Anciano, rara vez sales a la superficie.
Tan sólo llegas con la marea creciente,
Cuando los mares baten fríos, coronados
De espuma: cabellera blanca, barba blanca, esparcidas,
Una red de arrastre irguiéndose, desplomándose
Como la cresta y el seno de las olas. A lo largo de varias millas
Extiendes los haces radiales
De tu cabello, en cuyas madejas retorcidas,
Anudadas, apresadas sobrevive
El antiguo mito de los orígenes
Inimaginables. Flotas cerca de aquí,
Como las montañas de hielo zozobrantes
Del norte, pero te mantienes siempre
Distante, insondable. Toda oscuridad
Se inicia con un peligro,
Y tú entrañas muchos. Yo
No puedo mirarte demasiado, pero sé que tu forma sufre
Extraños percances,
Como si fuese a morir: así nublan los vapores
La claridad del alba en el mar.
Los rumores que hablaban
De tu muerte eran tan vagos que yo nunca
Llegué a creerlos del todo, y tu reaparición
Demuestra que no tenían ninguna consistencia,
Pues las arcaicas arrugas excavadas
En tu rostro veteado vierten el tiempo en forma de arroyos:
Las edades baten como las lluvias
Sobre los canales imbatidos
Del océano. Ese humor y ese confinamiento
Tan sabios son remolinos
Que buscan destruir los cimientos
De la tierra y la parhilera del cielo.
Hundido hasta la cintura, logras crear
Una maraña laberíntica
Para enraizaría en lo hondo, entre nudillos, tibias,
Calaveras. Inescrutable,
Tú, a quien ningún hombre que aún conserve la cabeza
Ha logrado ver por debajo de los hombros,
Desafías todas las preguntas,
Desafías a los otros dioses. Yo
Camino seca por la orilla de tu reino,
Exiliada en lo fútil. Recuerdo
Tu lecho en forma de concha.
Padre, este aire enrarecido me mata.
Preferiría con mucho respirar agua[177].