Desde Water-Tower Hill hasta la prisión de ladrillo,
El murmullo de los guijarros resuena
Bajo el desplome del mar.
Los pastelillos de nieve[221] se parten y se amalgaman. Este año
El oleaje arenoso saltó
Por encima del dique y cayó sobre un catafalco
De almejas desmenuzadas,
Dejando un amasijo salado de hielo a blanquear
En el patio de grava de mi abuela. Ella ya ha muerto:
Ella, cuya colada chasqueaba y se helaba aquí;
Ella, que mantenía la casa afrontando
Lo que el puerco y escabroso mar pudiese hacer.
Un día, la marejada cabrioleó
Espetando unas cuadernas de navío en la ventana de la bodega;
Un tiburón hembra, con cola de trilladora, arponeada,
Apareció tirado como un desperdicio en el lecho de geranios:
Aquella obstinada connivencia de elementos
Llegó a desgastar hasta el palo su escoba de retama.
Tras veinte años dejada
De su mano, la casa aún abraza, en cada juntura
Grisácea de estuco,
Las piedras púrpuras, ovoides: desde el monte de Great Head
Hasta el canal de Gut[222], ahora cubierto,
El mar trituró en su fría molleja estos contornos.
Nadie inverna ahora detrás
De las ventanas cegadas con tablones donde ella ponía
Sus hogazas de trigo
Y sus pasteles de manzana a enfriar. Entonces, ¿qué es
Lo que duele y se duele así? ¿Qué?
Lo que pervive sobre esta terca y baqueteada lengua
De arena. El viento amontona
Las reliquias que las olas vomitan,
Olas grises, montadas por patos de flojel.
Una labor de amor, mas una labor perdida[223].
Invariablemente el mar
Sigue erosionando Point Shirley. Ella murió bendecida,
Y yo vengo a visitar, vengo a recibir
Huesos, sólo huesos, sobados y sacudidos,
Un mar con cara de perro.
El sol, rojo sangre, se hunde bajo Boston.
Si pudiera, extraería de los pezones secos
De estas piedras la leche que tu amor les instiló,
Abuela. Las ánades sombrías se zambullen.
Y, aunque tu gracia pudiera fluir ahora como una corriente,
Y yo idear algo,
Abuela, las piedras ya no cobijan
A esa paloma espumosa.
El mar negro sigue embistiendo la barra[224], la torre.