82. LAS PIEDRAS DE CHILD’S PARK[200]

En el aire sin sol, bajo los pinos verdes

Hasta la negrura, algún Padre Fundador puso

Estas piedras combadas, lobuladas, que surgen

Amenazadoras en la penumbra filtrada por las hojas,

Negras como los huesos de los nudillos calcinados

De un gigantesco o extinto

Animal, venido de otra Edad,

De otro planeta, seguramente. Flanqueadas

Por la hoguera naranja y fucsia

De las azaleas, sacrosantas,

Estas piedras guardan un oscuro reposo

Y mantienen intactas sus formas, mientras el sol

Altera las sombras de la rosa y del iris

—Largas, cortas, largas— en el jardín encendido,

Y aviva el fulgor del ocaso del día

Coloreado hasta apagar el pigmento

De las azaleas, aunque éste se consume

Tan pronto como ellas. Seguir el matiz

Y la intensidad de la luz a medianoche,

A mediodía y durante los embates

De los cambios climáticos es

Conocer el corazón quieto de las piedras:

Piedras que tardan todo el verano en perder

Los sueños que les instiló el invierno; piedras

Cuyos núcleos nunca llegan a caldearse

Más que como formas escarchadas. Imposible

Arrancarlas con una palanca: sus barbas son ya

De un verde perenne. Tan imposible como que ellas

Bajen, una vez cada cien años, a beber al río,

Pues no hay sed que perturbe el lecho de una piedra.