76. LORELEI[178]

Ésta no es una noche para ahogarse:

La luna llena, un río negro fluyendo

Bajo un suave brillo de espejo,

La acuosa neblina azul dejando caer

Telón tras telón, como redes de pesca,

Aunque hoy los marineros estén durmiendo;

Las macizas torres del castillo

Duplicándose en un cristal que es

Todo quietud. Aun así, estas formas flotan,

Ascienden hacia mí, perturbando el rostro

De la calma. Desde el nadir

Se alzan, con sus suntuosos miembros

Graves, sus cabellos más pesados

Que el mármol esculpido. Cantan algo

Sobre un mundo más pleno y más claro

Que el posible. Hermanas, vuestra canción

Conlleva una carga insoportable

Para el oído acaracolado que la escucha

Aquí, en este país bien regido

Por un gobernante ecuánime.

Con esa armonía perturbadora,

Más allá del orden mundano,

Vuestras voces levantan un cerco. Moráis

En los agudos[179] escollos de la pesadilla,

Prometiendo un abrigo seguro;

De día, discantáis[180] desde los límites

Del embotamiento, y también desde el alféizar

De los ventanales. Pero peor aún

Que vuestro canto enloquecedor

Es vuestro silencio. En el manantial

Del reclamo de vuestros corazones helados

Brota la ebriedad de las profundidades[181].

Oh río: hundidas en tu abisal

Corriente de plata, veo flotar

A aquellas grandes diosas de la paz.

Piedra, piedra, llévame allí abajo[182].