107. EL ASILO DE ANCIANAS

Con sus élitros[272] negros de escarabajos,

Frágiles como una antigua terracota

Que al menor soplo podría volverse añicos,

Las ancianas salen silenciosamente de aquí

A solearse en las rocas o a apoyarse

Erguidas en la pared cuyas piedras

Conservan un poco de calor.

El agudo de las agujas entretejidas en un pájaro

Picudo se contrapone al grave de sus voces:

Los hijos, las hijas, las hijas y los hijos

Distantes y fríos como las fotografías,

Esos nietos y nietas que ninguna conoce.

La vejez viste la mejor prenda negra,

Rojo óxido o verde liquen.

Los viejos fantasmas acuden a la llamada del búho

Para echarlas corriendo del parque.

En sus camas encajonadas como ataúdes,

Bajo sus gorros de noche, esbozan una mueca.

Y la Muerte, esa calva águila ratonera,

Se demora en los pasillos donde la mecha

De la lámpara se acorta con cada exhalación.