La punta de la nariz torcida, las viejas imperfecciones
Ahora tolerables, igual que los lunares en la cara,
Soportados con resignación, dan lugar a una irónica
Complacencia; esos defectos, vistos al principio
Como estímulos divinos para arrancar el ánimo
Del lodo donde se estabuló, ya tan gastados, se vuelven
Nuestros amados compañeros de cama en la depravación
Del espíritu, nuestros queridos amos y maestros.