El toro negro bramó frente al mar,
Y el mar, obediente hasta ese día,
Se alzó contra Bendylaw.
La reina, en el cenador de las moreras, estaba
Observando, rígida como la reina de una baraja;
El rey, atusándose la barba, cuando
Un mar azul, con cuatro pezuñas y un hocico
De toro, un mar imposible de contener,
Embistió la cancela del jardín.
Los lores y las damas echaron a correr
Por las alamedas alineadas como cajas bajo el sol florido,
Hacia aquel estruendoso bramido, antes de dar vuelta.
La enorme cancela de bronce empezó a crujir
Y, a cada crujido, el mar de lomo azul la iba partiendo
Más, entrando a saco, en tropel.
El toro se encrespaba, el toro se abatía,
Y no había cadena de margaritas
Ni diestro alguno que pudiera refrenarlo.
Ah, y ahora los pulcros y regulados dominios reales
Yacen bajo el mar, la rosa de la corona en el vientre del toro,
Y el toro en el camino del rey de Bendylaw.