Para Leonard Baskin
A esta casa vienen sin cesar
Los seres incorpóreos, a trocar con él
Visión y sabiduría por cuerpos
Graves y palpables como el suyo.
Sus manos, más sacerdotales que
Las de un sacerdote, invocan no vanas
Imágenes de luz y de aire sino estaciones[175]
Seguras, esculpidas en bronce, madera, piedra.
Un ángel obstinado, desnudo, tallado
En madera de densas fibras, obstruye y modela
La débil luz; con los brazos cruzados,
Observa cómo su mundo ingente eclipsa
Mundos inanes de nube y de viento.
El bronce muerto, resistente,
De cuerpo rojizo, domina el suelo
Empequeñeciéndonos. Nuestros cuerpos
Arden vacilantes hacia la extinción
En esos ojos que, sin él, carecían
De lugar, de tiempo, de cuerpo propio.
Espíritus émulos crean discordia,
Intentan entrar, introducir pesadillas,
Hasta que su cincel les otorgue
Una vida más viva que la nuestra,
Una respuesta más sólida que la de la muerte.