, las hijas y los hijos
Distantes y fríos como las fotografías,
Esos nietos y nietas que ninguna conoce.
La vejez viste la mejor prenda negra,
Rojo óxido o verde liquen.
Los viejos fantasmas acuden a la llamada del búho
Para echarlas corriendo del parque.
En sus camas encajonadas como ataúdes,
Bajo sus gorros de noche, esbozan una mueca.
Y la Muerte, esa calva águila ratonera,
Se demora en los pasillos donde la mecha
De la lámpara se acorta con cada exhalación.