75. A CINCO BRAZAS DE PROFUNDIDAD[176]

Anciano, rara vez sales a la superficie.

Tan sólo llegas con la marea creciente,

Cuando los mares baten fríos, coronados

De espuma: cabellera blanca, barba blanca, esparcidas,

Una red de arrastre irguiéndose, desplomándose

Como la cresta y el seno de las olas. A lo largo de varias millas

Extiendes los haces radiales

De tu cabello, en cuyas madejas retorcidas,

Anudadas, apresadas sobrevive

El antiguo mito de los orígenes

Inimaginables. Flotas cerca de aquí,

Como las montañas de hielo zozobrantes

Del norte, pero te mantienes siempre

Distante, insondable. Toda oscuridad

Se inicia con un peligro,

Y tú entrañas muchos. Yo

No puedo mirarte demasiado, pero sé que tu forma sufre

Extraños percances,

Como si fuese a morir: así nublan los vapores

La claridad del alba en el mar.

Los rumores que hablaban

De tu muerte eran tan vagos que yo nunca

Llegué a creerlos del todo, y tu reaparición

Demuestra que no tenían ninguna consistencia,

Pues las arcaicas arrugas excavadas

En tu rostro veteado vierten el tiempo en forma de arroyos:

Las edades baten como las lluvias

Sobre los canales imbatidos

Del océano. Ese humor y ese confinamiento

Tan sabios son remolinos

Que buscan destruir los cimientos

De la tierra y la parhilera del cielo.

Hundido hasta la cintura, logras crear

Una maraña laberíntica

Para enraizaría en lo hondo, entre nudillos, tibias,

Calaveras. Inescrutable,

Tú, a quien ningún hombre que aún conserve la cabeza

Ha logrado ver por debajo de los hombros,

Desafías todas las preguntas,

Desafías a los otros dioses. Yo

Camino seca por la orilla de tu reino,

Exiliada en lo fútil. Recuerdo

Tu lecho en forma de concha.

Padre, este aire enrarecido me mata.

Preferiría con mucho respirar agua[177].